T3. Capítulo 17. Estarás bien

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El día jueves Katsuki no tenía planeado ver a nadie, Izuku lo sabía bien. Era su costumbre después de que regresaran de unas vacaciones. En general solo lo llamaba para dormir con él pero, el corazón se le rompió cuando Neito apareció para decirle:

—El sultán... Ha llamado a Izumi.

El alma se le destrozó. Después del fin de semana una luz de esperanza se encendió en su corazón. Creía firmemente que todo volvería a la normalidad, que Katsuki había recordado lo que era amarlo solo a él. Se equivocó.

—Váyanse.

Neito quiso resistirse a la orden pero asumió que de nada servía quedarse ahí. Confío en que Izuku sabía lo que hacía. Salió de la habitación.

.

—¿Me ha llamado su majestad? —preguntó Izumi muy emocionado, era jueves, esa noche era sagrada y era la noche de Izuku.

Lo habían llamado a él, por fin, había ganado.

El sultán lo miró desde su escritorio y le sonrió, así que avanzó hasta él.

Estaba aquí por fin, la oportunidad de deshacerse de una vez por todas de Izuku.

Katsuki subió la mano con la palma abierta y le indico que se detuviera. Izumi lo vio, un escalofrío lo recorrió, no había anillo ahí, se detuvo.

El sultán acentuó su sonrisa. —Así que es eso, —se puso en pie y se acercó a él —ahora lo sé, se acabó.

Izumi contrajo su aroma y sacudió ligeramente la cabeza, el olor a podredumbre que despidió provocó una mueca en el sultán. Pero después de un instante, se relajó y sonrió.

—No es todo, mi señor.

.

Nemuri, quien fue la persona que acompañó a Izumi hasta la entrada de los aposentos, miró a un costado, al final del pasillo y lo que vio la aterro. Neito estaba allí, la miró y luego miró la puerta y su rostro palideció, se marchó a toda prisa.

Ella sabía que se dirigía a los aposentos de Izuku, ahora sabía lo que pasaba. Izumi se lo había dicho.

"—Si tomo el jueves, él se suicidara, fue lo que me dijo.

—¿Retaste a Haseki sultán?

—No, él fue quien propuso el trato, está muy confiado."

Ella miró la entrada a los aposentos y volvió a mirar por el pasillo.

—¿Qué hago ahora? —se preguntó a sí misma.

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Su cuerpo se tambaleó hasta el balcón colocó sus manos sobre la baranda y miro hacia abajo, hacia el jardín, sus hijos habían jugado tantas veces en ese jardín. Los hijos de su amor.

Estuvo ahí de pie por casi una hora, los pies ya no los sentía por estar tanto tiempo descalzo contra el frio suelo de piedra.

Comenzó a llorar. Su mundo se caía a pedazos. Por fin se desmoronó y ya no quedaban más que cenizas, regresó adentro y tomó el frasquito que guardaba en una caja de plata al lado de su mesa de noche.

¿De verdad estaba dispuesto a hacerlo? ¿De verdad lo dejaría todo?

Lo pensó mientras rodaba el frasco entre sus dedos.

Si, si estaba dispuesto. Amaba tanto a Katsuki que no quería seguir con vida en un mundo donde él ya no lo amaba. No le importó nada cuando destapó el frasco. Ni sus hijos, ni el pueblo que tanto lo quería, ni sus hermanos, ni su familia. Nada.

El Sultán (KatsuDeku)Where stories live. Discover now