Seré el mejor

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Capítulo ochenta y nueve

—Pablo, el médico, dijo que deberías cuidarte —le recordó Melanie, al notar que él quería hacerlo con ella. Acababan de regresar al hotel donde se alojaban.

—Amor, me siento bien. Ahora que seré tu esposo necesito de ti —dijo Pablo haciendo que Melanie sonriera.

—Deja de decir tonterías, siempre quieres estar dentro mío —le reprochó ella.

—Entonces ya me conoces, no me lo niegues —él le quitó el vestido.

—Espera, Pablo —ella lo abrazó—. Quiero que te lo tomes con calma. Fueron tres semanas las que estuviste en coma. No hagas que me preocupe.

—Está bien —él se acostó a su lado—. ¿Qué propones?

—Deja que te ayude a descargar hasta que estés completamente bien —dijo ella y bajó hasta su entrepierna para besarlo.

Al otro día Pablo se encontró solo en la cama. Melanie había jugado con su ereci*n durante toda la noche, lo había hecho llegar hasta que ya no hubo nada que sacar. Sin embargo, no había querido hacerlo. No comprendía que él se sentía bien.

Sin embargo, alguien lo había drogado y envenenado. Era normal que ella se preocupara por él. Al levantarse de la cama e ir a la entrada de la suite donde estaban notó que ya estaban los bolsos armados.

—¿Te parece que vayamos a desayunar y luego nos marchemos? —le consultó Melanie, quien llevaba puesto un hermoso vestido blanco.

—Eres un ángel —dijo él y se acercó para besarla.

—Abel dice que podemos tomar el siguiente vuelo —ella rozó con su nariz la barba de su prometido.

—No te acerques a él ni a Bernabé por ahora —dijo Pablo mientras pasaba su mano por debajo del vestido, sintiendo la suave piel de la joven mujer frente a él.

—¿Pasa algo? —preguntó notando como la lengua de Pablo entraba en ella. Tuvo que sostenerse de la pared para no caer—. Pablo, no, por favor.

—Dijiste que podía desayunar, así que eso estoy haciendo —dijo él para luego continuar.

Melanie se sonrojó al notar que alguien los observaba.

—Pablo —dijo ella apartándose.

—Lo siento, señores —Bernabé salía del dormitorio de Melanie con sus maletas—. Volveré después.

—No —Pablo estaba enojado, aun así, se puso de pie, y tras limpiarse la boca con un pañuelo tomó la mano de Melanie, miró a Bernabé—. Lleva las maletas al coche y espéranos abajo con Abel.

—Si jefe —dijo el muchacho mientras Pablo volvía a su cuarto con Melanie.

—¿Cómo pudiste? Qué vergüenza —ella sentía que no podría volver a ver a los ojos a Bernabé.

—Creo que él me envenenó —soltó Pablo haciendo que Melanie abriera grande los ojos de la impresión.

Sin embargo, Pablo volvió a meter su cara en la entrepierna de su mujer.

—¿Podemos hablar primero? —preguntó ella.

—Está bien —él metió uno de sus dedos haciendo que Melanie se estremeciera—. Si bien tengo más pistas en contra de Abel, considero que es una trampa de Bernabé, ya que sabe que Abel trabajó primero para Caín, por lo que les puse una prueba a ambos. Pronto sabremos cuál de los dos me engañó y dejó que me envenenaran.

—¿Piensas que Bernabé trabaja para Caín? —preguntó Melanie con dificultad para hablar. Él estaba haciendo un gran trabajo tocándola de ese modo.

—Me parece que trabaja para más de una persona. Por mi cuenta hice que cuando saliéramos del hospital evaluaran mi sangre. Ya antes habían tratado de drogarme para dejarme inconsciente y al parecer soy alérgico a los somníferos, muy susceptible, diría mi médico. Lo que a una persona lo hace dormir una noche a mí me afecta semanas. Tal vez no querían matarme —explicó Pablo a su preciosa mujer que hacía caras demasiado eróticas.

—Pablo, no puedo más —dijo ella y él la besó en la boca para luego bajar y recibir su hermoso orgasm* con su lengua.

—Eres lo más delicioso que he probado en mi vida —dijo él satisfecho.

—Dices tonterías —ella no podía creer que hiciera eso, hacía que se avergonzara mucho más con esa actitud.

—Solo es la verdad. Me encantas, nena. Desearía que nos quedáramos así por siempre.

Pablo sabía que en cuanto anunciara su compromiso con Melanie los problemas aumentarían y no deseaba que ella tuviera que experimentar eso, pero le había pedido que la hiciera parte de su vida. Por lo que debería estar al tanto de lo que se les esperaba.

—Nunca me has dicho nena —Melanie sonrió.

—Pues eres mi nena, te llevo diez años. Podría decir que eres mi bebé, pero así les diré a nuestros hijos. Serán siempre mis bebés —Pablo acariciaba los labios de Melanie mientras decía eso.

—¿Lo dices en serio? ¿Te gustaría ser padre? —preguntó ella subiéndose sobre él.

—Me gustaría tener todas las experiencias que tú aceptaras darme, y para ser padre dependo de ti en muchos sentidos —dijo él acariciando su abdomen.

—¿Te gustará verme con una barriga enorme? —preguntó ella bromeando.

—No hay manera de que puedas dejar de gustarme —le aclaró Pablo.

Melanie trató de hacer que él entrara en ella.

—Espera amor, hace mucho que no lo hacemos —Pablo no quería lastimarla.

—Estuve practicando con un reemplazo —dijo ella y él la miró extrañado—. Compré uno de látex para que me ayude cuando tú no estás. Así mi cuerpo puede recibirte siempre que quieras.

Pablo no podía creer que Melanie hubiera hecho algo así, solo para estar lista cada vez que quisieran hacerlo.

—¿Por qué no me lo dijiste anoche? Debes mostrármelo —dijo él sonriendo.

—No quería que te esforzaras demasiado. Está en mi maleta —dijo ella mientras se movía para que él la sintiera.

—Nena, vas a hacer que me pierda en ti —le advirtió él y se sentó en la cama para tenerla cerca.

—Es lo que más deseo —dijo ella y lo besó.

—Seré el mejor esposo —aseguró Pablo, y tras un par de embestidas más llegó dentro de Melanie.

Al final no volvieron ese día, Melanie y Pablo se quedaron el resto del día en el hotel recuperando el tiempo perdido. Eso le dio tiempo a Pablo para que le trajeran información sobre quien era la persona que lo había engañado. Cuando volviera a casa se haría cargo del traidor. Mientras tanto aprovecharía de las horas que les quedaban, junto a la mujer que amaba. 

Autora: Osaku

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