La verdadera fiesta (Parte III)

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Capítulo ciento cincuenta y nueve

—¿Sí? —preguntó Alondra y al abrir la puerta vio a Cielo.

—¿Puedo hablar con Milton? En poco voy a irme y quiero decirle algo antes —dijo ella y Alondra se quedó viéndola. Era increíble el parecido que tenía con Melanie.

—Claro —dijo Alondra y salió de la habitación.

—¿Te vas a ir? —preguntó Milton, preocupado.

Hacia demasiado tiempo que no la veía y esperaba que por fin pudieran comenzar de cero. Una esperanza que poco a poco se fue desvaneciendo al notar la manera de comportarse de Cielo.

—Sí, no quiero incomodar a Melanie, nos parecemos demasiado. Y es obvio como nos mira la gente cuando estamos juntas. Además, ya no pertenezco aquí —dijo ella suspirando.

Cielo había hecho demasiadas cosas mal como para esperar que su hija y su esposo la aceptaran de nuevo en sus vidas. Sobre todo, porque Caín, Pablo y Leonardo seguían siendo amigos.

—¿Qué hay de mí? ¿Solo me usaste para cumplir con tu deseo de venganza? —preguntó Milton sabiendo la respuesta.

En parte se sentía molesto, pero la verdad era que sin ella nunca habría podido ayudar a que su hermana menor descansara en paz. No tenía ni el poder ni los recursos para enfrentarse al demonio que había resultado ser Diana.

—Siento haber sido así contigo. Pero lo nuestro nunca habría funcionado —indicó ella y él la arrinconó contra la cama. No le gustaba escucharla decir eso.

—¿Por qué? Estoy seguro de que él te gustó porque se parecía a mí —dijo Milton recordando a Miguel en aquella época. No cabía duda que ambos medios hermanos se parecían bastante, aunque el color de los ojos de Milton era castaño y los de Miguel eran celestes.

—Soy demasiado egoísta, necesité ser así para protegerme y después para ayudar a que Melanie esté a salvo, al igual que en cierto modo quería proteger a quienes alguna vez me importaron. Cada vez que deseé algo para mí lo perdí a manos de otros. Incluso tuve que dedicarme a falsificar obras durante casi diez años para obtener el poder, los contactos y todo lo que necesitaba para poder hacer que Diana pagara por lo que nos hizo. Y, aun así, casi pongo en riesgo a mi hija, que es la única que me ha dado razones para seguir viva después de la muerte de Miguel. —Cielo sabía que, si ella le decía a Milton que lo quería, este no aceptaría la oferta que los Dinamo estaban por darle, y él se merecía más que una mujer como ella, llena de traumas y dolor.

—Entonces se acabó antes de empezar —dijo Milton con una sonrisa que cargaba mucho dolor.

No quería renunciar a ella, pero ya no tenía la misma energía que cuando tenía quince años. Había sufrido mucho tratando de seguir adelante con su vida. Ahora se valoraba más y se respetaba lo suficiente como para saber que si no lo querían cerca, no rogaría por afecto.

—Sí, de todas maneras, quiero darte las gracias —dijo ella y lo besó en los labios.

En otro momento, Milton habría dado lo que fuera por un beso de Cielo. Pero ahora solo le causaba dolor.

—No fue nada —dijo él apartándola de sí y volviendo con los demás al comedor.

—Me pregunto si alguna vez podrás ser lo suficientemente egoísta para ser sincera con alguien que te importa —dijo Jana parada en la puerta.

—Sabes que no. Estuve demasiado tiempo sola como para adaptarme a los demás. Solo obtengo de ellos lo que me hace bien y luego termino lastimándolos. Está en mi naturaleza —dijo y tras un beso en los labios, abrazó a Jana y después salió también del cuarto.

Cielo no podía permitirse seguir ahí, lastimando a más personas. Ella sabía que tenía la capacidad de deslumbrar a las personas, con su apariencia, su manera de ser y actuar. Había sido siempre un arma de doble filo. Por lo que una vez que hablara con Melanie se iría.

En el comedor estaban todos conversando a justo, sobre todo porque la comida que había preparado Pablo sabia deliciosa.

—Me alegro mucho que podamos comer todos juntos al fin —dijo Mauricio y el padre de Melanie sonrió.

—Claro, aunque es extraño verte después de pensar que habías muerto —dijo el padre adoptivo de Melanie y pasó por su lado.

—Ni me digas —dijo la madre de Alondra.

—¿Por qué no traemos el postre? —Melanie y Alondra fueron a la cocina juntas.

—Lo siento mamá insistió en venir —dijo ella y Melanie sonrió.

—No pasa nada, aunque sea incómodo por momentos, es lindo tener a la familia reunida después de tantos años. Me trae lindos recuerdos.

—¿Cómo está tu madre? —preguntó Alondra a Melanie.

—¿Cuál de ellas? —preguntó Melanie suspirando.

—Cierto, tienes dos. Me pareció extraño que le dijeras mamá a Cielo.

—Solo lo hice para molestar a la señora Dinamo. La verdad es que aún se siente raro decirle así. Prácticamente no nos conocemos. Por otro lado, mi madre sigue internada. El tío dice que... —Melanie hizo una pausa—. Es decir, el señor Mauricio dijo que no hay posibilidades de que mejore. Papá era quien me mandaba las postales imitando la letra de mamá, indicó Melanie con tristeza, había odiado mucho tiempo a su madre

Adoptiva, sin razón. Sin embargo, si su padre le decía la razón por la cual ella había llegado a perder la cordura Melanie no hubiera parado hasta descubrir la verdad y su destino tal vez habría sido muy distinto.

—¿Qué hay de Rafael? —preguntó Melanie sacando los platos.

—Ahora está hablando con Milton. Al parecer le van a ofrecer un puesto en la empresa —dijo Alondra nerviosa.

—¿Y ustedes? —preguntó Melanie—. Parece que se llevan mejor.

—Empezamos a salir, para conocernos un poco más. Pero tranquilos, él se tiene que ir un mes a corea del sur, por lo que no nos veremos hasta que regrese.

—¿Por qué no vas con él? —le preguntó Melanie y Alondra la miró sorprendida. No esperaba que su prima le planteara eso. 

Autora: Osaku

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