Capítulo 40

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BRUTALIDAD

Santiago

Mis puños impactan contra la cara de Boris Novakov mientras dejo que la furia me consuma y domine porque lo que él hizo es algo que no se perdona ni suplicando de rodillas o lamiéndome los pies.

Me traicionó, se convirtió en mi enemigo y ahora pagará.

Desenvaino la espada que Jake me acercó escuchando como el sonido del acero corta el silencio de este lugar.

Es una melodía tan excitante que esbozo una cruel sonrisa mientras la acomodo en posición y empiezo a manejarla convirtiendo su desnudo cuerpo en pedazos de carne rajados que chorrean sangre trayendo a la vida la mejor escena gore del mundo, una tan exquisita que me libera.

La rabia me ciega, la bravía colera me arrebata la humanidad y me convierte en un letal depredador el cual tiene hambre de un ajuste de cuentas porque el puñetazo de su traición es algo que no esperé.

Le confíe mi base, mi artillería, mis buques y me pagó robándome, destruyendo lo que me costó sudor y billones. Por ello, no me detengo ni porque sus gritos resuellan por este lugar que huele a muerte, una que yo mismo he creado.

Boris es como un cerdo, uno que busca alejarse de mí pero que no puede ya que lo he atado con sogas y cadenas, inmovilizándolo, dejándole en claro que así tenga huevos nunca será un verdadero macho.

Me muevo ágilmente de un lugar a otro, asechándolo, asustándolo, haciendo que mi acero haga contacto con su carne la cual va relevando el hueso.

Sangre empieza a empaparme el camuflado, las manos, el rostro, cabello y cuello, más no me importa ya que esta sustancia olor a metal jamás me ha acojonado.

Jake solo me observa de brazos cruzados, medio respingando cuando lanzo mis ataques pues sabe que conmigo jamás se juega ya que me cobro muy caro las deudas. Puedo ser un coronel, alguien ejemplar en el mundo bélico que porta el uniforme y sus insignias con orgullo, pero eso no borra el hecho que disfrute cometer este tipo de actos tanto como adoro meter la verga en huecos calientes de hembras.

Tiro la espada y en un ágil movimiento saco las navajas que traigo en las bolsas del camuflado para así empezar a lastimarlo con ellas. Abro su abdomen para sacarle los órganos que él claramente ve mientras se debate entre la vida y la muerte. Estiro sus intestinos, destruyo su hígado, diafragma y bazo.

Entonces le corto las sogas, libero las cadenas y lo tiro al suelo para írmele encima quebrándole así la columna que hace crack mientras él da sus últimos gritos. Rajo la carne entre sus omóplatos hasta llegar a la separación de su culo. Ejerzo tanta presión que no es problema alguno abrirlo a la mitad.

Corto, corto y corto su carne hasta ver la columna que atrapo con ambas manos para sacársela, siendo así la forma en que él muere porque lo he lastimado de una forma que jamás olvidará ni estando en el más allá.

«Sadismo. Brutalidad. Un animal cuya correa quedó fuera de esta realidad».

Escupo saliva con sangre y me levanto dándole una última patada a este bastardo mientras lanzo la columna a otro extremo.

—Junta sus puñeteros restos y mételos en una caja negra pues el presidente ruso obtendrá un regalito de parte del coronel Santiago Cárdenas —le ordeno a Jake con voz escalofriantemente calmada, mi corazón golpeando duro contra mi pecho.

—Así será, jefe.

Salgo de este lugar para ir a mi pieza donde me ducho rápido y coloco otro uniforme para entonces enrutarme hacia la sala de juntas ya que necesito comunicarme con Maximiliano.

No obstante, poco me dejan llegar ya que soy interceptado por soldados mexicanos que se notan pálidos. Es el hacker que nos ayudó a Sirena y a mí cuando matamos a esos doctores y, a su lado, está Cindy, la hermana de Esteban. Me es refrescante que no me reconozca, se lo adjudico a la barba de vagabundo que me cargo. Neta que odio esto, pero en verdad no hay tiempo para rasurarme.

—¿Qué vergas pasa? —les cuestiono, cruzándome de brazos.

—Hubo un problema, coronel Bestia —dice ella, su dulzona voz siendo como un lametazo a mi verga. Me relamo los labios.

—¿Cuál?

—Ahmed Makalá y Stavros Constantinou han capturado a Monstruo y Sirena, mi coronel. —La sangre se me torna como una brisa gélida en los Alpes—. Los han llevado a la base paramilitar y han amenazado con detonar todas las armas nucleares que poseen si nos atrevemos a acercarnos para rescatarlos.

Me lleva la puñetera verga.

—¿Hace cuánto sucedió?

—Quince minutos.

Tenso la mandíbula y controlo la vorágine de emociones que estoy sintiendo ahorita porque si no es un cerdo traidor, son dos más.

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¡Damos inicio al último maratón!

Espero lo hayan disfrutado mucho :D

Tornado (Libro 1)Where stories live. Discover now