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Su corazón dio un vuelco cuando vió como se llevaban el cuerpo de su mejor amigo en una bolsa negra y después lo subían a la ambulancia.
Ella estaba sentada en la orilla de la ambulancia que llegó unos minutos después, habían tratado su brazo y manos. Se sentía más muerta que viva en esos momentos, su mirada cabizbaja y apagada. Se quedó así incluso cuando el oficial se acercó hasta ella, arrodillándose a su altura.
— ¿Eres Aki, no?— cuestionó el oficial Tsukauchi. Aki no se inmutó ante sus palabras, se mantuvo inerte—. Aki, lamento lo de tu amigo.
Esta vez, Aki lo miró. Un escalofrío recorrió su espalda baja en ese momento.
— El no tenía la culpa de nada— soltó levemente—. No merecía esto.
El oficial suspiró.
— Aki, debo de seguir un protocolo— respondió apenado.
— Lo sé.
El oficial llevó una de sus manos hacia uno de sus bolsillos, sacando unas esposas—. Lo lamento— volvió a decir, tomando una de las muñecas de Aki, y después la otra para poder ponerle las esposas—. Aki, quedas arrestada. Tienes derecho a permanecer en silencio. Cualquier cosa que digas podrá ser utilizada en tu contra en un tribunal. Tienes derecho a hablar con un abogado. Si no cuentas con los medios para contratar un abogado, se te proporcionará uno.
Sus palabras no eran nada para Aki.
Acto seguido, Aki fue dirigida hacia el coche del oficial. Muchos reporteros tomaban foto de la joven, manchada levemente de sangre en su ropa y manos al haber ya tratado de limpiarlo antes.
— Aki, respira— la voz del oficial Tsukauchi era dulce y tranquilizadora—. Se que Kichirou era tu amigo.
Aki negó con la cabeza— No lo entiendes.
— Ayúdame a entenderte, Aki.
Las agobiantes preguntas de los reporteros eran estruendosas.
