Todas las Mel

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Capítulo cincuenta y nueve

Después de escuchar el nombre de Caín en los labios de Melanie, enloquecí. Una ira inmensa me invadió deseando acabar con cada uno de los que hicieron mal su trabajo, provocando que ella se encontrara con ese maldito. Yo había dispuesto todo de una manera en la que sería imposible para Caín acercarse a ella sin previo aviso. Abel tendría que responder por esto una vez que estuviéramos a solas.

—Pablo, despacio —dijo Mel cuando la metí con ropa y todo en el hidromasaje, durante el camino nos habíamos estado besando y estaba muy caliente por cómo ella había reaccionado al hacerlo.

Busqué un hotel cerca y por suerte había uno de los míos por ahí. Así que la llevé hasta una de las suites sin pensarlo dos veces.

—Lo siento, dime si quieres que me detenga —me dolía de solo pensar que me pidiera que parara, por suerte no lo hizo—. Eres todo para mí, vida.

Necesitaba decírmelo a mí mismo, ya que estaba muy alterado. No había podido volver a casa y golpear la bolsa por unas cuantas horas, como estaba acostumbrado a hacer siempre que las cosas no salían como yo esperaba. Puesto que al ver el coche de Mel, mi cuerpo abandonó la razón y fui en dirección a ella, aunque estaba furioso. Creí que un abrazo suyo haría que me calmara. El problema fue que incrementó mi deseo por mi amada.

—Bésame —me ordenó, parecíamos estar en sincronía. ¿Sería su periodo que la ponía tan caliente?

—Tócame —le pedí y al ver mi erección noté lo tensa que se puso. Ella y yo estábamos seguro de que eso no podría caber en su interior, así que solo podríamos frotarnos esta vez.

Una vez que ambos quedamos desnudos y empapados por la lluvia de la ducha, noté lo caliente que mi pequeña estaba. Iba a hacerla mía de la manera que me permitiera. Ella se subió sobre mí, hasta ahora nunca se había comportado tan intrépida. Incluso, sin querer, hizo que se sumergiera en el agua el frasco que tenía el líquido para las burbujas. Esperaba que esa porquería no irritara el interior de Melanie, ya que a mi ex le daba alergia. Tensé el rostro, no quería pensar en esa mujer cuando estaba con Melanie. Introduje uno de mis dedos en su interior y ella se estremeció como si hubiera llegado. ¿Tan sensible podía estar? Metí el segundo y ella mordió mi labio inferior.

—Más —me suplicó Melanie y la miré sorprendido. Ella parecía haber perdido el control, al igual que yo. Eso no era bueno, coloqué un tercer dedo y se sujetó de mí—. Te quiero dentro.

—No puedo, sabes que te lastimaré si lo hago.

Esta vez, debía ser la voz de la razón, aunque no quería y mi cuerpo me incitara a hacer lo que me pedía. El simple hecho de estar con ella en su periodo era algo inédito para mí, nunca quise ver sangre después de mi primer encuentro con una mujer. Y aunque esto no era lo mismo, se parecía. Mi ex había querido que se lo hiciera así muchas veces, pero me negué rotundamente. Sin embargo, aquí estábamos Melanie y yo. Deseándonos con locura incluso en un momento tan particular para ella.

—Penétrame —ordenó tomándome del cabello y frotándose contra mí. Su exigencia hizo que deseara aún más complacerla, por lo que la coloqué a horcajadas sobre mí y le di lo que pedía.

Fue increíble como nuestros cuerpos se amoldaron a la perfección en el agua.

—Mel, tengo miedo —dije, aunque no me detuve y seguí entrando lentamente en ella.

—Solo sigue, dame más —me suplicó como si de eso dependiera su vida. Hasta ahora nunca había sido tan avasallante, tan exigente y caliente al estar conmigo.

Me abrí paso entre las paredes de su interior y una vez que sentí que ya no entraba más, la miré preocupado, ya que ella me clavó los dedos en la espalda. ¿Estaba haciéndole daño?

—Márcame —su pedido lo hizo acompañando el movimiento de su cuello como si me estuviera mostrando donde pretendía que lo hiciera. Sus rizos dorados estaban mojados y caían por el peso haciendo que se notara aún más el largo de su cabello.

La besé con fuerza, incluso la lamí y clavé mis dientes, pero no la marqué. Era obvio que se estaba dejando llevar por el momento, pero me odiaría cuando el calor se le pasara. Nunca pensé que pudiera ser capaz de controlarme en una situación así, sobre todo porque ella era quien impulsaba mi deseo desde que la conocí.

—Dame con fuerza —exigió y noté como ella insistía en que tratara de empujar más en su interior.

—Mierd*, detente vida o te lastimaré —espeté molesto. Deseaba complacerla, pero no a costa de su salud.

—Di mi nombre —pidió mientras sentía cómo se corría—. Dilo.

No hice tiempo a hacerlo, ya que estaba absorto en sus sensaciones, lo bella que era al llegar. Noté que su rostro cambiaba, estaba angustiada y empezaba a llorar.

—Mel, ¿estás bien? ¿Te lastimé? —pregunté aterrado.

—¿Por qué no haces lo que te pido? ¿No soy suficientemente parecida a ella? —me preguntó abrazada a mí, pero muy molesta.

—¿De qué hablas?, cariño —pregunté confundido.

—Caín me miró de la misma manera en la que lo hiciste tú el día que nos conocimos en el club. Estás conmigo porque no puedes olvidarla. Entonces, trátame como a ella para satisfacer tu deseo, sé rudo si lo necesitas. Estoy dispuesta a soportarlo —dijo entre lágrimas.

La aparté y sonreí levemente al saber que no la había lastimado. Lo que más temía era perder el control y hacerle daño. Suspiré y acaricié su hermoso rostro, uno que no se comparaba con el de mi ex. Melanie no solo era mucho más hermosa, sino que su mirada era amable, llena de dulzura, una chica tierna.

—¿Qué te hace pensar que me gustas porque te pareces a ella? ¿No te he dicho que eso es lo que me mortifica? —le pregunté mientras acariciaba su rostro y le daba tiernos besos que sorpresivamente hacían que mi cuerpo reaccionara de nuevo, ella me excitaba—. Un beso tuyo vale más que hacérselo una hora a cualquier mujer, incluso mi ex.

—No mientas —parecía enojada.

—No estoy mintiendo —Acaricié su rostro y la atraje hacia mí—. ¿Cómo haré para que confíes en mis palabras?

Por un instante me quedé en blanco, ¿qué debía decir o hacer para que se sintiera mejor? No podía cambiar el hecho de que era muy parecida a Cielo, incluso tenían el mismo nombre. Sin embargo, su manera de moverse, como hablaba y sobre todo su personalidad era muy distinta.

—¿Recuerdas lo que hablamos el otro día? ¿Por qué no faltas a la universidad y te haces un cambio de estilo? Uno con el que te sientas más segura, cómoda contigo misma. Te acompañaré si quieres. Estaré contigo en todo momento —le aseguré, ya me había dicho que quería teñir su cabello antes de ver a Caín, pero se había hecho para atrás sin motivo aparente.

—¿Te seguiré gustando si no me parezco a ella? —me preguntó con tristeza.

—Claro que sí. No importa lo que hagas con tu apariencia. Ya te dije que es lo que más me gusta de tu persona, y sí, eres hermosa, adoro todo tu cuerpo. Pero entiende que no puedo evitar sentirme atraído hacia ti, sin importar como luzcas. Aunque recién te levantaras de dormir, o te enojaras conmigo, incluso después de ejercitarte, todas las Mel me gustan —le aseguré. 

Autora: Osaku

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