12.(H) bajo un hechizo

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HARRY

XXVI

No estaba acostumbrado a ser abrazado de otra forma que no fuese un saludo o en un momento fugaz de alegría. Los que le daban en el equipo de Gryffindor le aplastaban y lo dejaban lleno de energía luego de una victoria. Sus amigos le recibirían con tanto afecto cuando los volvía a ver después de los meses de vacaciones que Harry tenía la certeza de que le habían extrañado tanto como él. La señora Weasley le apretujaría, le agarraría sus mejillas escuálidas y prepararía un plato especial como bienvenida cuando iba de visita.

Esta vez se sentía diferente.

El ajuste de Cedric sobre su hombro era delicado y al mismo tiempo firme. Harry sabía que debía de tratarse de una situación incómoda, pero estaba más a gusto de lo que pensó que debería. Las lágrimas se habían detenido al instante en que se recostó sobre él y se quedaron así por lo que pareció un buen rato. No estaba seguro de cómo Cedric lo percibía: ¿le sería raro? Harry no conseguía atrapar ninguna emoción de su parte más que su respiración suave. Se imaginó que no le demostraría signos de otra cosa que no fuese cortesía y amabilidad.

Cuando Harry se alejó con cierta reticencia a mirarle a la cara por la vergüenza, Cedric hizo todo a su alcance para que el momento pasara como si no hubiese sido la gran cosa. El alivio que sintió por ello era indescriptible. Esa habilidad que tenía para hacerle sentir cómodo debía de ser la razón por la que era popular.

Por la que alguien, cualquier persona querría pasar tiempo con él.

Por la que Harry no tenía ninguna prisa por irse de aquel espacio en medio del bosque. Como si tuvieran toda la tarde por delante, Cedric se acomodó con sus piernas extendidas bajo el tenue sol que se filtraba entre las ramas de los árboles, y le comentó:

—Es agradable verte en otro lado que no sea sobre una camilla, lastimado.

La idea de que no era el único disfrutando de estar allí hizo que Harry se relajara contra el suelo. Cada una de las sensaciones que había experimentado durante los minutos que había estado entre los brazos de Cedric, con su cabeza en su hombro, permanecían grabadas en su cuerpo. Era como si el toque no hubiese terminado, porque aún podía sentir esa presión y calidez por todas partes.

Como si estuviese bajo un hechizo.

XXVII

Se encontraba de mejor humor.

Tanto que quiso bromear:

—Quizás la próxima vez sea yo quien te visite en la enfermería.

Sus palabras agarraron a Cedric desprevenido por un segundo. A Harry le gustaba la forma en la que le sonreía casi impresionado, y el sonido de su risa.

—¿Acaso quieres verme acostado en una camilla, moribundo?

Harry se sonrojó porque se lo imaginó.

Curiosamente, en una de esas batas que usaban en los hospitales muggles.

—Una herida simple, una de esas fáciles de curar con magia —le rebatió, preguntándose si Cedric siquiera iría a la enfermería en ese caso o lo resolvería por su cuenta. Harry no conocía muchos encantamientos de sanación, pero apostaba a que Cedric sí—. Las graves parecen preferirme. El peligro me adora.

—Estaría encantado de que Harry Potter me visite.

La forma en que había dicho su nombre completo, como en tantas ocasiones había oído desde que conoció el mundo mágico.

El tono, el peso.

Una catarata de recuerdos y sentimientos se desataron, y un agujero no debió haberse hendido en su pecho imposible de tapar. Era tonto, porque Cedric no podía estar diciéndolo en ese sentido. No podía ser como tantos otros estudiantes que le hablarían unas pocas veces solo para decir que eran amigos de Harry Potter y nunca más saludarlo. Aquellos que habían sido simpáticos para luego darle la espalda cuando algo ocurriera que pudieran echarle la culpa.

El chico de mis sueños -HEDRIC (1)Where stories live. Discover now