Leo y Lena

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Capítulo ciento nueve

Leonardo estaba acostado desnudo con Lena sobre él, estaban agotados. No tenía idea de cuánto tiempo habían estado haciéndolo. Ella le pedía más en cada una de sus embest*das, y lo había dejado sin energía.

—¿Estás bien? —preguntó él mientras acercaba su mano al rostro de Lena.

—No hables, necesito escucharte —dijo ella acercando su rostro al corazón de Leonardo. Él no pudo evitar sonreír.

Estar al lado de esta mujer iba a ser un reto. Algo a lo que él nunca había deseado enfrentarse. Siempre había huido de las relaciones complicadas. Sin embargo, Lena era distinta a todas, con ella daban ganas de luchar hasta el final.

—Me gusta estar así —dijo Leonardo y ella levantó la vista.

—Seré difícil de tratar. Así que si deseas huir debes hacerlo ahora. Ya que si lo haces cuando te considere una parte importante de mi vida me destruirás por completo —le aclaró Lena.

—No voy a huir, espero que trates de quedarte también —indicó Leonardo y cubrió el cuerpo de ambos con las sábanas.

—Mel debe estar preocupada. Será mejor que vaya a hablar con ella —dijo Lena evitando la conversación.

—No creo que se preocupe. Todo el edificio escuchó como pedias por más. Debe saber qué es lo que hacíamos. Seguramente se imagina por qué —le aclaró Leonardo sonriendo.

—Mierd*, no me di cuenta de que grité. Pero se lo merecen, después de todo tuve que ver esa cosa.

—¿De qué hablas? —preguntó Leonardo.

—El pen* de Pablo, cuando llegué estaban en el living, noté como salía del interior de Melanie —Lena hizo cara de asco—. No me lo hagas recordar.

—Esos dos... —Leonardo recordó la cantidad de veces que los había visto o escuchado teniendo sex*.

—Deberíamos ir a mi departamento —dijo Lena sorprendiendo a Leonardo.

—¿No quieres que Melanie te escuche cuando estamos juntos? —preguntó él algo celoso.

—Dejemos esto en claro, si vamos a estar juntos no quiero celos —Lena recordó que lo que había prometido a detective Hugo—. Además, tengo que contarte algo.

Después de que Lena le explicara a Leonardo el acuerdo que había hecho con ese hombre, este se molestó.

—No tendrás sex* con él a cambio de información —le aseguró.

—Melanie necesita saber de donde viene. Eso de que Cielo sea su madre y que no haya manera de comprobarlo es extraño —aseguró Lena.

—Lo extraño es que tú quieras protegerla como si ella no tuviera a nadie. —Leonardo se dio cuenta de que Lena estaba enojándose—. Hablaré con el detective y le ofreceré otro trato. Ayudaremos a Melanie sin que tengas que exponerte.

—¿Y si no acepta? —preguntó Lena.

—Haré que acepte. Solo confía en mí, prometo mostrarte buenos resultados —indicó el hombre mientras se subía sobre ella.

—¿Qué haces? —preguntó Lena, segura de que ninguno de los dos tenía energía.

—Quiero que sea tu corazón el que me calme ahora. Estoy muy molesto —Leonardo parecía tranquilo, aunque por dentro había estado conteniendo sus emociones. Así era él, no iba a decir todo lo que pensaba como lo solía hacer Lena.

—¿Te ocurre algo más? —preguntó Lena al notar que la expresión de Leonardo cambiaba.

—Problemas con mi familia. Al parecer, tengo cuatro medios hermanos. Rafael me contó ayer lo que estaba ocurriendo. Mi padre tuvo otra familia con la mujer que verdaderamente amaba. Y cuatro hijos. La más pequeña es María, la loca que te secuestró.

—¿Los primos de Melanie son tus hermanos? —preguntó Lena sorprendida.

—¿Ella es la prima de Melanie? ¿Cómo fue que no me di cuenta? Me había olvidado de eso. Maldición —Leonardo estaba furioso.

—Entonces, ¿el tío de Melanie es tu padre? —Lena trataba de atar cabos.

—Así parece, aún debo investigar. Pero, Rafael dice que mi abuelo hizo que asesinaran a una de sus hijas para que volviera con mi madre.

—¿Cielo murió por culpa de tu abuelo? —preguntó Lena sorprendida.

—¿De qué hablas? —A la mente de Leonardo vino su amiga Cielo.

—Una de las primas de Melanie se llamaba Cielo, no pienses que la única que existe es la loca que te gustaba —dijo Lena celosa.

—Lo siento, no sé el nombre de mis medios hermanos aún —dijo él besándola.

—Suéltame, solo puedes pensar en esa maldita mujer —Lena se había puesto celosa.

—Me gusta que me celes, pero preferiría que lo hagas de una mujer viva —sonrió él mientras dejaba una marca en el sen* izquierdo de Lena.

—Aún no puedo creer que todos ustedes se montaron a la madre de Mel —Lena se sacó de encima a Leonardo y fue hasta su baño. Necesitaba calmarse, ellos no sabían que Melanie y Cielo estaban relacionadas.

—Conejita, ¿sigues enojada? —preguntó Leonardo entrando a la ducha con ella.

—No me digas así. Y si, no me agrada esa mujer. Y ahora que sé que fue la madre de Melanie menos —reconoció Lena.

—Cielo es la madre de Melanie. Y eso no va a cambiar. Aunque reflexiónalo, no tiene nada que ver con nosotros —le aseguró Leonardo entrando a la ducha y abrazándola—. Me gusta ducharme contigo.

—A mí también. —Lena se había calmado un poco.

—Debemos intentar no meternos en la vida de otros. Ya será difícil tratar de sostener nuestra relación como para hacernos cargo de los demás —indicó Leonardo.

—Melanie es mi amiga. —Lena no parecía estar del todo de acuerdo.

—Y yo soy tu novio. Nos merecemos el mismo cuidado. ¿No te parece? —preguntó él sonriendo.

—¿Te pones celoso de Mel de nuevo? —preguntó Lena poniendo los ojos en blanco.

—Me pondré celoso de todos hasta que tú me digas que me quieres —bromeó Leonardo.

—Te quiero. —Las palabras de Lena sorprendieron a Leonardo.

En ningún momento se le ocurrió que podía llegar a decirle algo tan importante de ese modo, tan suelto.

—Repítelo —exigió él.

—Nunca —ella lo apartó y comenzó a bañarse.

—Vamos conejita, dilo de nuevo. Estaba distraído. —mintió Leonardo.

—Ese es problema tuyo, ahora déjame bañar que debo volver a mi departamento a terminar una escultura para mi clase de mañana.

—¿Vas a dejarme? —preguntó el molesto.

—¿Eres tonto? Te dije que te vinieras conmigo —Lena no entendía por qué Leonardo actuaba tan tontamente desde que había aceptado salir con él.

Esto sería más difícil de lo que esperaba. 

Autora: Osaku

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