La declaración de Pablo

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Capítulo treinta y tres

—¿Por qué no puedo dormir con Lena? ¿Qué tal qué necesite algo durante la noche? —pregunté mientras Pablo me llevaba a otro cuarto.

—Hice que prepararan este especialmente para ti —dijo y cuando abrió la puerta quedé espantada.

Era igual a su dormitorio, solo que tenía una decoración parecida a la de su living. Cortinas, sofá, mesa de luz, todo era del siglo XV

—¿En qué momento hiciste esto? —pregunté mientras tocaba cada una de esas cosas y me sentaba en el diván.

—Durante los días que no nos vimos —dijo y me abrazó—. Pensé que moriría si no te encontraba. Así que tuve que mantener la esperanza y lo hice preparando un cuarto para ti, aunque estaba abajo. Cuando aceptaste que hablara con Lena hice que trajeran todo aquí.

Él se quedó en silencio y no supe qué decir. Solo dejé que me siguiera abrazando, aún no entendía que era lo que le gustaba de mí. Si era verdaderamente era sincero y se había enamorado.

—Mírame un minuto —dijo y me sentó a horcajadas sobre él—. Estoy enamorado de ti, sé que aún no lo crees y es una locura que te diga esto después de que hace solo cincuenta días que nos conocemos, no puedo dejar de hacerlo y cada vez que te vas por esa puerta temo no volver a verte.

— Pablo ...—dije evadiendo su mirada, pero él me obligó a verlo.

—Mírame y dime si aún supones que soy un maldito que juega con tus sentimientos —su expresión era de dolor, en verdad parecía preocupado.

—No sé —dije y me abracé a él, era lo único que podía hacer—. Quiero pensar que lo que dices es cierto, pero entiéndeme. ¿Cómo actuarías en mi posición?

—Entonces pídeme algo. Lo que sea que quieras. Me abrí a ti como con nadie en años. Lo que le dije a Lena delante de ti nadie lo sabía. Preferí no manchar la imagen de la mujer que me quiso en el pasado y no les conté a mis amigos lo que ella me hizo porque también la dejarían de lado. Y necesitaba tener a alguien que la acompañara, aunque yo no pudiera hacerlo —dijo y apoyó su cabeza en mi hombro—. Desearía que no te parecieras a ella, en realidad. Eso te salvaría de Caín y podríamos estar juntos tranquilos.

—Dame tiempo, quiero confiar en ti —le susurré en su oído.

—¿Puedo dormir contigo esta noche? —me preguntó y reí—. Por favor, ¿sí?

—¿Eres un niño? —pregunté mirándolo a los ojos.

—¿Si me comporto como uno puedo dormir contigo? —preguntó y lo aparté.

—Iré a ver si Lena necesita algo —dije y me bajé de sus piernas.

—Haré que preparen la cena, las llamaré cuando todo esté listo. Avísale a tu amiga que tiene restringido el acceso a mi casa. Solo puede ir y venir del quinto al séptimo piso —dijo y también se puso de pie.

—Se lo diré, trata de llevarte bien con ella. Es importante para mí —le indiqué, pero cerró la puerta para no dejar que saliera.

—Seré lo más amable que pueda, pero en verdad voy a morir si no me das un beso —dijo y lo hice. Ambos lo queríamos—. Por fin, no podía pensar.

—No exageres —dije avergonzada, después de ese beso que me dejó con ganas de más.

—No lo hago —dijo e hizo que tocara su erección—. Tendré que meter cubos de hielo en la bañera por un buen rato.

—No te lastimes, esta noche pasa por mi cuarto —lo aparté de la puerta nerviosa.

—¿Es en serio? —preguntó con demasiada felicidad.

—Iré con Lena —nopude verlo a los ojos porque hizo que me sonrojara.

Autora: Osaku

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