El sabor de pecar

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Capítulo cinco

Nunca imaginé que mi noche de chicas terminaría culminando en la piscina de un hombre como Pablo. Abría la boca de una forma que hacía que su lengua llegara en profundidad dentro mío. Él tomó mis piernas y las apoyó sobre mi cadera, no sería solo un beso y estaba más que claro cuando su erección se apoyó en mi trasero.

—Aún no sé cómo pude resistir tanto —dijo y volvió a besarme.

Era extraño, parecía que me conocía de toda la vida, como si supiera exactamente qué clase de besos me podían poner cachonda. No era más que coincidencia que nos gustara lo mismo, pero para mí era como estar en el cielo, besando a uno de los ángeles de nuestro señor, dispuesta a entregarme al infierno tras saber que ese sería mi castigo por manchar con mi pinta labios a uno de sus favoritos en la tierra.

—Abre la boca y déjame comértela —indicó y me sostuvo de la cabeza con su mano.

Fue como si mi cuerpo no pudiera hacer más que ceder ante los deseos de este hombre. No pude evitar mirarlo a los ojos mientras nos besábamos. Era la primera vez que lo hacía y fue extraño, era como si ahora su mirada no me intimidara. Sus ojos eran muy oscuros, casi negros y su mirada de deseo me indicaba que pronto estaría en mi interior. No pude evitar preguntarme si sería en la piscina. Sin embargo, no fue así, no entró en mí como lo habría hecho mi ex, quien solo descargaba sus frustraciones con mi cuerpo y me dejaba sedienta de más.

Pablo me besó hasta que mi entrepierna, no pudo resistir más al contacto con su cálido cuerpo y llegué. Así es, este tipo me hizo llegar con solo unos besos. Esto no era amor claramente, pero cualquier mujer era capaz de enamorarse de un hombre que, como él, la hiciera correrse de esta maravillosa e inusual manera.

—Espera —dije sosteniéndome de él para recuperarme. Mi cuerpo se había estremecido de una forma intensa y compulsiva. Por lo que me hacía falta una buena bocanada de aire.

—¿A caso pasó lo que creo? —preguntó de una manera sorpresiva. Al parecer él tampoco esperaba que yo llegara solo por eso—. Mel, eres increíble. Te atreves a correrte sin mi permiso. Se supone que este era un castigo para ti, y terminas convirtiéndolo en tu placer.

—No fue con intención —dije aun sosteniéndome de él.

—Eso espero, a mi ego le gustaría pensar que soy el primero que hace que te corras con el movimiento de mis labios —aseguró él y me levantó sacándome del agua y sentándome a la orilla de la piscina.

—¿Qué haces? —pregunté confundida.

—Quiero ver si mi boca es capaz de darte lo mismo desde otro ángulo —dijo él abriendo mis piernas, obligándome a apoyar mis manos en el suelo.

Sin siquiera preguntarme, apoyó su rostro entre mis piernas y jugó con mis bragas hasta que estas le molestaron y necesitó correr la tela para rozar mi piel directamente. Pronto pude darme cuenta de que estaba por llegar la segunda oleada y le pedí que se detuviera, ya que al principio pareció dolorosa por lo intensa. Sin embargo, convulsioné de placer haciendo que mis piernas temblaran y con mi mano en su cabeza él me hizo ver las estrellas en más de una manera.

—Si me juras que tu sabor es tan exquisito por las mañanas, te encargaré para el desayuno a diario —dijo saboreando sus labios y tras volverme a meter al agua me abrazó—. ¿Estás temblando por el frío o por lo que acaba de pasar?

—No lo sé —dije tiritando aún.

—Cielo, ¿alguna vez probaste lo deliciosa que sabes? —me preguntó insistente, pero yo aún estaba en trance mirando las estrellas en mi mente.

Al no obtener respuesta me besó, pensé que me parecería asqueroso que lo hiciera después de haber estado ahí abajo, pero no. Lo miré sorprendida y él sonrió.

—Te lo dije, sabes delicioso —aseguró y tras liberar el seguro de mi brasier me lo quitó. Recién en ese momento me di cuenta de que él estaba desnudo, ya que cuando mis piernas volvieron a encajarse en sus caderas bajo el agua, algo grande y caliente me rozó el trasero—. Sostente de mí.

Su orden me doblegó al instante por lo que después de hacerlo sentí un tirón. Él había roto mis bragas.

—¿No era más fácil pedir que me las quitara? —pregunté molesta, esas bragas me habían costado caro y eran de un conjunto muy bonito.

—Pagaré por ellas y por todo lo que rompa esta noche —dijo rozando mi trasero con uno de sus dedos.

—No te atrevas —ordené y él me volvió a besar.

Era obvio que trataría de hacer que entrara en calor de nuevo, algo que era poco probable. Cuando estaba con Isaac, después de poder llegar, si es que lo hacía, no volvía a calentarme por un buen rato. Tiempo que a mi ex le parecía demasiado por lo que llegaba para después dormirse sin más.

—Mel, quiero tomar tus pechos y devorarlos —dijo muy excitado—. Pero temo que con lo caliente que estoy puedo dejarte unas marcas. Por eso debo preguntarte si me lo permites.

—Seguro —dije y pareció que sus ojos se iluminaron, ya que el negro se volvió marrón oscuro.

Por un instante imaginé que me mordería o tal vez me haría una gran marca, pero no. Él pasó su lengua seguida de sus labios, haciendo que mi cuerpo respondiera a eso con más calor. ¿Cuántas veces era capaz de llegar?

—Sé que no creerás esto, cielo. Sin embargo, eres la primera mujer que me provoca ser tan suave. Quiero devorarte, pero temo que si te como con mucha fuerza trates de huir de mí. Por lo que vamos a la cama antes de que me arrepienta de esto —dijo y sin comprender a qué se refería me aferré de él porque empezó a acercarse a las escaleras.

—Deja que baje —dije al darme cuenta que pensaba salir del agua conmigo sobre él.

—No aguanto más —después de decir eso me apoyó contra el final de las escaleras y entró en mí de golpe y sin aviso previo.

Si no fuera porque mi cuerpo estaba demasiado lubricado habría saltado para arriba por el dolor. Aun así, solo fue placer, tener a este hombre en mi interior era más que excitante, por lo que admiré sus pectorales en lo que su cuerpo se alejaba de mí antes de volver a entrar.

—Es imposible que nubles tanto mi mente —dijo como si no pudiera respirar.

—Mírame —dije y lo obligué a besarme.

Él siguió haciendo fuerza contra mi cuerpo hasta que me di cuenta de que no nos estábamos cuidando. No podía tener relaciones sin protección, no sabía con cuantas mujeres había estado. Un tipo como él seguro vivía teniendo sexo con toda clase de mujer.

—Sal —ordené—. No usas protección.

Él me miró como siestuviera molesto, al parecer no le gustaba que le dieran órdenes.

Autora: Osaku 

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