Capítulo 8: Aléjate

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Capítulo 8

Aléjate



JAEHYEON

Creía estar en el bosque. Podía oler un poco la tierra mojada y la hierba en el piso. Y su cuerpo se movía rápido.

No podía ver, así que no sabía a dónde iba, o en qué parte estaba. ¿Se había chocado con un tronco? ¿Le había pedido permiso al bosque para entrar? No lo sabía. El olor de la tierra mojada se estaba alejando y sentía cómo el poco control que tenía se iba disipando, sus piernas respondían más lento.

Aléjate, aléjate, aléjate.

¿Estaba en el bosque?

Desde que se había levantado hoy, sabía que sería un día difícil. El dolor de cabeza fue su alarma, y lo acompañó en todo momento hasta que no pudo más. Sus días se debatían en un constante estira y afloja, de un lado estaba él y del otro estaba Alexander.

Así le había puesto a lo que sucedía. Era más fácil ganarle a un enemigo si sabías quién era, cuando llegabas a conocerlo y entender sus debilidades, gustos y placeres. De esa forma había logrado vencer a muchos seres en el pasado. Llamarlo «traición» o «inteligencia» venía por parte de cada quien. Alexander era el nombre del padre de Alesha, así que le servía como cara común de enemigo antiguo. La magoi no había vuelto a mencionar a su hermano desde que lo había visto, por lo que Alexander era, para Jaehyeon, un fantasma en su cabeza.

Un maldito fantasma que no lo dejaba en paz.

Los gustos de Alexander eran hablarle con una voz molesta e insultarlo, reírse de él y su placer era provocar sangre, gracias a la mano de Jaehyeon.

Mientras las horas pasaban, la cuerda se iba haciendo más pesada, más difícil de mantener el control y llevarla hacia su lado. Sus pensamientos eran una mezcla de cosas que ya no lograba distinguir cuál era real y cuál no, en qué época se encontraba y qué debía responder. ¿Por qué Klaus lo miraba de esa manera? ¿Acaso Mizhar cocinaba una sopa? ¿Qué era ese olor?

Escuchaba la voz de su madre, acariciándole el cabello y contándole las historias de su pueblo. Luego a Nora, con las manos llenas de su sangre. Veía fuego verde que lo consumía todo, y se veía a sí mismo cortando gargantas y clavando la katana en el pecho de miles. De tantos seres. Sentía que no podía respirar, mientras le quitaba la vida a un ser, sentía que le lanzaban una piedra sobre el pecho. Miles de ellas, una sobre otra hasta que Jaehyeon se ahogaba y se atragantaba con su propia saliva como un bebé.

Quería llorar ¿Estaba llorando? Estaba llorando, o estaba rasgándose la piel de la cara y era sangre.

Se veía a sí mismo, y otres como él. Cuando existían, cuando eran inocentes y felices, sin haberles dado la espalda. Apenas tenía una cola y sus orejas muy grandes, poco proporcionales a su pequeña cabeza, la sonrisa le llegaba a los ojos, hasta que ya no había sonrisa, sino una expresión de horror con la mirada pintada de negro.

—Fallaste —se dijo a sí mismo, con una voz muy adolorida para tan poco tiempo de vida.

Jaehyeon sollozó, o gimió de dolor. Era lo mismo —Lo siento.

—¡Fallaste!

Fallaste

Fallaste

Fallaste

Fallaste

Jaehyeon pequeño se fue, y delante de él quedó el Van Darte. Lo que más le molestaba de Alexander era su voz, siempre le hablaba, con una voz gruesa, condescendiente y llena de veneno que se le metía entre las venas y cambiaba el color de su sangre de rojo a negro.

Zemblania: Máscara de sangre y colmillos [LIBRO #2]Where stories live. Discover now