Capítulo 32: Visita de un vampiro

77 10 26
                                    

Capítulo 32

Visita de un vampiro


NORA

Asistió al funeral de Julia la tarde del día del aniversario de la academia, el altar para Klaus tuvo que esperar un momento. Jaehyeon la sacó del juego de búsqueda del tesoro para darle la carta, una invitación al funeral con la noticia de la partida de Julia la noche anterior. Ignacio contaba en la carta junto a la invitación que no tribulara su corazón, que fue una partida tranquila, durmiendo.

Ahí estaba, del brazo de Jaehyeon y con Mizhar a un lado, en una iglesia de Buenos Aires, con un velo negro de red que cubría su juventud del resto de rostros mayores.

Podría haber utilizado una ilusión de Jaehyeon, o simplemente coaccionar a los presentes a pensar que era una señora mayor visitando el sitio y dando su pésame, pero no quería ocultarse ante Julia, quien siempre la vio como fue, y lo haría hasta el último momento.

Parecía dormida. Su anillo de matrimonio, aquel hermoso diamante rosa que le dio Rodrigo, estaba en su dedo, y la gargantilla de perlas que Nora le dio, en su cuello.

Su mano sobre el cristal del ataúd intentó alcanzar la de Julia, darle un último apretón. Un último adiós, un último mate.

Estuvo tan agradecida de ir ese día.

En su mente le contó que estaba con Alesha, como ella quería, le contó que tenía miedo de lo que se avecinaba y le contó que deseaba estar en la sala de su casa jugando a las cartas en la madrugada.

—Te amo, Juli —susurró, con una caricia del cristal. Donde estuviera, o donde reencarnara, si lo hacía, esperaba que fuera el lugar más hermoso, benevolente y pacífico del mundo. Como ella.

Jaehyeon le limpió las lágrimas silenciosas que estaban por llegar a su labial con un pañuelo, y le dio una sonrisa que indicaba aquello que no deseaba, retirarse para dar paso a otros que también amaron a Julia en vida y lo seguirían haciendo después de la muerte.

—Disculpen —Matías tocó su hombro—. No les había visto antes, ¿cómo conocieron a mi mamá?

—Nos ayudó en un momento difícil —Jaehyeon tomó la palabra—. Le tenemos mucho cariño.

Matías escudriñó su rostro con sus ojos, intentando entender el rompecabezas de rasgos debajo del velo, hasta que le clicó.

—Vos sos la mujer que me compró la pintura.

Nora solo le sonrió. Con un apretón en el brazo de Jaehyeon, dejaron atrás a una familia que ya quedaría solo en sus recuerdos a partir de este momento.

Ignacio, por su parte, sí le dio un profundo abrazo a cada uno, saliendo de todo protocolo y en el primer contacto de este tipo que alguna vez habían tenido, y el abrazo fue devuelto con la misma fuerza y entendimiento. Les dejó un papel que leyeron en su camino al bosque. Dos de hecho.

Un documento de propiedad de una vivienda en Nueva Zelanda, en las montañas. La letra suave y redonda de Julia resonó como su voz desde el segundo papel.

«Norita, si estás leyendo esto es porque ya estoy con mi Rodrigo. Quiero agradecerte por tantos años de amor y por haberme mostrado lo que es el verdadero concepto de una amistad. Lo que viví con vos solo lo sabremos nosotras, pues a pesar de Jae, Mizh e Ignacio, el significado de las miradas cómplices y los silencios previos a risas solo estarán en nuestro conocimiento.

Esta casita ha pertenecido por generaciones a mi familia, y de pequeña la visité mucho. Ahí reí y jugué. Mi casa pertenece a mis hijos, pero ellos nunca conocieron esta y me dolería que quede en el olvido, tanto como me dolería pensar que algún día ya yo no esté para darte un refugio cuando lo necesites.

Zemblania: Máscara de sangre y colmillos [LIBRO #2]Where stories live. Discover now