Milton

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Capítulo ciento treinta y cinco

—Rafael es un buen muchacho. Según me dijo Pablo, su padre nunca los trató bien. Ni a él ni a Leo.

—Mi padre, es decir, el señor Albear. No puedo negar que a mí me hizo sentir querida. —Alondra se dio cuenta de que eran dos versiones del mismo hombre.

—Puedes decirle papá si lo deseas. Nadie va a decirte nada —le aseguró Melanie.

—Prefiero no hacerlo —dijo Alondra cargando un gran peso en su interior.

—Sé que lo que te voy a decir es difícil de poner en práctica. Pero lo mejor es hacer el duelo y seguir adelante. No quedarnos con el malestar que nos generan esas personas que nos abandonaron, nos engañaron o nos traicionaron. Porque si lo hacemos les estaremos dando poder sobre nosotros. Tal vez, lo que más nos pesa es todo lo bueno que dijimos o sentimos sobre ellos mientras éramos estafados —dijo Melanie mientras subían al coche—. Mi verdadera madre no parecía ser una buena persona con quienes la rodeaban, pero me regaló la vida y me permitió vivir en una familia amorosa. Le estoy agradecida por eso.

—No sé si algún día podré perdonar al señor Albear, pero intentaré no molestarme con Rafael. No tiene la culpa del padre que le tocó, y menos de la familia que lo crio.

—Claro, además si te gusta será difícil para ti conquistarlo si todo el tiempo están peleando —dijo Melanie y Alondra la miró sonrojada.

—¿Qué? No me gusta —se apresuró a decir ella mirando hacia otro lado.

—¿No? —preguntó Melanie sonriendo.

—Claro que no —Alondra empezaba a ponerse nerviosa.

—Me equivoqué entonces —Melanie estaba contenta, su prima por fin parecía estar menos estresada.

—Además, aunque me gustara, es el medio hermano de Milton, sería inapropiado salir con él —se respondió Alondra a sí misma en voz alta.

—¿Por qué? No sería pariente tuyo. Si lo piensas, yo me casé con mi tío —rio Melanie—. Pablo es el hijo adoptivo del señor Pirca. Por lo que con tu lógica soy una sucia incestuosa.

La broma de Melanie hizo que Alondra se relajara un poco más.

—Eso es distinto. —Ambas rieron—. ¿Qué quieres comprar?

—Me gustaría darte las gracias por todo lo que estás haciendo por mí. Así que quiero que usemos la tarjeta negra que me dio mi esposo y renovemos tu guardarropa.

—No, es demasiado, Mel —se negó Alondra. No quería eso de su prima.

—Escucha, no sé cuánto dinero me dejarán utilizar al mes de la herencia de los Pirca, pero Pablo me dio esto y me pidió que lo emplease para lo que quisiera —dijo Melanie mostrándole la tarjeta—. Y cuando me puse a pensar me di cuenta de que no hay nada que quiera para mí. Tal vez soy demasiado sencilla por cómo me crio mi padre. Sin embargo, quiero hacer algo por ti y por mi tía. Ustedes son mi familia y quiero ayudarlos.

—No, Mel —Alondra se mostraba avergonzada.

—Sí, lo pensé bien y la verdad es que siento que no me sirve de nada tener dinero si no puedo ayudar a las personas que quiero. Mi tía está mal de salud, por lo que le pregunté a Pablo si existía la posibilidad de comprarles una casa, a ella y a mi padre. La empresa donde trabaja papá está aquí también, por lo que puede pedir un traslado —Melanie estaba contenta contándole su idea—. Si tú y Milton quieren, puedo hablar con Pablo para que les den un departamento en la empresa y puedan trabajar de lo que les guste.

—Mel, me siento mal —dijo Alondra de repente.

—¿Qué te ocurre? —preguntó Melanie preocupada. Su prima se había puesto pálida.

—Será mejor que me vaya a casa. Me duele el estómago, debe ser el almuerzo que me cayó mal.

Melanie la acompañó hasta su casa y cuan do llegaron le preguntó si quería que la llevara hasta su piso y Alondra rechazó su ofrecimiento.

—Gracias por traerme —Alondra se despidió y entró.

Cuando abrió la puerta del departamento que estaba alquilando, la figura de un hombre apareció en su pequeña cocina.

—Me asustaste —dijo ella al ver a su hermano Milton.

—¿Por qué tienes esa cara? —preguntó él.

Milton había regresado al país al enterarse de que su padre estaba con vida, se había encargado de hacer averiguaciones y descubrió lo que había ocurrido tras su supuesta muerte.

—Mel quiere traer a mamá a la ciudad. Me dijo que pretende pagarle el tratamiento y quiere darnos empleo a los dos. Ella quiere ayudarnos —Alondra estaba llena de culpa.

—¿Y qué? ¿Eso cambia el hecho de que Cielo muriera a manos de esas personas? —preguntó Milton sin nada de culpa—. Seguro sabe la verdad y quiere redimirse.

—Ella no sabe nada. No podría mirarme a la cara si lo supiera —dijo Alondra frustrada.

—Escucha bien, los Dinamo son nuestros enemigos. Y si ella acepta ser uno de ellos es su elección. Nuestro padre debería darnos la mitad de todo lo que esos dos tipos tienen —aseguró Milton. Su parecido con Miguel era mucho.

—El señor Albear no posee nada, todo está a nombre de la señora Dinamo, ella y sus dos hijos son los herederos de esa empresa. Él solo es un empleado —aseguró Alondra.

—¿Qué pasa? ¿Te arrepentiste? —preguntó su hermano y se acercó a ella.

—Melanie no es una mala persona.

—Acepta lo que sea que quiera darnos. Será mejor mantener perfil bajo. Una vez que tengas todas las contraseñas, desviaremos los fondos de los Dinamo a la cuenta que tengo en el extranjero, nos llevaremos a mamá y a María con nosotros y viviremos en paz por el resto de nuestras vidas —dijo él acariciando la mejilla de su hermana—. Melanie tiene el dinero de los Pirca. No necesita la herencia de su padre, ese dinero me pertenece por derecho. Solo quiero que regrese a nosotros en compensación.

—Lo sé —dijo Alondra mirando el suelo.

—Piensa en Cielo, nuestra hermanita merecía vivir —Milton estaba manipulando a Alondra con el recuerdo de su hermana fallecida.

—Voy a darme una ducha, deberías llamar a Melanie y decirle que regresaste. Tal vez te compre una casa a ti también —dijo Alondra apática.

—Lo haré —Milton parecía feliz, siempre había podido manejar a sus hermanas.

Alondra entró al baño, angustiada. Miró su móvil, tenía un mensaje de Melanie en el que le decía que le escribiera si necesitaba algo. 

Autora: Osaku

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