Capítulo 3

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—Ya tuve el placer —dijo Ares, acercándose a Coriolanus—. No sabía que usted era el heredero de los Plinth.

—Lo soy, sí —respondió Coriolanus.

—¿Ya se conocían?

—La Dra. Gaul nos presentó —explicó Ares—. Soy gran fan del trabajo de su hijo.

—¿Le gustan los Juegos del Hambre?

Ares estuvo un rato hablando sobre su interés en los juegos y lo atractivo que le parecía ayudar a un tributo a ganar. Coriolanus lo escuchó, atento a cada una de sus palabras. Si él era el patrocinador más importante, lo que pensaba era una mina de oro. Strabus intentaba seguir la conversación, pero después de lo de Sejanus prefería mantenerse al margen sobre los juegos. A Coriolanus eso le parecía de lo más perfecto. Mientras menos lo molestara, mejor.

—Vaya —soltó Ares al ver la hora—. Debo irme. Prometí pasar por alguien y ya es algo tarde.

—¿Una novia, quizá? —soltó Strabus.

—Mi hermana —corrigió Ares—. Trabaja en un taller cerca de aquí y me está esperando.

Coriolanus asintió y siguió a Ares hasta la salida. Era una buena oportunidad para saber sobre la hermana, aunque prefirió no decir nada. Si Ares no sabía que Minerva era aprendiz de Tigris, él no iba a ser quien se lo dijera. Detestaba ser imprudente. Subió con el hasta el elevador y lo despidió con la mano cuando llegaron a la planta baja. Al volver, el ambiente de su casa había regresado.

—¿Sabes quién era ese? —preguntó Tigris.

—Ares Blacksail —respondió—. El hermano de tu aprendiz.

—Minerva no bromeaba al decir que su hermano era alguien importante. —¿Él sabe qué su hermana trabaja contigo?

—Ni idea —respondió Tigris—. ¿Comentó algo al respecto?

—No, solo mencionó el taller —dijo Coriolanus pensativo—. ¿Tigris, tu me guardas secretos?

—Supongo —meditó—. Hay cosas que no puedo decirte, Coriolanus. Todos tenemos secretos, incluso tú.

Coriolanus prefirió no seguir con la conversación. Claro que tenía secretos. El asunto era que no le gustaba que los demás los tuvieran, y menos alguien tan cercano a él. Pero era Tigris. Ella no lo traicionaría jamás porque sabía de lo que era capaz. Aunque, nunca estaba de más ser precavido. Necesitaba saber más de Minerva y si ella podía convertirse en un problema.

Se despertó antes de que la abuelatriz comenzara a cantar y se alistó para ir a la universidad. Tigris seguía dormida, lo que entendía después de la noche en vela finalizando su prenda. Salió en silencio y fue directo a la cafetería. A veces se daba descanso de las comidas de Ma y aprovechaba ese momento para escribir sus ideas. La más reciente que quería implementar era darle a cada tributo un diseñador y un estilista que los preparen para la entrevista. Eventualmente, si todo salía bien, podría haber alguna otra forma de presentarlos a los patrocinadores. Para eso, necesitaba sí o sí que los tributos se vieran bien.

—¿Puedo sentarme?

Coriolanus levantó la cabeza y se encontró con Ares. Señaló la silla y asintió.

—¿Qué haces por aquí? —le preguntó.

—La Dra. Gaul quiere hacer negocios —dijo Ares—. Así como tu padre.

—Strabus no es mi padre —lo corrigió Coriolanus—. Mi padre murió en la guerra.

—El mío también —confesó Ares—. ¿En qué distrito?

Snow lands on topDonde viven las historias. Descúbrelo ahora