Después de la fiesta, noche de pareja

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Capítulo noventa y siete 

—Por fin se fueron todos —dijo Melanie después de entrar a su dormitorio mientras abrazaba a Pablo.

—Lo sé, fue mala idea organizar una fiesta recién llegados —dijo y le dio un beso en los labios a Melanie—. Sin embargo, deseaba que todos supieran que tú y yo estamos juntos.

—¿Por qué? —preguntó Melanie.

—Primero porque me haces demasiado feliz y quería compartirlo con mis allegados, esperaba que ayudara a desistir las malas intenciones de quienes te trataron mal en la fiesta de la otra vez —él acarició su rostro—. Aun así, por la sorpresa no pudieron ocultar sus intenciones.

—Juntos nos haremos cargo de convencerlos, y quienes te hicieron daño... Nos aseguraremos que vayan a prisión —Melanie estaba segura de ello.

Pablo estaba feliz, hasta ahora siempre había estado solo lidiando con personas como Caín y Estefany. Melanie estaba dispuesta a ayudarlo y eso lo llenaba de felicidad.

—Hablando de personas que nos lastimaron. ¿Qué quieres hacer con tu ex y tu prima? —le preguntó Pablo a Melanie.

—¿A qué te refieres? Tú ya les hiciste perder el restorán a su padre y que expulsaran a mi prima de la universidad —le recordó Melanie.

—Me refiero a lo que ocurrió después. Caín te mostró un video donde ellos aparecían quemando la casa de Leo. ¿Quieres que lo usemos para enviarlos a prisión? —le preguntó Pablo sin tapujos. Él estaba acostumbrado a manejarse con personas así. Y una vez que empezaban a vengarse, jamás se detenían.

—Mi tía no se merece ver a su hija en prisión, ya demasiado ha vivido con la muerte de su esposo y una de sus hijas —explicó Melanie—. Sin embargo, ¿podridas hacer que el video les llegue a ellos dos?

—Eso no sería un problema, pero dime, ¿en qué estás pensando? —preguntó Pablo a su amada.

—Deberíamos buscar una manera de darle un indicio de que sabemos lo que hicieron, para que se tomen su tiempo de reflexionar antes de tratar de molestarnos nuevamente —Melanie era mucho más inteligente de lo que Pablo esperaba.

—¿Cómo eres capaz de enamorarme cada vez más? —preguntó él, mientras se disponía a besarla.

—Pablo, ¿no te gustaría ir a la piscina? ¿Así como la primera vez que estuve aquí?

—Siénteme —dijo él tomando la mano de Melanie y colocándola sobre su entrepierna.

—¿Solo por decirte eso? —preguntó ella sorprendida.

—Claro, ese día perdí el sentido por ti —dijo Pablo y la cog*ó en sus brazos.

—¡¿Qué haces?! —preguntó ella asustada.

—Voy a cargarte hasta la piscina —le indicó mientras salía del cuarto.

Una vez que subieron al ascensor, Melanie se bajó y levantando su vestido para poder ponerse de rodillas, presionó el botón que detenía el ascensor para después bajarle la cremallera de los pantalones a Pablo.

—Mel, ¿qué haces? —preguntó mientras su prometida se metía su enorme erecci*n en su boca, y sus labios rozaban su fina capa de piel—. Mierd*, amor. ¿Cuándo aprendiste a hacer eso?

Él había comenzado a sentir el calor de su mujer en todo su cuerpo. Sobre todo, al bajar la vista y verla a los ojos. Para sorpresa de ambos el ascensor abrió su puerta.

—Lo que me faltaba —dijo Leonardo, quien era invitado en lo de Pablo desde que su casa se había quemado.

Él era el único que no se había ido. Estaba en su cuarto, sufriendo el rechazo de Lena cuando le dio sed y quiso ir a buscar algo para beber. Melanie y Pablo no se habían dado cuenta de que el ascensor se había puesto en marcha.

—¿Qué carajo miras? —preguntó Pablo al notar que su amigo no apartaba la vista de Melanie.

—¿Desde cuándo la tienes tan grande? —preguntó Leonardo haciendo que Melanie sonriera.

Pablo ayudó a su prometida a levantarse, aunque su enorme espada seguía firme.

—¿A ti qué te importa? —preguntó Pablo abrazando a su prometida.

—Lena me rechazó, no seas malo conmigo —dijo Leonardo con tristeza. Él no pretendía ser gracioso, su dolor lo tenía desconcentrado.

—¿De qué hablas? —preguntó Melanie sorprendida.

—No importa, sigan con lo suyo —dijo Leonardo y se fue de nuevo a su cuarto.

—No pongas esa cara —Pablo sabía que Melanie le pediría que ayudaran a Leonardo.

—Está triste, es tu amigo —ella acarició el rostro de Pablo.

—¿No podemos ir un rato a la piscina? —preguntó Pablo sintiendo cómo palpitaba su entre pierna.

—¿Tú qué crees que sería mejor? —preguntó Melanie.

—Mierd*, te salvas porque te amo demasiado —dijo mientras acomodaba su erecci*n dentro de sus pantalones.

—¿Leo nunca lo había visto? —preguntó Melanie.

—No se me ponía así antes —explicó Pablo mientras trataba de hacer que esa cosa enorme entrara y permitiera subir el cierre.

—¿A qué te refieres? —preguntó Melanie agachándose de nuevo—. Te ayudaré a que baje mientras me explicas.

—Mel —fue lo único que Pablo pudo decir mientras ella se lo volvía a meter en la boca.

Melanie lo hacía disfrutar como ninguna mujer lo había logrado en el pasado, sus besos, sus caricias y todos sus mimos eran cien veces más provocadores que los que otra mujer fuera podido ofrecerle a Pablo en toda su vida.

Él era capaz de correrse dentro de su boca, apenas sus labios lo acarearán, por lo que trataba de contenerse. Sobre todo, cuando ella estaba de rodillas. Verla en esa posición, tan erótica, impresionantemente fuerte para cualquier hombre. Sentir que una mujer se rendía ante él, y poder cederle el control de su cuerpo, era poético y muy provocador.

—Mel, no aguanto más —dijo Pablo al sentir cómo su cuerpo empezaba a darle indicios de que estaba por llegar.

Ella sonrió y tomó una mano de Pablo y la colocó sobre su cabeza, quería que fuera él quien decidiera el ritmo que ella tenía que usar para llegar.

—¿Segura? —preguntó agitado, mientras que ella respondía acariciando sus testic*los.

Y fue así, que atragantó a su novia con tres emb*stidas rudas para dejarse ir de una forma que jamás pensó que podría. Una vez que Melanie lo sacó de su boca, Pablo se apartó apoyándose en una esquina del ascensor, con la respiración entre cortada.

—Mierd* Mel —dijo sintiendo un hormigueo en sus piernas.

—¿Te gustó? —preguntó ella satisfecha cuando se puso de pie, su prometido había quedado abatido.

La primera vez que lo hizo, Melanie creyó que sabría amargo, sin embargo, la dieta de Pablo era equilibrada y eso se reflejaba en su sabor.

—Un día de estos vas a matarme —sonrió Pablo recuperando las fuerzas.

—Necesito una copa —dijo ella disimulando y presionó el cuarto piso—. Mientras, tu ve a hablar con Leo. 

Autora: Osaku

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