CAPITULO 20

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Tomé a Darla entre mis brazos, se rio en cuanto la puse sobre mis hombros.
Un par de pájaros pasaron volando provocando la risa de mi hija.
Sé felicidad me contagiada a mi.
Entre mi hija y yo esperábamos a Serena afuera de su trabajo.
La mayoria de los niños ya se habían ido hace unos veinte minutos pero como Serena era la docente, debía esperar un poco más.

—Más, más, más.... —aplaudió Darla queriendo que aquellos pájaros volarán más cerca de ella.

—Nena, ellos no te entienden.

Pero mi hija no me entendía a mi.
Con tan solo un año y medio había dominado algunas palabras sencillas, mencionaba palabras para su necesidad en su propio idioma. A veces las palabras no estaban bien pronunciadas, era entendible siendo sólo una niña de un año y medio.

Aprender a convivir y criar una niña de año y medio era un poco complicado, y más cuando era papá primerizo, quería consentir a mi hija, darle todo lo que ella quisiera, pero no podía, a pesar de que mi corazón y alma les doliera negarle las cosas.
Sé que es una bebé que apenas está conociendo el mundo, entonces ¿negarle las cosas era bueno o malo?
Debía consultarlo con mis padres.

—¡Mamá! ¡Mamá!

Darla gritó en cuanto vio a su madre venir a nuestra dirección. Empezó a moverse cual gusano, con mis manos le sostuve sus piernas y así bajarla lo cual corrió en dirección a su madre.
Serena tenía las manos ocupadas, sonrió y acarició el cabello rubio de nuestra hija cuando la alusiva se abrazó a sus piernas.

—Lamento la Demora.

—No te preocupes amor.

La saludé con un beso en los labios y la ayudé con sus cosas. Serena me agradeció y tomó a nuestra hija en sus brazos y colocarla en su cadera tratando de no hacerle daño a nuestro segundo hijo.
Sonreí al verle el vientre hinchado, cinco meses y eso estaba bastante abultado, lo cual me hacía dudar un poco.
Dejé las cosas en el maletero del auto mientras mi esposa colocaba a Darla en su asiento de bebé, despues los tres estábamos camino hacia el hospital. Hoy era un día de chequeo, el mismo doctor Fareed nos atendía, confiamos en él con el primer embarazo y volveríamos a confiar en él para este segundo y los próximos.

Saludé a un par de colegas mientras tomaba de la mano a mi esposa y del otro brazo sostenía a mi hija.
Era extraño estar en el hospital y no ver a Amy, Hace tres meses había dado a luz a sus trillizos, fue un largo proceso por el cual estar.
Yo había estado en sala de partos cuando Darla nació y sabía que para una mujer era doloroso dar a luz a un bebé, ¡UN BEBÉ!
Pero, ¿Tres bebés? Sería doloroso pero en todo caso para Amy fue cesaría. Un parto sin dolor pero más riesgoso al ser prematuros sus bebés.
No me imaginaba a Serena teniendo tres bebés, me conformaba con solo uno en su vientre aún que en éste embarazo me hacía dudar.

Entramos al consultorio, dejé a que Serena se acomodara en la camilla de inspección. Darla y yo nos quedamos a su lado observando lo que la pantalla mostraba.

—Bien, todo va bien —hablo Fareed.

Entrecerré mis ojos tratando de encontrar alguna anomalía en aquella pantalla pero no era un experto en esta rama de estudio.

—Aquí está —señaló—. Está dormido.

Me acerqué más, algo dentro de mí me decía que debía ver más allá, más y más...
Fareed se detuvo y volvió a mover el aparato hacia el vientre de Serena, frunció el ceño e hizo comparación entre los dos siluetas, una detrás del otro.

—Vaya... Es sorprendente...

—Es... Es lo que creo... —Miré a mi compañero.

—¿Que? —Serena nos miró a ambos—. ¿Qué sucede?

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