Capítulo 21

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CAPÍTULO 21

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Alguna vez escuché que podríamos tener alguien parecido a nosotros habitando en el mismo planeta; un gemelo que no compartía ningún tipo de conexión sanguínea. No tenía conocimiento de todo lo que abarcaba el tema, y, aun así, creí en esa escasa posibilidad, pero no hasta este punto.

—Tiene un gran parecido a mí —susurré por miedo a que Reidar fuera a salir de algún contenedor otra vez.

—Entenderás que no era fácil de explicar. Cuando te vi por primera vez me sorprendió. El parecido es impresionante, por fuera son irreconocibles, sin embargo, lo que me convenció fue tu carácter. Quise mostrarte el retrato, pero de repente Reidar apareció, y ya conoces el resto de la historia. Tenerte con tantas incógnitas no fue a propósito.

—Ya te disculpaste varias veces —intercedí antes de que se le ocurriera volver a pedir perdón—. Lo entiendo. Si no me lo hubieras mostrado, tampoco te habría creído.

—Entonces, ¿estamos bien? —No sonó seguro al preguntar.

Esto no me hacía confiar en él por completo, sin embargo, que estuviera conmigo era mejor que nada.

—Qué prefieres: ¿un cuarto oscuro a solas?, o ¿el mismo lugar, pero con alguien haciéndote compañía? —pregunté.

—Compañía, la tuya —contestó sin pensar, y su sonrisa originó un cosquilleo en mi estómago. Era magnética. El resplandor del medallón seguía siendo el responsable de revelarme más de sus fascinantes gestos, aunque también me inducía el deseo por mirarlo durante largo rato.

—¿Es que acaso esto no tiene planeado apagarse? —Levanté el medallón—. Llama mucho la atención.

—No sé por qué lo hace.

Giré sobre mis talones, y limpié un poco más del contenedor.

Increíble, pero verdadero. Ahí se encontraba mi parecida, con los brazos en alto, luciendo un vestido rojo que le confería gracia y rebozaba de confianza. A la vez, sostenía una cuerda en una mano, la misma que se extendía horizontalmente a través del contenedor. Con la otra, levantaba un paraguas rojo adornado con encajes y pequeñas pecas blancas, sobre el que llovían las letras de un posible nombre. Intenté limpiar ese espacio, pero una capa de tierra se resistía a desprenderse.

—Ella, ¿qué era? —Me dejó un mal sabor de boca el preguntar.

—Trapecista. De los tres, la más adorada y consentida.

La sombra de los caídos ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora