Capítulo 17

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Coriolanus estaba en el suelo, debido a la inercia del movimiento. Minerva lo cubría, impidiendo que Ares se acercara a él. La mirada que reflejaba el hombre era salvaje y lo transportó a los Juegos del Hambre. Quería matarlo. Le había arruinado por completo sus planes con Minerva. 

—Tranquilízate —pidió Minerva—. No es el momento. 

—¿En serio quieres estar con él? 

—Las cámaras, Ares —le recordó—. El evento. 

—Dante espera por ti —dijo Ares—. Me haces quedar mal frente a todos.

Coriolanus se puso de pie y abrazó a Minerva en un acto protector. Ares dio un paso al frente para golpearlo, pero Lucky intervinó. Dio la salida para terminar la transmisión y le preguntó a Ares si creía que todo había sido un éxito. Eso les permitió a Minerva y Coriolanus alejarse de él. Al entrar a la fiesta, los recibieron con gritos y aplausos. Todos celebraban su relación, menos Dante. Tigris se acercó a ellos y los llevó donde estaba la comida para que pudieran tomar un plato y servirse. 

—¿Por qué Ares está tan molesto? —preguntó Tigris. 

—Ya había planeado los siguientes 10 años de mi vida —respondió Minerva. 

—¿Eso no te traerá problemas?

—Lo arreglaré en casa —la tranquilizó—. Ahora, creo que sería buena idea disfrutar un poco. 

Coriolanus coincidió con Minerva. Ella y Tigris trabajaron muy duro para terminar sus prendas y ahora el éxito de su esfuerzo se veía recompensado. Los patrocinadores estaban más que felices con cómo se veían y los invitados ya estaban apartando a sus diseñadores preferidos, junto con los estilistas, para sus próximos eventos. Tomó un plato y comenzó a servirse. Odiaba admitirlo, pero estaba hambriento. Los tres se sirvieron y tomaron asiento cerca de donde una pequeña orquesta tocaba. Era la primera vez que escuchaba música en vivo. Era todo un mérito para Ares encontrar músicos e instrumentos. 

—Felicidades, señor Snow —escuchó detrás de él. 

Se levantó y se encontró con la Dra. Gaul, que llevaba un vestido negro con detalles rojos que le recordaron sangre derramada. Ella lo tomó del brazo y lo alejó de las mesas. Coriolanus aprovechó para visualizar todo el panorama. De un lado estaban los músicos, de otro estaba la comida, en un rincón alejado estaban los bailarines y, supuso, la planta alta estaba reservada para los instintos salvajes de la gente con poder. Podía verlos subir acompañados de los jóvenes contratados justo para eso. 

—El evento tiene la atención del presidente y ha conseguido a la chica —le comunicó la Dra. Gaul. 

—¿Ah sí? —fingió estar sorprendido—. Todos se han esforzado. Estarán complacidos de escuchar la noticia.

—Pero sin un maestro, la orquesta no puede tocar —dijo la Dra. Gaul—. Si todo va cómo lo planeó, en los siguientes Juegos aplicaremos su propuesta. 

—Eso sería estupendo. 

—Haga una lista de los mejores diseñadores, la espero mañana a primera hora. 

La Dra. Gaul se separó de él y se perdió entre la gente. Coriolanus ya tenía en mente algunos nombres a los que les veía potencial. Su prima estaba entre los primeros, pero dudó de si debería colocar a Minerva. No le preocupó mucho porque varias personas la rodeaban. Ella se mostraba amable con ellos. Demasiado amable, pensó Coriolanus. Si se fijaba bien hasta podría decirse que les coqueteaba. Les sonreía, se dejaba tocar, anotaba sus datos en las libretas. Eso lo molestó. Minerva era suya. Caminó hacia ella con la intención de marcar territorio, pero las personas a su alrededor le cerraron el paso. Era obvio que no querían que se le acercara. Detectó a Dante a unos metros de Minerva. Un ruido llamó la atención de todos y se alejaron de ella. Intentó acercarse, pero cómo estaba a contracorriente, Dante lo aventajó. 

—¡Minerva! —gritó Coriolanus. 

Ella distinguió su voz y lo buscó con la mirada. Dante se interpuso entre los dos y comenzó a  jalarla lejos del centro. Leyó las intenciones del joven y fue detrás de ellos. Intentó seguirlos hasta que Ares le cubrió el pasó. Lo empujó varias veces para intentar pasar. Su desesperación fue mayor cuando escuchó un grito. Intentó de todas formas pasar, pero Ares estaba decidido a no dejarlo pasar. Iba a rendirse cuando vio a Minerva correr hacia él. El gesto que cubría su rostro lo reconoció al instante. Lo veía varias veces en la arena. Era el gesto de miedo después de escapar de alguien que quiere hacerte daño. Coriolanus aprovechó que Ares se distrajo para pasar y sostuvo a Minerva entre sus brazos. 

—¡La fiesta es un éxito! —escuchó la voz de Lucky—. Hemos recibido muchas llamadas preguntando por los diseños. El presidente ha dado luz verde para hacer la boutique. ¿Dónde está Ares? 

—¡Aquí! —gritó, ignorando a su hermana y a Coriolanus. 

—¡Un aplauso para el benefactor de la fiesta! —pidió Lucky. 

—Coriolanus también merece un fuerte aplauso —dijo Ares, señalandolo. 

Coriolanus miró a Minerva. Ella sonrió, pero notó que en sus ojos aún se reflejaba el miedo. La sujetó de la cintura y ella lo abrazó del cuello. Acarició su rostro en un intentó de calmarla. Ahora era su compañera. Debía protegerla. Hacerle saber que a su lado nada iba a pasarle. No importaba lo que hiciera Ares o Dante para separarlos, sabía que lo que sentían el uno por el otro era demasiado fuerte. 

—¿Estás bien? —le preguntó a Minerva.

—Lo estaré —murmuró—. ¿Puedo dormir contigo? No quiero volver a casa. 

Asintió y se inclinó para besarla. Detectó un suspiró por parte de algunas personas a su alrededor y profundizo el beso, feliz de tener entre sus brazos a la mujer que todos deseaban. Cuando se separaron, ella le sonrió. La tormenta que tenía en sus ojos había desaparecido. Sintió como sus dedos se enredaban en su cabello y recargo su frente en la de ella, seguro de era la mujer que tanto había esperado. 

Snow lands on topDonde viven las historias. Descúbrelo ahora