𝓐𝓽𝓻𝓲𝔁

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¡Por fin había llegado el día! 20 años solo se cumplían una vez, y para cualquier habitante de Mitania era la fecha de entrada a la mayoría de edad. Peter no podía estar más ilusionado, pero a la vez los nervios lo invadían: todo ciudadano, al cumplir la mayoría de edad debe pasar el ritual familiar que le permite convertirse en parte representativa de la sociedad, mediante la toma del apellido familiar si dicho ritual era culminado con éxito. En el caso de los Jackery, para realizar el ritual ancestral se necesitaban los cálices familiares y un puñado de sal. Dicho ritual consistía en traspasar una gota de agua de cada cáliz (uno por cada miembro de la familia) a la copa del centro (que representaba al celebrado). El homenajeado, una vez lleno el vaso cogía un puñado de sal, como símbolo de la adversidad y los problemas que la vida puede ofrecernos, y otro de azúcar, que simbolizaba los momentos felices, en su cáliz. Una vez hecho esto, el líquido debía ser regado sobre el sauce de la familia Jackery, plantado en el jardín de la casa de Peter. Toda su familia, venida desde los rincones más remotos de Mitania, estaría allí para celebrar ese día junto a él. Mientras Peter pensaba en que palabras decir una vez concluida la ceremonia, oyó que su madre lo llamaba desde el salón:
- Peter, cariño, ¿puedes bajar un momento?
- Ya voy, un segundo- dijo Peter, recogiendo rápidamente el desorden de su habitación.
Al salir de su cuarto y dirigirse al salón no vio la pelota del perro que rodaba en el suelo y, desafortunadamente tropezó cayó de bruces al suelo, armando un tremendo escándalo. Por si fuera poco, el reloj se aflojó y, al caerse, salió disparado de su muñeca. Rápidamente empezó a buscarlo:
- Peter, hijo- decía el padre de este- ¿te encuentras bien?
- Yo estoy bien papá, solo me he raspado un poco- respondió Peter, viendo unas gotas de sangre caer de su brazo como consecuencia de la caída- ¿Alguien ha visto mi reloj?
- Está aquí, enano- respondió su hermana, cogiendo el reloj de debajo de la encimera- pero creo que se te ha roto.
- ¿¡COMÓ?!- gritó Peter, aterrorizado al oír la noticia.
Tras cogerlo rápidamente de las manos de su hermana, observó como el reloj se parpadeaba, encendiéndose y apagándose, en distintos tonos de color. Tras desactivar el seguro mágico, Peter consiguió transformarse a duras penas (su traje parpadeaba constantemente) y usar el poder oculto, con la esperanza de que pudiera arreglar el reloj. Afortunadamente, las luminiscencias blancas se posaron sobre el reloj que brilló en un tono verde muy oscuro y pareció volver a la normalidad. Todo parecía correcto, así que, tras volver a transformarme, salió de su cuarto, justo para recibir a las visitas que estaban llegando.
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Todo había ido como la seda: el ritual se había completado sin percances, la familia se había empezado a marchar a sus hoteles para recobrar fuerzas antes de partir de vuelta a sus hogares la mañana siguiente, y Peter miraba a su reloj, aún preocupado por el incesante parpadeo acontecido apenas unas horas atrás. Esa noche, mientras dormía, el reloj volvió a encenderse solo, esta vez liberando una misteriosa energía en tonos azul y verde que se materializaba en un extremo del cuarto de Peter... A la mañana siguiente, al despertarse, todo parecía normal para Peter, salvo por un detalle: un extraño chico, delgado, rubio y cuya piel era verde y sus ojos azules, estaba observándolo desde un extremo de su cuarto:
- ¡Hola!- dijo este, con una voz propiamente adolescente- ¡Por fin despiertas!
- Pero, ¿quién eres tú?- preguntó Peter, más asustado que nunca, preparado para luchar si se daba el caso.
- Uff...eso es una historia un poco difícil de explicar- dijo el ente- Mi nombre es Atrix y en sí, soy el Atantrix. O al menos la esencia atánica modificada por...bueno no creo que lo conozcas, por lo que respecta a mi base de datos.
- ¿El Jefe... de los Celestiales?- aventuró Peter.
- Pues sí- respondió Atrix sorprendido- Me complace ver que hay quien aún lo conoce y lo respeta.
- Así qué...¿tú eres la conciencia del reloj...que tuvo que ser encerrada?- dijo Peter, un poco preocupado
- Pues sí...pero en mi defensa debo decir que aquella fue una ocasión excepcional: alguien manipuló mis circuitos llenándolos de una energía oscura que me hizo perder el control. Por fortuna, ya estoy completamente liberado de esa toxina- dijo muy satisfecho Atrix
- La verdad es que te imaginaba más como una especie de espíritu...
- En verdad lo era- contestó Atrix- pero al mezclarse mi poder atánico con tu sangre humana al ponerte el reloj, he podido adquirir una forma corpórea, que debería ser similar a la tuya.
- Entonces, si tú eres lo que hace funcionar al reloj, entonces...- dijo Peter, mirando su reloj
Este sólo marcaba la hora en el centro de la pantalla. Todo lo demás estaba en gris.
- No debes preocuparte. Todas las funciones tecnológicas del reloj siguen activas: navegador, reloj, cronómetro... lo único que no está disponible es la opción de transformarse, y por tanto, el acceso a tus poderes- intentó calmarle Atrix
- ¡Ah, perfecto!- dijo Peter, exasperado- justo lo que hace de este reloj algo especial, es lo único que no está.
- Cálmate, ¿quieres?- dijo Atrix- Puedes seguir transformándote: si pulsas en el centro del reloj durante 5 segundos, volveré a introducirme en el reloj, activando la maquinaria atánica y permitiéndote transformarte en Starior. Una vez que te vuelvas a convertir en Peter, la maquinaria se detendrá y yo saldré de nuevo.
- Bueno- dijo Peter, algo más calmado- pero, ¿y si pierdes el control?
- No lo haré, confía en mí- contestó Atrix, muy seriamente- no quiero desperdiciar esta nueva oportunidad, tanto de redimirme como de conocer el mundo real desde una nueva perspectiva corpórea.
- Pero, ¿cómo vas a salir ahí fuera?- levantó la voz Peter- Llamarás la atención nada más pongas un pie fuera de esta casa.
- Déjame eso a mí- susurró misteriosamente Atrix, envolviéndose en un halo amarillo que cegó temporalmente a Peter...

Los secretos de WandiaWhere stories live. Discover now