Capítulo 14

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EL PAPEL QUE JUEGO

Santiago

—Me vale verga si los soldados de la FESM mexicana, los Halcones de Quraish o las Águilas Calvas viven o mueren —le espeto a Maximiliano, sintiendo mi sangre tornarse cómo el magma de un puñetero volcán—. Por mí que los exploten en pedazos, que empalen sus cabezas en varillas para exhibirlas y cobren las recompensas millonarias que ofrecen por ellos puesto que no me importan en lo absoluto. —Menos cuando no pertenecen al país que me entregó libertad y poder.

Aceptaste ayudar, hijo —responde, soltando un resoplido. Casi puedo imaginarlo rodando los ojos.

—¡Y no sabes cómo me arrepiento! —rujo, mirando como la teniente se aleja con el conductor quien le dice algo que la hace reír—. ¡No soy el niñero de nadie! ¡Soy un puñetero coronel, no la perra que se inclinará ante ese bastardo rubio!

Está al mando del operativo en Siria, además, solías considerarlo tu amigo, ¿o ya se te olvidó? Recuerdo perfecto que hasta lo admirabas.

—¡Y una verga! —Con rabia cierro la puerta del DN‑XI, un vehículo blindado, donde fueron a recogernos para traernos al cuartel—. ¿Ya le dijiste que si sigo aquí es para cuidarle el culo y no para acelerar el operativo como él cree? ¿Qué su papi tiene tanto miedo de que lo maten y que por eso nos suplicó que nos quedáramos para ser su escudo y evitar que le mochen la cabeza? —Silencio total, eso me hace soltar una amarga risa—. Gracias por confirmármelo, papá.

Si le decimos eso los correrá del país, Santiago. Sabes cómo es de soberbio.

—Pues no es mi puñetero problema. Ya te dije que no pienso seguir órdenes de esa rata albina y hazle como quieras. —Menos cuando siento que me ha estado mintiendo respecto a la mujer que le pedí cuidar.

Algo muy en el fondo de mi cabeza me dice que Esteban le ha hecho la vida de cuadritos, o tal vez ya estoy paranoico porque la supuesta amistad que teníamos fue deteriorándose con el paso de los años, todo porque se cree mejor que todos.

—Gracias por dejarme en claro que mi nieta te importa poco.

Y ahí está. La maldita manipulación que me hace doblar las manos cómo un puerco porque Dafne lo es todo para nosotros. Sabe que los niños siempre serán un tema sensible para mí y por ello me saca la carta lo cual odio.

—La nena me importa mucho y lo sabes. Solo que...

No quieres seguir órdenes de esa rata albina —repite las palabras que le solté hace nada, provocando que me muerda el labio inferior con furia—. Creo que lo escuché muy claro, así como también escuché que aceptabas ayudar a cuidarles el trasero, hijo. —Me quedo en silencio sin saber que decir. Maximiliano tampoco agrega nada, de hecho, me corta la llamada sin avisarme lo cual me enerva y rabioso guardo el aparatejo en la bolsa de mi pantalón militar. Ofuscado me dirijo al interior del cuartel dónde está aquel pendejo dando órdenes a los soldados. Mis hombres están formados observando el caos, Jake se acerca.

—Escuché que te mandarán con la teniente descarada a la base naval —susurra en ruso, haciendo un ademán con la cabeza para señalar a esa mujer de ojos grises que mi cerebro sigue mirando desnuda.

Necesito cogérmela para sacármela de la cabeza.

—¿De boca de quién salió?

—Morgado. —Tan solo menciona ese puñetero apellido siento que el coraje se me triplica al mil causando que incluso me dé calor.

Las palabras de Maximiliano resuenan en mi cabeza haciéndome tensar la mandíbula porque claro que me importa encontrar a la niña, ella es prioridad incluso cuando estemos de niñeras con los mexicanos.

Tornado (Libro 1)Where stories live. Discover now