Capítulo 35 (Parte 3)

3.3K 286 69
                                    

*

DEJARÉ UNA NOTA DE AUTORA MUY IMPORTANTE AL

FINAL DEL CAPÍTULO PARA QUE POR FAVOR LA LEAN.

*


LOCOS Y ENFERMOS

Vicenta

Una tenue luz roja ilumina la cocina y bajo ella Bestia arroja los cadáveres al suelo para entonces abrir la maleta negra de donde extrae dos sogas. No hace falta que diga algo pues estar en la milicia te enseña una que otra cosa. Es por ello que empiezo a amarrar el cuerpo de la enfermera dejando un extremo libre para colgarlo. Conforme lo hago puedo visualizarme a mí así pues alguna vez también hicieron esto conmigo, solo que obviamente yo estaba despierta y golpeada, no descansando en un eterno sueño como ella.

—Por favor, ya basta... 

—¿Basta? Pero, caramelito, ¡apenas estamos iniciando!

—Por favor... —suplico, sudor deslizando por mi frente hasta deslizar por el centro de mi rostro, bajar a mi cuello e irse de paso entre mis senos—. Me duele...

—¡Y te va a doler mucho más porque te advertí lo que pasaría si intentabas pasarte de lista! —Una bofetada aterriza en mi rostro—. ¡Cuélguenla en el árbol!

Entonces mis gritos irrumpen el silencio de este feo bosque mientras los matones del bioquímico me cargan sin importarles mancharse de sangre y sudor. Con brusquedad me colocan en el suelo y amarran la parte superior de la soga contra un hermoso roble. Miro a los hombres que están haciéndome esto, pidiéndoles con la mirada que me ayuden, pero ellos solo ríen y tiran de la cuerda alzándome hacia arriba de modo que solo estoy colgando de mis brazos sintiendo como la soga quema mi piel.

—Espero que con esto entiendas de una buena vez que libre nunca serás, Vicenta, porque una vez fichada por la mafia siempre serás basura —espeta el hombre de ojos grises, un color idéntico al mío, pero en el suyo hay mucha crueldad y muerte.

El primer golpe aterriza en mis costillas sacándome un grito tan desgarrador que empiezo a temblar con fuerza, lastimándome las muñecas y mis antebrazos flacuchos. Un segundo golpe viaja a mi vientre abierto.

Los llantos de esos bebitos llegan a mis orejas como una sutil melodía la cual es interrumpida cuando un tercer palo me golpea.

Poco a poco cierro mis ojos, sintiendo alivio porque sé que mi tiempo ha llegado.

Al fin dejaré de sufrir.

Sonrío ante los pocos segundos de vida miserable que me quedan y guardo lo único lindo que he tenido en mi corta existencia: el amor por Santiago y el amor por esos bebitos que jamás sabrán que su mamá no pudo retenerlos a su lado. Pero tal vez era lo mejor, ¿qué podía ofrecerles yo sí solo soy una mujer a la cual arrojaron al infierno por un par de billetes? ¿Qué podía darles si lograba escapar con ellos en brazos? Miseria, pura y latente miseria.

Me giro sobre mi espalda viendo a la señora Luna quien me cobija con su manto blanco junto a sus hijitos las estrellas. Intento alzar una mano para alcanzarlos, pero no puedo ya que estoy muy, muy, débil.


—Estoy lista para irme, señora Luna —susurro con voz rota, agrietada, y entonces, poco a poco, mi corazón va bajando su ritmo, mi respiración va tornándose escasa y mis extremidades se tornan pesadas como una roca.

Tornado (Libro 1)Where stories live. Discover now