Papá

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Capítulo ciento treinta

Melanie y Pablo regresaron de su luna de miel. Habían pasado las mejores vacaciones de sus vidas. Se habían acercado aún más. Por lo que al volver a la rutina empezaron a extrañarse. Encima, Melanie debía ir a cenar con Leonardo y Rafael para hablar sobre Miguel, su padre. Ella se sentía algo incómoda al saber que esos dos hombres eran sus tíos. Rafael no tenía muchos años más que ella y Leonardo tenía casi la misma edad que Pablo. Aun así, aceptó ya que ellos casi le imploraron que fuera para conversar sobre algunos asuntos que no podían tratar de otro modo.

Ella quería que Pablo la acompañara, sin embargo, él tenía una reunión por lo que no podía hacerlo. En su lugar fue Alondra, ella había estudiado derecho y a partir de ahora sería su abogada. Melanie le había pedido que se hiciera cargo de lo referido a la empresa de los Pirca junto con el equipo de abogados de Pablo. Y ahora que también lo hiciera con los Dinamo. De no tener nada había pasado a ser la heredera de dos imperios y eso la tenía demasiado abrumada.

—Bienvenida Mel —dijo Rafael al abrirle la puerta de su casa. Sin embargo, al notar que Alondra la acompañaba, suspiró.

—Disculpa que no te avisé antes, pero ella será la que se haga cargo de mis asuntos mientras termino la universidad —explicó Melanie.

—Por supuesto, no hay problema —dijo Rafael fingiendo una sonrisa.

—Mel, Ala, pasen —dijo Leonardo acercándose a la entrada. Llevaba un delantal negro—. Hice fideos caseros para que comamos. En realidad, los hizo Jana y yo los voy a calentar.

—Deja de comportarte como si fuera tu casa —lo reprendió Rafael.

—Tengo derecho, después de todo fui yo el que consiguió la comida.

Los hermanos Dinamo discutían mientras Melanie y Alondra pasaban. Los cuadros que Rafael tenían colgados eran frescos de autores jóvenes. Melanie se quedó mirando uno en particular mientras Alondra dejaba su campera y su bolso en una silla.

—Usas buenas marcas —dijo Rafael al ver.

—¿Es ilegal que me guste la moda? —preguntó ella pensando que él estaba atacándola.

—Solo decía —Rafael no había tenido la intención de ser grosero. Sin embargo, como dice el dicho, hazte la fama y échate a dormir.

—Tu casa es preciosa, gracias por invitarme a cenar —Melanie estaba ajena a la discusión de esos dos.

—Me alegro de que vinieras, después de todo somos tus tíos —sonrió Leonardo—. Es extraño si lo reflexionas. Todos los presentes lo somos.

—De hecho, ella no es hija de nuestro padre —susurró Rafael a Leonardo y este lo miró sorprendido.

—¿De qué estás hablando? En la cena con mamá le dijiste que nuestro padre había tenido otra familia.

—Y fue así. Llevan el apellido de nuestro padre los cuatro hijos.

—María y yo somos hijas de otro hombre. —Anunció Alondra molesta. Odiaba la idea de saber que su padre no era el único que había sido infiel. Al parecer, sus padres se llevaban bien porque eran iguales.

—De todas maneras. Si ella es hermana de Milton y él es nuestro hermano, somos hermanastros —declaró Rafael.

—No entiendo —dijo Melanie ajena a todo lo que había ocurrido.

Rafael le explicó que hacía poco había tenido que empezar a trabajar en la empresa de su familia. Y fue cuando se dio cuenta de que su padre desviaba fondos de la empresa de los Dinamo y no justificaba los gastos. Por lo que al investigar un poco más a fondo descubrió que él le mandaba dinero a la mujer con la que había tenido una segunda familia. De este modo descubrió que Milton, Cielo, Alondra y María, cuatro hermanos, llevaban el apellido de su padre. Sin embargo, al hacerles pruebas de ADN, solo Milton llevaba la sangre del hombre. Las edades coincidían. Milton tenía la edad de Miguel, el padre de Melanie. Cielo la edad de Leonardo y Alondra la edad de Rafael. Lo que, si bien era posible, parecía extraño para este último que su padre estuviera con las dos mujeres en el mismo tiempo, siendo que Vivían en diferentes países.

—Alondra, ¿estás bien? ¿Por qué no me lo dijiste? —preguntó Melanie sorprendida.

—No te conté porque no era relevante. Padres son los que se quedan a criarte. Quien me dio la vida no lo hizo, quien me crio decidió abandonarnos cuando mi hermana Cielo murió, por lo que para mí él está muerto también —dijo Alondra mirando a Rafael molesta. Hubiera deseado no saber nunca la verdad.

—Aun así, siempre serás mi prima y te quiero. Debes decirme cuando te sientas mal. ¿Sí? —Melanie la abrazó y Alondra sonrió.

Una bella y sincera sonrisa que ablandó la dureza que quedaba en el corazón de Rafael.

—Es duro enterarse de estas cosas. A mí me costó mucho, pero se nota que tú eres más fuerte que yo —dijo Melanie y soltó a Alondra.

—Traeré algo para beber. Alondra, ¿te gusta el Malbec? —preguntó Leonardo.

—Por mí está bien —dijo ella con una serenidad que la preocupaba.

—Yo agua —le recordó Melanie a Leonardo y este sonrió.

—Lo sé, Pablo me asesinaría si te diera alcohol —bromeó Leonardo.

—Estas son algunas fotos de nuestro hermano. Nos pareció interesante que las veas y te las quedes si lo deseas —dijo Rafael a Melanie.

—No lo sé, sería extraño. Ustedes lo conocieron, para mí es una persona más —reconoció Melanie—. Incluso esto de ser parte de su familia. Lo veo como algo ...

—¿Forzado? —preguntó Alondra.

—No quiero ofenderlos, pero si es por mí prefiero no cambiar mi apellido.

—¿Es porque eres una Pirca? —preguntó Rafael algo dolido.

—Para nada, le dije a Pablo lo mismo. Soy y seré siempre una Brown. Mi padre me crio y me aceptó pese a no tener la misma sangre que él. Por lo que no deseo ni cambiar mi nombre ni tomar un lugar que no es mío.

—Toma —dijo Rafael y le pasó un diario viejo—. Deberías leerlo antes de decidirte. Me lo entregó mi padre en la cena que tuvimos hace un par de semanas. Miguel siempre buscó a la mujer de la que se había enamorado. Supo de su hijo y también lo buscó, pero mi familia le impidió tener contacto contigo.

Melanie se quedó admirada, nunca pensó que sus padres se habían querido. La edad de la verdadera Melanie (Cielo) era la misma que la de Miguel cuando quedó embarazada, dos adolescentes de mundos distintos. Una, prisionera de su pasado, huyendo de un destino turbulento y el otro un muchacho adinerado sin posibilidades de decidir nada por sí mismo.

—Gracias, Rafa, supongo que lo leeré y te lo regresaré —dijo Melanie algo emocionada.

—Es tuyo, puedes conservarlo —dijo Rafael y se levantó de la mesa para ir a buscar algo—. Al igual que esto.

Dio vuelta un cuadro y Melanie no lo pudo creer. En la pintura aparecía Miguel pintando otro cuadro en donde estaba su madre de espaldas y ella en sus brazos.

—Supongo que era el sueño de mi hermano encontrarlas.

—No sé qué decir —Melanie tenía los ojos llenos de lágrimas.

—Mel —Alondra la abrazó y la contuvo mientras ella trataba de calmarse. 

Autora: Osaku

Ponle la firmaWhere stories live. Discover now