Te amo, Mel

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Capítulo cincuenta

Melanie había venido hasta mi oficina, y aunque me había hecho muy feliz verla se notaba que algo le ocurría. El problema era que parecía no poder empezar a hablar.

—Mel, no importa lo que sea. Si no me lo dices no podré ayudar —le dije y acaricié su mejilla.

Sabía que tenía que ser cuidadoso para no espantarla, pero me costaba mucho estar cerca de ella sin tocarla. Melanie me miró con esos faroles azules y sonreí por inercia. Su mirada cambió y tras colgarse de mí, me besó. Ella a mí, eso fue sublime.

—Sé que no debería pedir esto, pero ...—dijo ella y sacó mi camisa de mis pantalones y apoyó sus manos sobre la piel de mi espalda.

—¿Por qué no? Sabes que te daré lo que quieras. No importa lo que sea —dije y la besé. Hice un gesto con la mano para que las cámaras de mi oficina lo tomaran como señal para apagarse—. ¿Quieres que vayamos a mi dormitorio?

—No, están Leo y Lena —parecía avergonzada—. No quiero que ellos se enteren aún.

Después de escucharla decir eso tomé sus brazos y los aparté de mí. Necesitaba tener el control o podría lastimarla. Los coloqué sobre su cabeza mientras que besaba esos labios gruesos y tan tentadores. Ella parecía querer más por lo que la cargué y la llevé a mi escritorio, la solté suavemente sobre el mueble de madera. Ella me quedó mirando cuando estuve por bajar.

—No, quiero hacerlo —ella parecía muy excitada.

—Amor, debo prepararte o podrías salir lastimada —le recordé y volví a besarla.

Entre los dos le quitamos la ropa que llevaba sobre sus pech*s, eran más hermosos cuando sus pezones se ponían duros. Me daban ganas de morderlos, sin embargo, les pasé la lengua y al notar como ella se estremecía la ayudé a quitarse los pantalones y quedando solo con sus bragas las aparté para poder meter uno de mis dedos en el calor de su interior.

—Pablo...—ella gemía mi nombre. ¿Habría algo más maravilloso que eso?

—Quiero hacerte feliz, eres todo para mí —le aseguré.

—Entonces dámelo —ordenó mientras me agarraba del cabello. Parecía estar muy excitada, sin embargo, si su interior necesitaba más tiempo.

—Amor, puedo hacerte daño. Dame más tiempo —le pedí, no podía cometer errores con ella. No iba a ser yo quien la lastimara.

—Entonces apártate —dijo empujándome hacia atrás.

Aunque lo hizo de una forma cariñosa, por un instante creí que se había molestado conmigo. Sin embargo, ella se bajó del escritorio y se arrodilló ante mí. No era posible, ella había tomado la iniciativa de nuevo. Traté de pensar en algo desagradable para no correrme en su boca, pero me fue imposible. Melanie era mi tentación, todo en ella hacía que la deseara con locura. Incluso escuchar su voz hacía que me empalmara cuando nos veíamos.

—Solo hazlo —me ordenó, ella lo quería, deseaba que yo me dejara ir.

Y como soy suyo, soy solo su esclavo que moriría por ella, lo hice. Temí que fuera mucho, que le desagradara el sabor o que incluso se ahogara, ya que tenía demasiada fuerza. No había sido capaz de tocarme antes de verla

—Ahora sí, házmelo.

¿Había hecho esto para que mi erección fuera menor? Se puso de pie como si se sintiera satisfecha y se colocó boca abajo sobre mi escritorio. Aún llevaba sus lindas braguitas, eran blancas y de algodón, muy tiernas.

—Dime si quieres que me detenga —indiqué

Tomé mi erección, la cual había disminuido muy poco su tamaño y le di un par de pinceladas por su hendidura húmeda. A penas entré, no deseaba lastimarla, sobre todo porque yo era el segundo hombre con el que había estado, eso era bastante para una chica sin mucha experiencia.

—Sigue —me pidió al notar que no me movía.

—¿Por qué no vamos a la ducha o a la piscina? —le pregunté al darme cuenta de que con solo rozarla el tamaño había aumentado. Estuve investigando, y el agua no solo ayudaba a lubricar, sino que hacía que el interior de las mujeres se dilatara con más facilidad.

—Quiero aquí —dijo, pero necesité salir. Por un instante pensé ver sangre y me asusté—. Pablo, ¿estás bien?

—Sí, lo siento Mel, pero esta posición es arriesgada para que sea la del comienzo —le expliqué y la abracé.

—Confío en ti —dijo y me besó. —Gracias, ojalá yo pudiera hacerlo también —estaba preocupado.

Si no podíamos hacerlo a diario su cuerpo se desacostumbraría a mí y recuperaría su forma normal. Eso hacía más posible que sufriera algún desgarro.

—¿Y si me subo yo? —me preguntó con las mejillas rozadas. La besé mientras ella me quitaba la camisa—. ¿Puedo hacerlo? Mel era tan tierna que no podía negarle nada.

—Pero con cuidado, me tienes muy caliente —le aseguré y me llevó hasta el sofá de mi oficina.

Lo observé extrañado, aunque yo mismo lo había mandado a poner ahí, no recordaba su presencia. Lo más probable fuera que Melanie obnubilara mi mente. Era la única explicación a mi actitud tan descuidada.

—¿Así está bien? —me preguntó mientras tomaba mi miembro con su mano y lo acomodaba para que entrara en ella.

—Como a ti te guste, amor, a mí me encantas siempre —dije y la besé en los labios.

Me dejó sin aire, ella me introdujo en su interior sin reparo. Todo de una sola vez y aunque estaba preocupado por Mel. No pude evitar sentir placer, mucho placer.

—Esto es increíble —dijo ella con la respiración entre cortada—. ¿Te gusta?

¿Cómo no iba a gustarme? La mujer de mis sueños estaba haciéndome el amor.

—Te amo —mierda, no sé por qué se lo solté así. Había tratado de contener esa palabra desde que noté el gesto que puso en casa de Leo. Ella no estaba feliz con eso, podía ser que fuera demasiado para Mel y como un tonto volví a decirlo.

—Entonces no te detengas —dijo sonriendo y apoyó su cabeza en mi cuello.

Autora: Osaku  

Ponle la firmaWhere stories live. Discover now