Capítulo 56.

2.3K 223 29
                                    

ATADA AL MONSTRUO

Vicenta

—El radar se detuvo —informa Jesús, girando la tableta que muestra un mapa con la ubicación de Esteban.

Dejo de comer mi hamburguesa con patatas mientras me acerco para ver con más claridad la pantalla. El corazón se me acelera porque llevamos cinco días rastreándolo desde la explosión de la base paramilitar y todo lo que había hecho era seguir brincando de lugar en lugar.

De hecho, ayer estaba en Suecia y eso deja en claro que Ahmed Makalá se siente acorralado, seguro está ideando un contraataque, pero, si soy honesta, dudo que lo logre ya que destruimos su imperio.

—Está aquí en... —Mis ojos se agrandan cuando veo el lugar—. ¡Está aquí en Laponia, Hacker! —exclamo, levantándome bruscamente del comedor, mi refresco cayendo al piso. Algunos soldados rusos me observan con extrañes, pero los ignoro. Pueden habernos dado posada en la base que tienen aquí posterior al mini operativo que tuvimos, pero eso no significa que voy a cohibirme.

—Sí. En el mar de Botnia.

Apenas dice eso le arrebato la tablet y salgo a paso apresurado del comedor hacia el pasillo para enrutarme a buscar a Bestia. Que mi esposo se encuentre en la misma región que nosotros significa entonces que hay una posibilidad de que el mafioso sirio busque contactarnos, no contraatacarnos, para ofrecer un trueque. Eso o le estorba el hijo del presidente y decidió dejarlo aquí para huir.

De ser así se llevará una grande sorpresa porque todos los aeropuertos del mundo están cerrados y alertas. Su rostro es ya de conocimiento público por lo que, vaya a donde vaya, lo van a reconocer para entonces capturarlo.

Giro a la izquierda hacia la habitación donde he dormido con Bestia en estos días y, para mi fortuna, lo encuentro hablando con alguien por teléfono. No obstante, apenas posa sus ojos negros en mí corta la llamada para acercarse, tomarme de la cintura y unir nuestras bocas en un perezoso beso que me agita el corazón.

Amo tanto besarlo.

—Justo iba a buscarte —me dice cuando se aparta, su enorme mano acunando parte de mi mejilla y mentón.

—Ah sí, ¿para qué?

—Llegó tu espada. —La sonrisa que se forma en sus labios me contagia.

El coronel Bestia me suelta para ir a la cama donde está esa arma blanca envainada. Dicha funda se nota de consistencia dura y rígida, es de color negro y tiene pequeños espirales platas que la hacen lucir más atractiva de punta a punta. La inserción de metal que tiene en la parte superior que se une con la guarnición, posee una sirena y un tritón incrustados, ambos se abrazan y miran como si no hubiese nada más a su alrededor. Dicho diseño me corta la respiración porque entonces es una espada personalizada, una que tiene los protagonistas del cuento que le narré en Tartús y saber eso pone a mis ojos arder.

Sigo detallándola, notando que su pomo tiene forma de diamante negro que desemboca en una bonita empuñadura cilíndrica forrada de pequeñas rocas obsidianas al tamaño de una lenteja que la hacen lucir impenetrable.

—Se llama espada bastarda —comenta Bestia, su voz retumbando en mi pecho. Toma la espada entre su grande mano para desenvainarla dejando así a la vista la hoja metálica que termina en una bonita punta filosa—. Puedes tomarla con ambas manos gracias a su empuñadura —me explica, haciendo justo lo que dijo—. Mide ciento veinte centímetros y, si observas —hace un movimiento demasiado rápido que me hace abrir los ojos en asombro y medio saltar porque es como si él tuviese práctica maniobrando estas armas—, es demasiado ligera incluso cuando es larga.

Tornado (Libro 1)Where stories live. Discover now