Capítulo 9

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Coriolanus se acercó a la Dra. Gaul. ¿Qué más podía hacer? Escapar lo haría verse débil. Debía enfrentarla. Ella soltó una risa al verlo, lo que lo hizo sentirse aún más patético. Intentó recuperar el porte. Verse confiado a pesar del temblor en sus manos. 

—Pensé que no había nada entre usted y la señorita Blacksail —dijo la Dra. Gaul.

—Aún no hay nada —detalló. 

—Usted no hace nada al azar, ¿no es así? —le recordó. 

—Ya me conoce —afirmó Coriolanus. 

—Sólo tenga cuidado, señor Snow —le advirtió la Dra. Gaul—. Los Blacksail no son como los Plinth. 

Coriolanus intentó sonreír. Ares Blacksail era calculador, lógico, demasiado observador para su gusto. Minerva, por su parte, era astuta e inteligente. Ninguno de los dos se dejaba engañar por las apariencias. Sabían su posición y lo que eso les brindaba. La Dra. Gaul lo sabía bien. Por algo dejó que Ares se hiciera cargo de todo un proyecto. Le dio un lugar a su lado solo por el dinero que poseía y el gusto que tenía por los juegos. Lugar que Coriolanus tuvo que ganarse. 

—Lo tendré —respondió, confiado. 

—¡Coriolanus! —escuchó la voz de Tigris. 

La Dra. Gaul soltó una risa malévola, le dio una palmada en la espalda a Coriolanus y volvió a esconderse entre las sombras. Tigris lo alcanzó y le sujetó el brazo para llevarlo hasta el auto que ya los estaba esperando. Se quedaron en silencio hasta que llegaron al departamento, donde Ma y la Abuelatriz estaban muy entretenidas mirando la televisión. Lucky Flickerman tenía un programa de entretenimiento que servía para dar noticias generales del Capitolio. Durante los Juegos, el programa era una transmisión de 24 horas de lo que sucedía en la arena. Parte de las nuevas implementaciones que Coriolanus realizó. Lo que no esperaba ver era una fotografía de él con Minerva. Admitió que ambos se veían bien juntos. Eran una pareja que reflejaba a la perfección la gloria del Capitolio. Sería una buena primera dama, pensó. Era algo prematuro de su parte considerarlo, pero la idea no le desagrado. Minerva llamaba la atención, quisiera o no. Y sí él la tenía a su lado, todos tendrían que mirarlo. 

—¡Esa es mi rosa! —exclamó la Abuelatriz. 

Ahora pasaban un recuento del evento. Tigris salió en un par de tomas, hablando con Ares. Coriolanus no apareció hasta casi el final, hablando con Minerva. Lucky repitió la frase de la pareja del momento y presumió de la exclusiva que tenía al respecto. Todo iba bien hasta que anunció más pruebas del romance. Coriolanus tuvo que acercarse a la televisión para verificar que, en efecto, lo que transmitían era un video de él con Minerva. Por suerte no se escuchaba lo que decía. Solo se veía que hablaban hasta el momento donde la sujeto de la espalda. El video se cortó y Lucky aplaudió emocionado. Se nombró a sí mismo como el vocero de la pareja y prometió tener más noticias antes de salir a cortes comerciales. 

—¿Entonces ya son pareja? —indagó Ma, emocionada. 

—Aún no —respondió Coriolanus. 

—Te daré otra rosa para que se la des —dijo la Abuelatriz, emocionada—. Esa chica sí que tiene porte. 

Coriolanus se disculpó y fue directo a su habitación. Minutos después, alguien tocó a su puerta. Era Tigris, que quería saber lo que realmente pasaba con Minerva. Coriolanus no supo que responder. Claro que quería tenerla cerca por el poder que su hermano tenía sobre él, pero otra parte de él deseaba tenerla a su lado. 

—Solo ten cuidado —le advirtió Tigris—. Ares no dudaría en acabar contigo si te conviertes en un problema. 

—Estaré bien —la tranquilizó Coriolanus—. Hablando de Ares, noté que le tomabas medidas. 

—Me pidió que le hiciera algunas prendas para la fiesta —respondió Tigris, emocionada—. Tengo dos semanas para que queden listas. ¿Qué hay de ti?

—Debo usar el saco que le devolví a Minerva —dijo, avergonzado—. Ella hará algunas modificaciones. 

—¿Te pidió que fueras a verla al taller? 

—No, ¿crees qué debería ir? 

—Depende de ti —respondió Tigris—. ¿Quieres volver a salir en televisión? 

—No, gracias —respondió de inmediato—. Es tan extraño verse a sí mismo.

Tigris le dedicó una sonrisa antes de salir. Quizá tener a su prima de su lado también le daba una ventaja sobre Ares, más ahora que ella le diseñaría algo de ropa. El asunto de Minerva era otra cosa de la que debía preocuparse. Lo meditó un poco y decidió que no haría acto de presencia en el taller hasta que la chica en persona lo solicitará. Eso también le daría pie al Capitolio para hablar de lo que sucedía entre ellos y le daría tiempo de pensar de mejor forma sus próximos movimientos. 

Pasó una semana. Coriolanus se concentró en su rutina diaria y le sorprendió que, al no ver a Minerva, no sentía la necesidad de tenerla cerca. Se lo atribuyó al hecho de que la chica era como un imán que atraía todo lo que tenía cerca. Ahora que se había alejado, le parecieron ridículas las acciones que había hecho. El beso, devolver el saco, intentar volver a besarla. 

Tigris era su fuente de información sobre lo que pasaba en el taller. Ares y Minerva eran bastante famosos por ahí. Lucky había ido un par de veces a probarse el saco que Minerva hizo para él y estaba más que encantado. Incluso decía que era mejor que el primero. Estaba tan feliz que poco había indagado en la ausencia de Coriolanus. Eso lo molestó. No quería que se olvidaran de él. Debía volver a hacer acto de presencia aunque no se lo solicitaran. 

—¿Vas a ir mañana? —preguntó Tigris, incrédula. 

—Voy a averiguar que ha pasado con mi saco —respondió—. La fiesta está cerca y no sé qué modificaciones le ha hecho. 

—No creo que sea buena idea —murmuró Tigris. 

—¿Por?

—Ares mencionó que iría alguien importante al taller —comentó Tigris—. Verte ahí va a molestarle. 

—Más razones para ir —se decidió Coriolanus—. Mañana iré contigo. 

—Por favor, Coriolanus, no vayas —suplicó Tigris. 

—¿Qué sabes que yo no sé? 

—La persona que va a ir al taller es el prometido de Minerva. 

Snow lands on topWhere stories live. Discover now