CAPÍTULO 34

337 35 0
                                    

Summer

Había tomado una decisión. ¿Era la correcta? No tenía idea. Pero, por el momento, me gustaba como sonaba y lo que significaba así que no me echaré atrás. Ya luego lidiaré con las consecuencias. A mi terapeuta le encantó la idea de que vaya a estudiar afuera y que me consiga un trabajo en el mientras tanto. Decidí estudiar Bellas Artes, no es un título universitario en sí, sino más como un taller que dura un año. Me entusiasma la idea.

¿La parte que no me gustaba? Chase y yo íbamos a estar a kilómetros de distancia, y eso simplemente me es muy difícil de imaginar.

Cómo cambia la vida ¿no? Hace un poco más de año, Chase y yo nos volvíamos a reencontrar luego de cuatros años sin vernos. Ahora no puedo imaginar una semana entera sin estar con él. A Chase le gustó que me haya animado a irme. Aunque está claro que la parte de estar lejos tampoco le gustó un pelo. Pero es así, hay que perder algo para ganar otra cosa. El universo exige equilibrio.

Sé que lo haremos funcionar. Sé que aunque probablemente esto nos traiga algunas discusiones en nuestra relación, encontraremos la manera de volver a encontrarnos.

Siempre lo hacemos.

Y aunque admito que estoy aterrada, estoy ansiosa en partes iguales.

Es la primera vez que tomo una decisión tan individual y personal. Eso me hace feliz.

El olor a pintura inunda por completo la habitación. Suspiró en cuanto termino el cuadro. Bueno, es un pequeño lienzo, pero no me disgusta. Tengo las manos manchadas de pintura, al igual que mi ropa y mi cara. Sonrió en cuanto me detengo a mirarlo en totalidad. Es un mar, con una inmensa luna en el centro y el cielo completamente iluminado de estrellas.

Siento que unas manos me toman de la cintura para pegarme a su pecho.

—Wow... —murmura Chase, abrazándome—. Miren quien es una excelente artista... esa es mi chica —susurró en mi oído, haciéndome cosquillas.

—Solo lo dices para hacerme sentir bien... aún no consigo bien trabajar con las sombras, y está lejos de ser profesional... —de pronto ya no me gustaba tanto.

—Summer, has comenzado a pintar desde hace muy poco. Es obvio que no va a ser perfecto. Y no estoy seguro de que tenga que serlo. Pero mira lo que has hecho. Miralo bien, es tuyo. Lo hiciste tú, con tus manos. Elegiste los colores, las formas, las sombras. Mezclaste, creaste. Deberías sentirte orgullosa de haber sido capaz de pintar esto. A mí me gusta mucho, de verdad.

Sonreí.

Que facilidad tiene para saber como hacerme sentir bien y especial.

—De acuerdo... no está tan mal para una principiante —me dio la vuelta para enfrentarnos y curvó su boca hacia arriba—. ¿Qué tanto me miras?

—Estás toda manchada, eres un desastre.

Encarné las cejas.

—¿Ah sí?

—Sí, mírate. Tienes pintura aquí —tocó mis manos—. Aquí —subió por mis brazos, acariciándome—. Aquí —dio un toquecito en mi nariz—. Aquí... —acarició mi cuello.

Me lo quedé mirando embelesaba.

Sin pensar, hundí mis dedos en la pintura y lo manché en la mejilla.

—Mira quien es el desastre ahora.

Abrió la boca con indignación.

—Con que así quieres jugar... tú lo pediste, corredora.

De esa forma, comenzamos a jugar con las pinturas como unos niños, manchandonos por todas partes entre risas. Chase aprovechaba para tomarme y hacerme cosquillas o escabullir sus manos debajo de la camiseta vieja que usaba para pintar y acariciarme, manchándome ahí también. En algún momento, terminé cayendo al suelo y él se tropezó encima mío. Compartimos una mirada y sin respirar, me rodeó el cuello con su mano y estampó su boca contra la mía.

Suspiré dentro de su boca y respondí extasiada, hundiendo mi lengua en su boca.

—Eres hermosa, preciosa. Y mía —murmuró entre besos.

Tiré de su cabello con fuerza y gemí cuando acomodó mis piernas alrededor de sus caderas.

Entre medio de los besos nos detuvimos a respirar y mirarnos. Soltamos carcajadas en cuanto vimos todo el desastre que habíamos hecho.

—Necesitamos una ducha —dijo.

—Sí, yo primera.

Me frunció el ceño.

—¿Quién dijo que iba a dejarte sola? Hay que ahorrar agua, mi amor.

Me mordí la boca con una sonrisa y Chase me tomó con fuerza para alzarme y llevarnos al baño.

Luego de una hora bajo el agua caliente y... emm... una larga sesión de besitos. Me encontraba vistiéndome para ir a la casa de mi madre.

Me despedí de Chase con un beso, antes de tomar a mi perrito y conduje.

Me sentía extraña.

Presentía el cambio. Y me gustaba de la misma manera que me aterraba.

En cuanto estacioné frente a la casa de mi niñez, respiré hondo. Tomé a León y lo acurruqué contra mí. Abrí la puerta para encontrarme con mi madre leyendo en el sofá.

—Hola, mamá.

—Hola, cariño... —respondió sin mirarme, buscando el separador para marcar la página en la que se había quedado.

—Tengo un regalo para ti —digo, ella frunce el ceño y me mira. Tomo a León y se lo tiendo. Su expresión es de emoción de felicidad pura. Casi salta de su asiento y vine a tomarlo.

—¡Es tan pequeño y hermoso! —dice llevándolo a su pecho—. Mira es carita... —mamá lo acaricia y mi perrito la lametea—. ¿De verdad me lo estás regalando?

—Sí... lo encontramos con Chase hace un par de meses en la calle, desde entonces cuidamos de él... se llama León.

—¿Y por qué me lo estás dando a mí?

—Porque me voy mamá, me voy a estudiar y a trabajar a Nueva York durante un año.

Mi madre alzó la mirada hacia mí. Entre sorprendida, emocionada y angustiada. Se quedó observándome durante un largo rato, como si no se lo creyera. Sabía que no se lo esperaba, y sabía que me iba a extrañar. Sentí como me ardían los ojos.

—Mi niña... —murmuró sollozando y se acercó a abrazarme.

Le devolví el abrazo con cuidado de no lastimar a León. Me acarició el cabello mientras ambas comenzamos a llorar. Se separó un poco y volvió a mirarme.

—Y dime que harás... ay por Dios, no sé si estoy demasiado contenta o si estoy angustiada.

—Estudiaré Bellas Artes, descubrí que me gusta mucho pintar. Y en cuanto al trabajo, ya veré como lo soluciono.

—Estoy tan orgullosa de ti... —sollocé más fuerte con una sonrisa—. Sé que tu padre también lo está.

—Gracias mamá...

—Te amo, mi niña.

—También yo.

Sabía que mi madre iba a estar bien sin mí. Y yo estaba tranquila con eso.

Había comenzado a salir, tenía un grupo de amigas con las que hablaba a menudo y estaba buscando cosas que la hicieran feliz aunque sea por un rato.

Yo también estaba muy orgullosa de ella.

Y sabía que papá también. 

End game [Completa]Where stories live. Discover now