CAPITULO 16

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—¿Otra vez tienes hambre mujer?

Darla se retorcio y sacó la lengua.
Cada movimiento que hacía mi hija me parecía de lo más tierno que había visto en mi vida.
Darla Chiba Tsukino ahora tiene tan solo tres meses de nacida y era la cosita más preciosa.
Todo el mundo la amaba, se peleaban por saber quien será el siguiente en abrazarla o pasear con ella aún que mi hija solo se dedicaba a comer, dormir, hacer del baño y rara era la vez que se mantenía despierta para explorar el mundo.
Darla era una niña tranquila, dormía sus siestas en el momento perfecto pero durante las noches se mantenía como un Búho. Sus ojos exploraban cada rincón de su habitación, balbuceaba, hacía muecas.

Ahora era el hombre más feliz del mundo.
Mi niña estaba en mis brazos y mi mujer dormía sobre mí cama. Miré a ambas e inevitablemente mi sonrisa se hizo intensa. Tenía lo que más amaba a mi lado.

—¿Aún sigue despierta? —murmuró Serena bostezando.

Asentí moviéndome en la habitación para arrullar a mi hija.

—Al parecer quiere mantenerse despierta y comer, otra vez.

Serena se rio, se incorporó sobre la cama y extendió sus brazos.

—Le daré su merienda.

Sonreí entregando a mi pequeña a su madre. Serena liberó uno de sus pechos quien inmediatamente Darla atrapó y empezó a succionar.
Su amor por la leche de su madre era increíble, y Serena también tenía demasiada lactancia. Nuestro congelador ya empezaba a llenarse por las bolsas de leche.
Ahora que Serena empezaba a ir a trabajar, ella dejaba suministros para que mi madre o la suya, tuviera la comida de nuestra hija preparada.

—¿Has dormido bien? —le pregunté a mi mujer tomando asiento a su lado.

—Un poco. Ahora es tu turno de dormir —me miró—. La cuidaste toda la mañana, es mi turno.

Negué.

—No te preocupes, no estoy cansado ni nada.

—Pero hoy te toca hacer turno nocturno ¿no?

Me reí.

—Si, pero tranquila, podré aguantar

No era la primera vez que me iba al trabajo teniendo todo un día cuidando de mis chicas, odiaba dormir porque pensaba que me perdía de momentos hermoso con Serena y mi hija. Cada momento debía vivirlo como nunca, esto era mi primera vez, nuestra primera vez.

—Además —continúe—. Se está quedando dormida, al menos dormirá sus dos horas, tendremos tiempo entre tu y yo.

Le sonreí a Serena, ella negó con la cebeza y ambos observamos a Darla pero esos ojos pesados que estaban a punto de cerrarse, ahora estaban bien abiertos. Balbuceo algo que hizo a que la leche saliera disparada.

—Con que dormida ¿no? —Serena se rio—. No se dormirá.

Hice un puchero inclinadome hacia mi hija.

—Quiero estar a solas con tu mamá, ¿por qué no te duermes enana? Al menos una siesta de quince minutos ¿vale?

Darla me miró y se rio dejando en claro que no iba hacerme caso.
Cuando sonreía le brillaban esos preciosos ojos azules además sus ojos se hacían medias lunas a causa de sus mejillas regordetas.
Imposible de enojarme, me reí y le di un beso en su cabello rubio. Nuestra princesa había heredado el color rubio de su madre.

—¿Quieras dar un paseo? —propuse mirando a ambas—. Tal vez con eso Darla pueda conocer el mundo y cansarse un momento.

Serena se rio.

Quédate Conmigo Where stories live. Discover now