Capítulo 41.

2.3K 226 15
                                    

GAS NERVIOSO

Vicenta

La oscuridad se perpetua cuando abro mis ojos mientras una dolorosa punzada en el cuerpo me somete dejándome inmóvil.

No sé dónde estoy, ni qué ha pasado. Solo recuerdo haber estado escuchando a mi esposo reclamarme la forma sádica en que asesino y después todo fue negro.

Algo húmedo en mi cabeza me hace llevar la mano hacia esa zona para palpar. Se siente raro, como si un líquido estuviese saliendo de ahí y, por su olor, sé que es sangre, pero no es lo único que mi nariz capta.

Olores a materia fecal, orines, vómitos y sudor me hacen tener una arcada en medio de mi desorientación por lo que termino vomitando.

A mi lado alguien sisea lo cual detiene mi corazón por nanosegundos.

—¿Hola? —musito, y entonces un gruñido masculino me alerta.

—Puta madre —sisean, haciéndome reconocer la voz. Es Esteban—. ¿En dónde estamos?

—No lo sé —respondo, limpiando mi boca con el dorso de mi mano—. ¿Qué nos pasó, Esteban?

—Un misil nos impactó e hizo girar, girar y girar hasta que fuimos interceptados por encapuchados. Después... No recuerdo lo que sucedió después.

En pocas palabras, fuimos secuestrados.

Me levanto con todo el dolor del mundo y camino hacia el frente solo para encontrarme con una pared sólida. Recorro toda la pared, sintiendo con mis yemas cada parte rugosa en busca de algo más.

Poco me demoro en la caminata pues este espacio es pequeño. Tampoco encuentro una puerta o ventana así que deduzco que la forma de escape está arriba. Seguramente fuimos arrojados aquí cómo animales.

—¿Estás herido? —le pregunto, tanteando ver en donde está. Tropiezo con él y termino encima de su duro cuerpo. Me tenso.

—Sí. ¿Tú?

—También.

Nos mantenemos en silencio porque realmente no hay nada qué decir. Fuimos interceptados, secuestrados y es evidente que todo fue obra de Ahmed Makalá y su nuevo amigo loco. Suelto un suspiro y recargo la cabeza en su pecho, escuchando como su corazón late bajito, sintiendo como la parte donde sangro punza de forma espantosa. Sé que no debería confiar en él, que estar precisamente encima es malo para mí, pero solo será un momento...

Mis extremidades empiezan a sentirse pesadas, como si fuesen una roca que han lanzado al fondo de un lago, como si alguien hubiese bloqueado cada terminación nerviosa en mi cuerpo para dejarme justamente así. Busco mover un brazo o pierna, pero es imposible. De pronto, un macabro dolor de cabeza me hace soltar un gritito, es como si alguien estuviese aplastándola con dos grandes fierros, y eso me alerta de una forma que me hace olfatear, pero no hay nada en el aire. No obstante, el sonido de un aerosol siendo liberado en este cubículo profundo me eleva cada vello de mi cuerpo.

Ese sonido lo he escuchado antes...

Estos efectos los he mirado antes...

Es...

Es...

—Sarín —completa mi esposo, cubriéndome la boca y nariz con su grande mano de una forma que difícilmente podría dejar entrar ese gas por mi vía nasal.

Fuertes golpes en mi pecho evidencian el miedo que siento ya que ese gas nervioso es una sustancia neurotóxica, inodora e invisible que provoca daños espantosos en un humano. Fue inventado en Alemania en 1939 por científicos nazis que trabajaban con pesticidas y es el más temido por los soldados.

Tornado (Libro 1)Where stories live. Discover now