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A Dan le daban miedo pocas cosas. La muerte era una de ellas.

El frío y la oscuridad eran todo lo que percibía. Incluso achicando los ojos era imposible distinguir dónde estaba. Oía sonidos leves; voces y un pitido constante, pero poco más.

Trató de abrir los ojos lentamente, notando como la luz empezaba a hacerse un poco más clara con cada intento hasta que pudo ver por completo.

Luces blancas, techo blanco y olor a antiséptico.

¿Estaba en el hospital? ¿Realmente la persona a la que llamó fue a buscarlo? Menos mal, huh.

Trató de mover la cabeza hacia un lado, pero se mareó rápidamente; su cuerpo no respondía a su voluntad, se sentía pesado y adormecido, y se rindió después de varios intentos. Contempló lo que estaba a su vista y abrió los ojos por completo cuando notó lo que había a los pies de su cama.

El peluche de cuervo que compró por impulso.

"¿Por qué...?" Su procesamiento mental fue rápido y concluyó que sólo podría haber llamado a Seunghyun ya que era el único que sabía de su apego por ese felpudo (y que no quería explicar exactamente cómo es que el otro se enteró de eso).

Como pudo, se estiró y tomo el peluche con sus débiles manos, abrazándolo con fuerza y suspirando temblorosamente. Cerró sus ojos y se repitió en su mente un mantra ya conocido.

"Está bien. Estoy bien. Ya se acabó. Está bien" decía una y otra vez mientras mordía sus labios.

Ya pasó. Jaekyung ya no estaba ahí y no iba a hacerle ninguna de esas cosas de nuevo. Se había acabado.

Sostuvo el peluche de cuervo con fuerza y respiró el aroma familiar. Se sobresaltó cuando las voces del otro lado de la puerta aumentaron su volumen y el picaporte se giró dejando a alguien entrar.

Preparado para enfrentarse al ojirojo, miró hacia la puerta esperando al hombre trajeado, pero se sorprendió al ver que quien pasaba por esa puerta no era nadie más que la persona por la cuál compró el jodido peluche.

Era él.

Era Dooshik.

El hombre por el que estaba tratando desesperadamente de mejorar, el que hacía que su corazón latiera y el que le había enseñado que la vida también tenía buenos días. Ese era Kang Dooshik, el hombre que lo miraba desde la puerta con unos ojos brillantes.

Esa era la persona de la que se había enamorado.

Sus labios bajo la mascarilla temblaron y sus ojos quedaron clavados en la silueta que tanto había anhelado. Fue en un segundo que ese cálido cuerpo corrió hasta su camilla y se abalanzó sobre Dan, abrazándolo con fuerza y sin ninguna intención de soltarlo. El rubio tampoco se opuso y descanso su cabeza sobre el hombro ajeno, aspirando el olor familiar y soportando las lágrimas.

Estaba aquí con él. Dooshik estaba con él.

Se fundió en la conocida calidez y ninguna palabra fue dicha. No era necesario hablar para transmitir los sentimientos que entre los dos brotaban; la forma en que se aferraban al otro era una declaración tácita de lo que sentían, una oda silenciosa al otro.

– Hyung. Dan hyung, al fin te encontré.

金継ぎ

La recuperación fue relativamente lenta. El exterior del cuerpo de Dan parecía más sano, pero por dentro todavía habían cosas que sanar.

Y no estaba hablando solamente del cuerpo.

Recientemente, había estado siendo atendido por una psicóloga que venía personalmente a su habitación. El diagnóstico que la mujer le dió después de un par de sesiones era el que se esperaba, así que cuando la mujer le dijo que habían unas cuantas cosas en las que debía trabajar, Dan se propuso firmemente a mejorar en ellas. La mujer lo vió y felicitó, instándolo a seguir terapia y no rendirse.

Kintsugi || DanShikWhere stories live. Discover now