Capítulo 07

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CAPÍTULO 07

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Me acomodé en la silla y observé a mamá. Se la pasó mirándome durante toda la cena, anunciando en silencio que estaba en problemas.

En determinado momento empecé a sentirme agobiada, en parte por la camiseta de cuello largo que me vi obligada a usar para que no vieran la marca enrojecida, y porque cruzó por mi cabeza contarles todo lo que había pasado, pero no encontré la manera. No me creerían.

Al final, solo conseguí hablar del motivo que me tuvo cojeando durante los últimos días. Pero ya sabían que algo me cayó en el pie cuando estallaron los focos de la cochera.

—Mañana por la tarde hablaré con el electricista para que revise la caja de fusibles. Doy por hecho que algún cable está haciendo cortocircuito. —Papá agitó el tenedor. Era un total de tres focos los que estallaron, y yo sabía que la causa tenía nombre y apariencia deslumbrante, pero también un pasado muy perturbador.

Una vez concluida la cena, mamá fue la primera en levantarse de la mesa.

—Zara, ayúdame con los trastes.

Intenté no corresponder a las miradas curiosas de los tres hombres de la casa, y empecé a levantar los platos para luego llevarlos hasta la cocina.

Al verme llegar, mamá se volteó y cruzó de brazos.

—La entrenadora me llamó.

Casi dejé caer todo dentro del fregadero.

—¿Cuál fue la razón? —Abrí el grifo, fingiendo que no sabía nada del tema, aunque estaba aterrada de lo que pudo haber sucedido después con Natale. No tuve la oportunidad de pedir ayuda para ella, por lo cual todavía me sentía fatal.

—No entiendo lo que ocurre contigo. El desastre de la anterior semana lo dejé pasar porque creí que habías olvidado cerrar la puerta. Pero ahora, tu entrenadora me comenta que te has comportado una manera incluso peor. ¿Por qué le hiciste daño a ella y luego a tu compañera?

Cerré el paso del agua y volteé con un sentimiento desagradable atravesado en la garganta. Si alguien más escuchara sus palabras, pensaría que yo estaba mal de la cabeza, pero lo ocurrido con la entrenadora ni siquiera fue intencional. Y en cuanto a Natale, la sombra buscaba el medallón, o de otro modo, no nos habría atacado a las dos.

—Ha sido un accidente —me defendí.

—¿En ambas ocasiones? —preguntó incrédula—. Sé que mientes, Zara. Eres terrible haciéndolo. Estás castigada. No puedo tolerar esta clase de actos.

La sombra de los caídos ✓Where stories live. Discover now