Capítulo 27

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CAPÍTULO 27

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Ignoraba por completo la posibilidad de fisgonear incluso los recuerdos de las sombras, pero también era factible al parecer. 

Había sido testigo del padre de Ashton entregándole el medallón a Reidar. Vi cómo esta sombra arrojaba alcohol en la carpa que luego se incendió. Se había alcoholizado y escapó con el medallón en sus manos, a pesar de ser el causante del apagón que causó la muerte de Ellinor. ¿Quién fue en vida esta sombra? ¿Por qué había llevado a cabo todas esas acciones? Las preguntas sin respuestas giraban en mi mente mientras seguí cayendo.

Me sorprendí de que solo pasaran un par de segundos desde que empecé a ver esos recuerdos y que aún no hubiera permanecido inconsciente.

La sombra se alejó, suspendida en el aire, mientras parecía inspeccionarlo todo con sumo cuidado. Por otro lado, Ashton esquivaba a un par de sombras con forma humana que lo perseguían. Él intentaba llegar hasta mí, pero ellas eran veloces y se movían de manera diferente al que nos persiguió en el gimnasio. Ninguna era tan espontánea ni ágil en el aire, de hecho, eran torpes, por lo que deduje que el trapecista era el que permanecía inmóvil sobre mí, y que fueron sus memorias las que pude ver momentos atrás.

Ashton se balanceó en el aire con agilidad, insistiendo en querer alcanzarme. Sin embargo, el olor a quemado inundó mis fosas nasales y escuché un chasquido que me hizo gritarle que no se acercara.

Ashton se detuvo en seco y me observó. En esa profunda y expresiva mirada, pude ver la mezcla de sentimientos que lo invadían: el miedo por mi seguridad, la angustia por lo que estaba sucediendo a nuestro alrededor y, al mismo tiempo, la determinación genuina de protegerme a toda costa.

Fue en ese momento que comprendí lo mucho que significaba para él, y lo mucho que él significaba para mí.

El calor aumentó detrás de mí, y me sentí cada vez más sofocada mientras entraba en un túnel que parecía hecho de magma.

El fuego se acercó rápidamente a Ashton, iluminando todo a su alrededor con su asombroso resplandor.

No se movió, y grité con mayor desesperación. La ola de calor se cerró sobre mí, y era de un sorprendente color azul, pero mi caída se desaceleró por algo helado que se pegó a mi espalda.

Al cabo de un largo minuto, aterricé con lentitud en tierra firme. Aunque estaba asustada, logré levantarme de inmediato. Miré hacia atrás y vi que el objeto que me había salvado era una carretilla.

—Diablos —solté. ¿Cuántas veces estuve tan cerca de la muerte?

—No juzgues a la carroza en la que llegaste inconsciente, princesa. Porque también acaba de salvarte —ironizó Reidar. Dirigí la mirada a su calzado desgastado y la mantuve fija en ese lugar.

La sombra de los caídos ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora