T3. Capítulo 11. Bienvenida

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Volaron 9 meses.

Katsuki estaba satisfecho. No había algo en su vida que le pareciera insuficiente. Sus hijos estaban creciendo mejor de lo que soñó alguna vez, el imperio era más grande de lo que algún día planeó, su pueblo estaba feliz y agradecido. Se ganó la lealtad de su gente y el respeto de sus enemigos. Por sobre todo, estaba casado con la persona más increíble que jamás había conocido.

Desde que lo conoció, caprichoso e inocente, Izuku se había convertido en alguien respetable, fuerte e imponente. El omega que más admiraba Katsuki era su esposo, madre de sus hijos, pieza clave del imperio de Zalama. Pero sobre todo, se trataba de la criatura más hermosa que sus ojos pudieron haber presenciado alguna vez.

Le encantaba, amaba cada parte del cuerpo de Izuku.

-Tus ojos, -le decía mientras miraba ambas esmeraldas brillando con las pupilas dilatadas -tu nariz- dijo mientras besaba la pequeña y respingada nariz -tus labios -antes de entrelazar sus bocas en un corto beso, -tu cabello -mientras jugaba con los rizos entre los dedos de su palma abierta.

Izuku suspiró, embelesado con las palabras del sultán, enterró la cabeza en la almohada exponiendo su cuello para el alfa.

Katsuki pasó su lengua por toda la extensión del delicado cuello hasta detenerse en el oído del peli verde donde, juntos, gimieron despacio. El movimiento volvió consciente a Izuku de que Katsuki seguía dentro de él, ambos se estaban conteniendo de moverse desenfrenadamente a pesar de lo mucho que sus cuerpos gritaran de necesidad.

-Tu aroma - dijo el alfa mientras lamía la glándula de aroma del omega a un costado de su cuello. El aroma de Izuku lo volvía loco.

¿Cuánto tiempo había pasado ya? Izuku no estaba seguro, Katsuki lo llamó a sus aposentos y nada más entrar el alfa prácticamente se le tiró encima, ni siquiera habían llegado a la cama, estaban tendidos sobre la alfombra justo a un lado de ella y Katsuki apenas había alcanzado un par de almohadas para colocarlas debajo de su cuerpo, una en su cabeza y la otra debajo de sus caderas. Y no es que se quejara, para nada, desde antes de que lo penetrara Kacchan había enumerado y besado cada una de las partes de su cuerpo que le gustaban, desde sus pecas hasta los 20 dedos de sus manos y pies. Izuku estaba muriendo de necesidad desde que mencionó sus piernas y lamió el interior de sus muslos, después lo penetró y se dejó caer ligeramente sobre él para decirle que le encantaban sus ojos.

-Por favor -rogó abrazando la espalda de su majestad. Katsuki le sonrió, ancló las manos a los lados de su cabeza y afirmó sus rodillas sobre la alfombra.

Últimamente a Katsuki le gustaba hacer el amor en situaciones y lugares inoportunos. Le gustaba escuchar a Izuku quejarse por las fallas en la logística, de las astillas que se le clavaron por hacer el amor encima de la mesa, lo apretado que estaba el armario y que se tuviera que aguantar los gemidos porque alguien podría oírlos desde el pasillo fuera del almacén.

-Me encantas -Izuku apenas sonrió por lo que le dijo antes de comenzar a gemir por las fuertes y certeras estocadas del alfa.

A Izuku le gustaba esa posición, era su favorita, porque le daba la imagen perfecta de su majestad justo encima de él, esforzándose por hacerlo sentir bien mientras él se relajaba. Miró el rostro perdido de Katsuki, le encantaban las muecas que el alfa hacia cuando tenían sexo. Su ceño fruncido y la mandíbula apretada. Lucia tan apuesto, era el alfa más caliente de la tierra.

Se aferró con sus dos manos a la almohada en su cabeza y encorvó la espalda cuando Katsuki lo sostuvo de la cintura para penetrarlo más rápido. En su desesperación alcanzó las sábanas de la cama y terminaron cayendo a su lado junto con el resto de almohadas. Katsuki comenzó a reír, satisfecho con lo que lograba provocar en el omega.

El Sultán (KatsuDeku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora