Lena, aléjate

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Capítulo setenta y ocho -

Leonardo se había arrepentido de ser tan brusco con Lena, al recordar que Pablo y Melanie podían estar cerca. Por lo que dejó las cosas ahí. Esperaba que eso bastara para que esta mujer se apartara de su hermano menor, incluso le parecía bien que ella le temiera de ahora en adelante. Normalmente, no sería así con una mujer, hasta ahora solo Cielo conocía esa parte suya. Sin embargo, haría lo que fuera por su hermano menor.

—Iba a dejar en paz a Rafael, pero ahora me lo pones como un reto —espetó Lena riendo al notar que Leonardo tampoco había llegado.

Él la miró confundido. ¿A caso estaba loca? ¿Por qué volvía a provocarlo? ¿No había tenido suficiente?

—Eres una maldita.

Leonardo se acercó a ella, y al notar que Lena no se apartaba se dio cuenta de que había cometido el peor error de su vida. Al final, era más parecida a Cielo de lo que él pensaba. Cosa que no solo lo preocupaba, sino que lo excitaba aún más. ¿Esto le atraía de ella?

—No fue temor lo que viste, sino sorpresa —dijo ella levantándose de la cama y dirigiéndose al baño con despreocupación—. Si vuelves a morderme, te cortaré el pene. Tal vez soy una perra, pero no soy la tuya.

Leonardo la siguió, no podía dejar las cosas así. Lena estaba dentro de la ducha cuando él entró al baño. Leonardo se quitó la ropa y se metió con ella.

—¿Qué mierd*? —Lena no tuvo tiempo a nada, ya que él la besó por la fuerza. Ambos estaban al límite, por lo que se poseyeron el uno al otro con desesperación.

—Serás solo mía —le aseguró Leonardo a Lena mientras la subía sobre él y entraba en su interior.

—En tus sueños —ella mordió su labio al sentir cómo la llenaba, esta vez no hubo dolor, ya que ella había disfrutado de ese encuentro previo.

—No tienes opción —le advirtió él y sonrió al notar que su labio sangraba.

Ambos lucharon por ser el dominante y sin darse cuenta llegaron al mismo tiempo. Él la soltó después de eso. La espalda de Leonardo ardía, ella le había clavado las uñas con fuerza, su labio inferior estaba hinchado. Esto se sumaba al golpe que su amigo le había dado por la mañana, por lo que no lo preocupaba.

—Sal de aquí —le ordenó Lena.

Él miró sus enormes senos y las marcas que él había dejado en ellos, salió sin poner objeción, aunque se notaba que estaba molesto. Lena se encerró en el baño y después de escuchar la puerta de su cuarto azotada por Leonardo, se sentó en el suelo y empezó a llorar.

Ella no iba a mostrarse débil delante de él o de otro hombre de su estilo. Y aunque se odiaba por disfrutar de cada uno de los encuentros sexuales que había tenido con él, incluso el de recién, sabía que era por culpa de sus padres. Por lo enferma que era la relación que ese tipo tenía con su madre, y las cosas que ella había escuchado que hacían cuando era pequeña.

Sin embargo, así como no había tenido relaciones con Caín cuando este se lo pidió, se había dado cuenta de que no podía volver a estar con Leonardo. Esta clase de hombres eran capaces de hacer lo que fuera cuando sus emociones se desbordaban. Por lo que no terminaría en una zanja solo por un poco de sexo. Tal vez lo mejor era que se fuera con Melanie a casa de su padre para no tener que ver a Leonardo y pensar como seguir a partir de ahora.

Su móvil sonó y cuando respondió una sonrisa se dibujó en su rostro. Su amigo, el viejito, había salido del hospital y estaba mejor de salud. Por fin todo para ella iba a mejorar. Tomó algo de lo que Rafael le había comprado y se lo colocó para salir de la suite. Melanie entró y le preguntó si quería cenar con ellos.

—Vino, el hermano de Leo —dijo Melanie que al ver a Lena se quedó admirada—. Te ves hermosa.

—Gracias —Lena le dio un beso en la frente a su amiga—. No puedo quedarme, tengo una reunión importante, pero volveré por la mañana para que vayamos juntas a tomar el avión, me vendrá bien acompañarte a tu pueblo.

—Será genial, necesitamos alejarnos de la gran ciudad —Melanie sonrió y después de pasarle un abrigo a Lena esta la miró—. Es como agradecimiento, has estado a mi lado todo este tiempo pese a todo lo malo.

—Tú eres la que está conmigo —le replicó Lena.

—Entonces acéptalo, ahora que tu pierna está mejor, podemos pensar en salir a clubes nocturnos —bromeó Melanie.

—¿Cómo va todo con Pablo? —preguntó Lena.

—Con Pablo bien, pero entre él y Leo hay chispas. Parece que están bastante enojados —Melanie suspiró.

—Es de esperarse, Pablo te cuida mucho y si te vio haciendo cochinadas con su amigo le puede recordar a los tiempos de Cielo.

—Ni me lo recuerdes —dijo Melanie intranquila—. ¿Puedo saber a dónde vas?

—No, pero prometo contarte cuando vuelva. ¿Sigues sin móvil? —preguntó Lena.

—Pablo me prestó uno de los que fabrica la empresa de su familia —dijo Melanie y le agregó el número a Lena.

Ambas salieron de la habitación de Lena y Rafael las vio. Saludó a Lena y se puso feliz de volver a verla, aunque hacía poco que la había dejado.

—¿Saldremos a cenar? —preguntó Rafael y Lena sonrió.

—No puedo hacerles compañía, lo siento —Lena no iba a acercarse a Rafael, aunque le hubiera dicho a Leonardo lo contrario. Tenía demasiado que resolver y era mejor dejar atrás a los hermanos Dinamo fuera del juego si no quería terminar siendo un problema entre ellos.

—No me digas eso. Vine a verte a ti y a Leo y ninguno de los dos estarán aquí —Rafael miró a Pablo—. Será mejor que los deje tranquilos. Tal vez podremos cenar en otro momento. No disfruto de ser la tercera rueda.

—Podemos bajar juntos —le indicó Lena y este se puso feliz. Después de despedirse de Melanie y Pablo fueron hasta el ascensor.

—¿Pasó algo que todos están tan tensos? —preguntó Rafael cuando casi llegaban a la planta baja.

—Demasiadas cosas —Lena se acercó a las puertas.

—¿Vas a tomar un taxi? Puedo alcanzarte —indicó Rafael cuando vio a Leonardo. Quien se sorprendió al encontrarlos juntos en la puerta del hotel.

—Lo siento, vinieron por mí —dijo Lena y se subió a una limusina dejando atrás a los dos hombres que la siguieron con el mismo gesto en la mirada. 

Autora: Osaku

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