Capítulo Siete

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𝑺𝒊𝒆𝒕𝒆 - 𝑳𝒂𝒈𝒓𝒊𝒎𝒂𝒔 𝒅𝒆 𝑺𝒂𝒏𝒈𝒓𝒆


Corrí a la puerta de mi habitación y la cerré pasandole seguro.  Me quedé paralizado al oír cristal quebrándose en el piso de abajo. Varios pasos hacían que la madera rechinara mientras objetos que caían hacían vibrar el  suelo.

Caminé hacia la ventana, un pequeño gato de color negro estaba sentado justo al centro del jardin, este lamía sus patas con delicadeza, cosa que me distrajo unos segundos. Tomé la manta que cubría mi cama y torpemente la até a la esquina del escritorio.

Los pasos se empezaron a escuchar con más fuerza, más cerca,  lo que sea que estuviera en la casa, ahora estaba subiendo la escalera.

Por descuido golpeé mi pierna con el borde del escritorio. —¡Agh! —me quejé tapando de inmediato mi boca. El sonido de afuera se detuvo, un silencio sepulcral abarrotó el lugar. Podía sentir los latidos de mi corazón resonando en mis oídos, mi sangre circulando, mi respiración débil pero rápida y la pequeña corriente de aire que movía la manta que ahora tendía desde mi ventana.

—¿Quién está ahí? —preguntó la voz femenina al otro lado de la habitación.

Mordí mis labios y sollocé mientras tapaba mi boca con ambas manos, el miedo me impedía pensar, me bloqueaba de siquiera reconocer la voz de mi mejor amiga.

—¿Erick? —preguntó Lisa abriendo la puerta de mi habitación. En su mano tenía la llave que mi madre le había entregado en caso de que algo le sucediera a ella.

Rompí en llanto al reconocer la voz. Corrí hacia ella como niño al oir el camión de helados. Me lancé contra ella dejándola paralizada y confundida. —Lisa, g-gracias Dios —dije mientras lagrimas bajaban hasta mojar el hombro de ella.

Lisa estaba en shock, observando la habitación desbaratada de Erick. —¿Qué sucede? —preguntó separándome de ella. —No supe más de ti desde el asesinato Erick, me preocupaste demasiado, y a mis padres, ni se diga—.  Lisa limpió mis lágrimas con la manga de su suéter carmesí.

—Pues, todo se fue a la mierda Lisa, ahora ni siquiera tengo donde vivir —respondí aclarando mi voz.

—Pensé que la casa estaba en venta, pero, ¿Qué ocurrió Erick?, no logro entender nada —Lisa tomó mi mano y me llevó al borde de la cama para sentarse en el mismo. —Sé que hay cosas que no puedes contarme, pero, recuerda que soy tú amiga —Colocó su mano en mi hombro.

Asentí calmandome un poco más. —Mi madre decidió irse, pero no solo irse ella, como siempre me gritó, se llevó todo, se llevó mi hogar con ella, no le importó dejarme en la calle —mientras hablaba mis ojos se cristalizaban iluminados por la luz de la luna que atravesaba la ventana.

—Lo siento mucho, de verdad —Dijo Lisa lanzándose a mi pecho para abrazarme. —Si necesitas algo, puedes decirme —Expresó dejando de abrazarme. —Te invitaría a casa, pero mis padres están haciendo su sesión religiosa con los obispos de la iglesia y la casa debe estar llena de objetos raros—. Lisa terminó de hablar soltando una pequeña risa, cosa que me contagió haciéndome sonreír un poco.

—Déjalos, ellos son felices —dije sonriendo. Sabía que ese no era el único problema que estaba acechando a solo metros de mi pero, incluir a mi amiga en todo era hacer las cosas más complicadas.

—¿Qué hora es? —pregunté.

—Son las ocho de la noche —expresó mirando su reloj.

—¿Dormí tanto?

—Al parecer.

—Dios, ni siquiera fuí al trabajo.

—Ahora que tocas ese tema, vi esto en el suelo de la entrada y supuse que no te diste cuenta —expresó Lisa sacando un pequeño paquete de sobres del bolsillo trasero de su pantalón.

DETRIMENTO BL/+18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora