Capítulo 16

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Coriolanus sabía que sería el último en salir, así que entendía que Minerva no estuviera tan concentrada en él. Miró a Dante. El traje que Minerva le confeccionó reflejaba el talento de la chica. Era de un color negro, con detalles bordados en blanco. Los detalles eran líneas irregulares que iban del hombro al brazo, simulando truenos. El corte era diferente al que él usaría, lo que era un alivio. Al menos no se verían igual. Llevaba el cabello peinado hacia arriba, con un maquillaje que le marcaba los pómulos. En Coriolanus, sus ojos eran el punto focal de su rostro. Y tenía sus rizos peinados hacia atrás. Solo faltaba el saco para completar su look.

—Minerva, ya debes cambiarte —le avisó la estilista.

—¡Voy! —dijo ella, corriendo con una caja entre brazos—. Cúbreme, por favor.

Coriolanus asintió. Fue hacia donde Minerva iba a cambiarse y se puso de espaldas para que nadie la viera. Le pareció interesante lo cohibida que se notaba a pesar de que ese día en el desfile se desnudó en frente de todos. Se lo atribuyó a la presencia de Dante y notó cómo la estilista lo estaba distrayendo, acomodando algo de su peinado.

—¿Me ayudas?

Coriolanus giró para encontrarse a Minerva, que sostenía su cabello mostrando el escote de espalda que tenía su vestido. Coriolanus tragó saliva al darse cuenta que tenía el cierre abierto y lo subió, acariciando la suave piel de la chica. Se agachó lo suficiente para depositar un beso en el espacio libre entre sus hombros. Minerva se giró, sonrojada, y le agradeció en silencio.

—Te toca al final —le avisó—. Yo saldré primero con Dante y con Lucky.

—Lo sé —respondió Coriolanus—. Solo, prometeme que vas a volver.

—Siempre —dijo ella, apretando su brazo.

El vestido de satín que llevaba puesto iba a la perfección con el traje de Dante. A Coriolanus le vino a la mente una noche estrellada al ver la falda con los detalles en plateado. Minerva se sentó con su estilista y la vio mientras la maquillaban. Coriolanus la observó mientras la maquillaban. Le pareció algo dramática la elección, pero a final de cuentas todo era un espectáculo. El ahumado en los ojos de Minerva la hizo parecer más madura. Llevaba el cabello suelto, algo esponjado en la parte de arriba. Al poco rato, Ares se les unió, con un traje color azul marino que también combinaba perfecto con el vestido de su hermana.

—Ponte esto —pidió Ares, entregando una cajita.

Minerva la abrió y descubrió un collar de diamantes con un par de aretes que iban a juego. Ese tipo de joyería ya casi no se veía por el Capitolio debido a la guerra. Coriolanus quedó impresionado por el brillo. Era demasiado valor en algo tan banal como un collar. ¿De dónde lo había sacado? Ares le puso el collar a su hermana. Cómo era de esperarse, le quedaba a la perfección.

—¡Cinco minutos! —se escuchó una voz.

Coriolanus divisó a Tigris. A pesar de que nunca le pareció guapa, se veía bastante bien. Su cabello lo llevaba en una coleta alta, el maquillaje era muy sutil a comparación del que él llevaba y su vestido de color rosado ondeaba al ritmo de su pasos. Vio como Ares se unía a ella y cómo es que sus prendas se complementaban. Después, Minerva y Dante fueron detrás y salieron de la tienda. En cuanto salieron, alguien sacó un televisor que colocaron al centro del lugar. Lucky Flickerman lucía un saco de color amarillo con líneas en rosa que expresaban por completo su estilo. Ares y Tigris fueron los primeros en salir en cámara. Sabía que su prima estaba nerviosa por la forma en la jugueteaba con sus dedos. Habló sobre cómo fue confeccionar el traje para Ares y cómo es que fue trabajar con él. Este a su vez le agradeció el trabajo tan bien hecho y dio entrada a su hermana.

—¿Dónde quedó Coriolanus Snow? —preguntó Lucky—. ¿Ya lo has reemplazado, querida?

—Nada puede hacerlo —bromeó Minerva—. Dejamos lo mejor para el final.

Coriolanus sonrió. Eso era cierto. Pudo sentir algunas miradas sobre él por las bromas de Lucky. Esto iba mejor de lo que esperaba. El presentador sabía que su dupla con Minerva vendía y eso era lo que quería. Poco dejó que Dante hablara. Minerva logró explicar a grandes rasgos el diseño que le preparó y se desvió hacía Lucky. El presentador estaba más que contento con su saco.

—Bueno, debemos irnos —se despidió Minerva—. El show debe continuar.

Lucky se despidió de ella dándole un beso en cada mejilla. Coriolanus volvió a su lugar y se sentó a esperar. El lugar se fue vaciando de manera lenta hasta que fue el único en quedarse ahí. Estaba dudando sobre si Minerva vendría, cuando la vio entrar. Sin poder resistirse, la tomó de las manos y la besó.

—Anda, vamos a llegar tarde —le recordó Minerva—. Ten, ponte esto.

Coriolanus se colocó el saco y se miró al espejo. No era el mismo que Minerva le había dado. Este era de un color carmesí, con un bordado plateado que simulaba un rosal como el que su Abuelatriz tenía en el techo. Algo cálido inundó su pecho y volvió a besar a Minerva por tan bello homenaje. Ese saco era él. No había duda.

—Eres increíble —dijo, agradecido.

—Ayúdame a quitarme esto —le pidió.

A Coriolanus le pareció una propuesta atrevida hasta que se dio cuenta de que en realidad Minerva iba a hacer otro cambio de ropa. Bajó el cierre, avergonzado por el camino que su cabeza había tomado y espero a que Minerva estuviera lista. El segundo vestido era aún mejor que el primero. Era del mismo color de su saco y en el escote tenía una camino de rosas bordado en blanco. El maquillaje, que le pareció exagerado, iba a juego con todo el look.

—¿Vamos?

Minerva se enganchó de su brazo. Caminaron con gracia hasta la salida y notaron como la gente que estaba afuera se les quedaba mirando. Seguro parecían una pareja. La prensa comenzó a gritarles para tomarles fotografías, pero ellos avanzaron hasta donde estaba Lucky. Coriolanus notó el brillo en los ojos del presentador y se preparó para lo que había planeado.

—La pareja del año —celebró Lucky—. Veo que te has cambiado, Minerva.

—Tenía que combinar con Coriolanus —respondió.

—Los dos siempre quedan perfectos juntos —halagó Lucky—. Me avisan que tenemos una sorpresa por parte de Coriolanus.

—¿Sorpresa? —Minerva observó a Coriolanus, que sonrió con galantería—. ¿Qué sorpresa?

Lucky salió del cuadro y regresó con un pequeño ramo de rosas blancas. Las flores combinaban demasiado bien con Minerva, incluso se perdían con el bordado en su pecho. Dentro, Coriolanus había colocado una tarjeta con una simple pregunta; ¿quieres ser mi novia? El hecho de hacerlo de ese modo le daba puntos por encima de cualquier pretendiente. Dejó de respirar cuando Minerva vio la tarjeta y la sacó para leerla.

—Sí —dijo Minerva, abrazando a Coriolanus—. Sí quiero.

—¡Al fin! —celebró Lucky—. Tuvieron la exclusiva con Lucky Flickerman. La pareja del momento es oficial, gente del Capitolio.

Coriolanus sabía que ese era el momento, así que lo aprovechó. Tomó a Minerva de la barbilla y le dio un buen beso, como le indicó la Abuelatriz. Quería reafirmar que Minerva era suya y de nadie más. La atrajó a su cuerpo y se perdió en su boca unos minutos hasta que sintió que alguien lo jalaba de la espalda, separándolo de ella. 

Snow lands on topWhere stories live. Discover now