Capítulo 10

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CAPÍTULO 10

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El viento helado azotó mi cabello suelto, alborotándolo. No podía ver nada, pero era mejor de esa manera.

Hundí los dedos en las manos de Ashton mientras sus brazos seguían aferrándose a mi cintura con firmeza. A pesar de eso, percibí el vértigo al sobrevolar la feria, y cuando mis pies rozaron el suelo, mis dientes castañetearon.

Por alguna razón, la constitución del piso, a plenitud, había tomado una apariencia granulada, casi como la de un reloj de arena negra y muy fina.

Con las manos temblorosas me quité el cabello de la cara. Ya nada parecía venir detrás, sin embargo, las cosas no habían mejorado, sino todo lo contrario.

En algún momento debimos atravesar un agujero negro y terminamos en una dimensión tenebrosa, en donde reinaba la oscuridad. Aunque no era tan profunda, consiguió ponerme nerviosa hasta el punto de buscar la cercanía de Ashton.

Con el espanto en aumento, mi vista recorrió las siluetas sin vida de las atracciones y establecimientos vacíos. La feria en su totalidad lucía como si el infierno se la hubiera tragado y escupido dentro del mismo instante. Tenía una apariencia carbonizada, aunque sin rastro del fuego que debió consumirla en menos de cinco minutos.

Parecía imposible, empezando porque el tiempo transcurrido no daba abasto para que algo así sucediera.

El circo quedó minimizado a tan solo su estructura. A la distancia, divisé parte del escenario y las siluetas de lo que parecían ser algunas bancas desocupadas. Todo era de color negro, incluso lo poco del material sintético que todavía cubría parte de la carpa, y que antes resplandecía de colorido.

Por otro lado, los establecimientos que horas atrás exploré entre la multitud, de pronto lucían igual que esqueletos. Dependiendo de cómo los mirase, algunos aparentaban ser costillas clavadas en el suelo. De no haberlos visto con anterioridad, no sabría que intentaban formar muros y techos incompletos. Otros, en su lugar, lucían como las alas de un murciélago.

Los premios también aparentaban ser fragmentos elaborados en base de obsidiana, pero los muñecos, en especial, eran espantosos. Muchos se manifestaban como esculturas de bebés amontonados sobre los estantes.

Por último estaba la noria, que esquematizaba una rueda, pero con canastas del horror.

A lo lejos había otro sinnúmero de estructuras que se fundían con la oscuridad, conformando una sola masa sin ninguna forma en particular.

La sombra de los caídos ✓Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang