El señor Pirca, Pablo

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Capítulo setenta y nueve

Leonardo volvió por la noche y se fue directo a su cuarto, no hablamos ni una vez desde que lo golpeé, pero no estaba listo para pedirle disculpas. Después de todo su pene estuvo en la mano de mi novia. Lena salió y solo regresó por la mañana. Melanie y yo pasamos el día juntos buscando un departamento para ella y Lena. Dormimos en la misma cama, no volvería a dejarla sola después de lo ocurrido con Leonardo. Al despertar me pidió que las acompañara hasta el aeropuerto, ella y Lena irían a casa de su padre. Me molestaba no poder acompañarla, pero la verdad era que yo también debía viajar. Las cosas no habían salido como esperaba y necesitaba corregir los imprevistos.

—¿Por qué estás tan serio? —me preguntó Melanie y sonreí.

—Voy a extrañarte mucho —le aseguré.

—Solo serán tres días. Estarás bien sin mí.

No era fácil para mí apartarme de ella después de haber conectado tan bien hasta ahora, sin embargo, esperaba que ella entendiera que no estaba prisionera en mi jaula de oro. Así había dicho ella que se sentía cuando yo la protegía y le pedía que se quedara conmigo.

—¿Vamos Mel? —Lena nos apresuró.

Esa chica seguía sin caerme bien, pero después de ver cómo mis dos amigos se interesaban en ella traté de calmarme un poco. La verdad era que Melanie actuaba distinto cuando estaba con ella, y eso me ponía demasiado celoso. Debía entender que ella y mi novia solo eran amigas, y no era un riesgo para mí. Por lo menos por ahora.

—Pablo, debes darme el bolso —me indicó Melanie y tras un beso que para mí fue demasiado corto, nos despedimos.

***

Al volver a la puerta de mi hogar miré hacia arriba. Lo que nadie sabía era que este lugar era más que un lindo edificio. Aquí yo guardaba las obras de arte más valiosas del mundo cuando las recuperaba.

—Señor Pirca, necesitamos que le ponga especial atención a esto —dijo Abel, quien ahora trabajaba en mi oficina.

—Encárgate de esos documentos y dime que fue lo que pudieron averiguar de la madre de Melanie como la de Cielo. Necesito saber si son la misma mujer. Así como abandonó a Cielo a los trece años pudo hacerle lo mismo a Melanie —dije mientras buscaba en uno de mis cajones el cabello de Melanie que había recogido de uno de los cepillos con los que ella se había peinado tiempo atrás.

—No sabemos mucho sobre la verdadera madre de Melanie aún, parece que alguien con dinero escondió su identidad. Pero si tenemos algunas cosas sobre la madre de Cielo. Al parecer, la mujer murió dos años después de dejar la casa de su pareja. Coincide con el nacimiento de Melanie —dijo Abel mientras sacaba los documentos, la mujer era muy parecida a Cielo y a Melanie.

—¿Crees que pueden ser hijas de la misma persona? —pregunté preocupado. A Melanie no le gustará saber que ella y Cielo son hermanas.

—¿Tenemos manera de comprobarlo sin los padres o su ex? —respondió Abel con otra pregunta.

—Los restos de Cielo no se pueden conseguir —indiqué con frustración. Caín había tomado posesión de ellos y la había cremado.

—No tiene nada, ¿ni un pañuelo con sangre? —Abel era un buen detective.

—Te refieres a que algo viejo serviría? —pregunté tratando de recordar.

—No importa el tiempo, solo necesitamos estar seguros de que son sus fluidos corporales, o tejido —me explicó y traté de recordar.

—No tengo nada de ella, pero Leonardo y Caín tal vez sí.

—Sabe que no es buena idea traer ese tema a colación en este momento —me aseguró Abel.

—Claro, que lo sé, pero las cosas de Leonardo están en uno de mis depósitos. Tal vez podríamos ir por la tarde y ver que encontramos —dije y sentí un fuerte dolor punzante en mi cabeza.

—Señor Pirca, ¿se encuentra bien?

—Solo estoy cansado —aseguré y le pedí que me mostrara el resto de información que teníamos de la familia adoptiva de Melanie.

—Su padre tenía una empresa con su tío. Al parecer se metió en un problema serio y las acciones de la compañía bajaron. El tío de Melanie falleció y esto llevó a las dos familias a pasar un mal momento económico. Su madre se fue cuando ella cumplió once años y solo le enviaba una postal cada año. Algo que nos resultaba bastante extraño.

—Eso lo sé, me lo contó ella. Me preocupa que aún no se dé cuenta de que esos no son sus padres y que piense que su madre no la quería por darla en adopción. Parece verse muy afectada en ese aspecto —dije y me crucé de brazos.

—¿Qué hará con la prima y el exnovio de la señorita Melanie? —preguntó Abel y recordé que aún no los había hecho pagar por quemar la casa de Leonardo.

—Por ahora necesito que los tengan vigilados, no quiero actuar sin el consentimiento de Melanie. Temo que si le hago algo a su prima antes de que sepa que no es su familiar, podría enojarse conmigo —noté que Abel sonreía levemente—. ¿Ocurre algo?

—Disculpé, me distraje.

—Abel, sabes perfectamente que lo que pasó con Melanie no puede repetirse —debía castigar a mi empleado, y aún no lo había hecho. Por ahora solo lo había enviado a hacer trabajo de oficina, aunque él me tratara de usted, ambos nos teníamos un aprecio muy grande, de años que no deseaba romper. Aunque debido a lo ocurrido empezaba a tambalear.

—Sí, estoy al tanto de eso —dijo cambiando la mirada y poniéndose serio.

—¿Por qué lo hiciste? Eres un hombre inteligente, sabías que era peligroso —esperaba una respuesta que lo ayudara a zafarse de lo que pensaba hacer con él.

—La verdad es que no lo sé, Mel —me miró y notó que no me gustaba que se refiriera con tanta confianza a mi mujer—. Disculpe. La señorita Melanie tiene una capacidad de convencimiento sorprendente. Fue un gran error de mi parte, y no la responsabilizo por lo ocurrido. Sé que fui descuidado, pero a su lado no pude ser el guardaespaldas que debía, me sentí más como... un amigo.

Él suspiró y yo también. 

Autora: Osaku 

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