Capítulo 10 🚼

37 19 0
                                    

Mi cuerpo pesa.

Una neblina espesa cubre el panorama en el que me encuentro, no hay horizontes, ni paredes, solo esa efímera neblina que es capaz de tragarme y hacerme desaparecer.

Al darme cuenta no estaba sola, muchas chicas de todos los aspectos y edades se alinearon, yo me encontraba de última y veía el ambiente con indiscreta confusión, asimismo muchos chicos se alinearon frente a nosotras. Cada uno viendo al frente, a la chica frente a sus ojos.

Cada chico tomó una chica, una tras otra por orden de fila, se las llevaron lejos y se perdieron entre la neblina. Algunas reían, otras permanecían serias.

Esperé por mi turno y nadie apareció frente a mí, me abrace a mi misma, aceptándolo, y por instinto me di la vuelta para irme a algún lugar del que no tengo ni la más mínima idea, para mi sorpresa un árbol emergió del suelo de la neblina, cada rama nacía y desarrollaba una tras otra, engrosando su tallo, resultó ser frondoso y muy alto, daba una sombra inexplicable por un sol inexistente.

Avance hacia él y me senté a sus raíces, observé a detalle las hojas verdes y ramas de texturas variadas.

Parecía pintado a mano, cada pincelada se distinguía de la otra, en movimientos envolventes y circulares, su pintor pudo ser Van Gogh

—¿Te han rechazado?

Una voz se llegó a mis oídos, deduje que una persona se encontraba al otro lado del árbol.

—Rechazada no es término correcto, querrás decir que no me han elegido—. Corregí.

—A mí también me han dejado solo.

Una presencia se acerca a mí, trato de ver su rostro, más me resulta borroso, incompleto, sin forma, puedo afirmar que es un hombre.

Es una silueta parecida a aquellas de cuando la conexión en la TV no es suficiente.

—Estamos solos—. Comenté de la nada—. Nadie nos quiso.

—¿Sabes que significa eso?

Apenas vi la forma de su boca extendiéndose en una sonrisa afable.

—No lo sé.

—Acompañame —. Estiró su mano hacia mí, la observé y la tomé—. Todos ya tienen a alguien para ir a las bodas del Cordero menos nosotros.

—Opino que no es relevante si vas acompañado o sólo, lo importante es asistir.

—Siempre he opinado lo mismo.

—¿Y entonces?.

—Quiero ir contigo hermana.

—No soy tu hermana.

—Somos hijos del mismo Padre.

Por primera vez, sus ojos fueron totalmente nítidos y en mi memoria los guarde.

—¿Vamos a la Boda?—. Inquirí mientras caminamos en lo que me parece la nada. Él no respondió a mi pregunta.

—¿Nos invitaron?

—Invitados, más pronto residentes.

Nos movimos entre la espesa neblina hasta llegar a dos puertas.

La de la derecha era de madera clara muy sencilla. Parecía hecha por las manos de un humilde carpintero.

La de la izquierda era de oro, brillaba demasiado para que ninguna luz la iluminará, cada vez que le pasaba la mirada se volvía adictivo y sentía un impulso por abrir aquella puerta, las piedras preciosas incrustadas impactaban y no sé porque quería sentirlas al tacto. Creada por supuesto, por un herrero, con fuego que consume y arde.

Justicia De Dios(Sin Editar)Where stories live. Discover now