Capítulo 19

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Coriolanus se sintió traicionado. No entendía a Minerva ni la relación que llevaba con su hermano, pero nada justificaba que se fuera sin despedirse. Mucho menos después de la noche que pasaron juntos. Esperó a Tigris, que le pidió ir a su habitación y se sentó en su cama. Ella volvió con una hoja doblada que le entregó a su primo.

—¿Qué es esto?

—Es de Minerva. Me dijo que te lo diera.

Lo abrió y se encontró con una caligrafía casi perfecta que le explicaba los motivos por los que había regresado a casa sin avisarle. En resumidas cuentas, quería evitar que Ares le hiciera daño o afectará el avance que lograron con el desfile. Eso lo hizo recordar la lista que la Dra. Gaul le pidió y que debía verla para entregársela. Odiaba ser tan olvidadizo. Permitirse que Minerva lo hiciera dejar todo a un lado. Se levantó y tomó una hoja, en la que comenzó a escribir los nombres que pudo recordar.

—¿Qué haces?

—La Dra. Gaul me pidió una lista con los nombres de los diseñadores con más éxito —le explicó—. Debo dársela hoy.

—Te dejaré para que te alistes —dijo Tigris, saliendo de la habitación.

—¿Minerva te dijo lo qué Dante intentó hacerle?

—Sí —dijo Tigris, deteniéndose en el marco de la puerta—. Quería obligarla a acostarse con él. Dante cree que si lo hace tendrá que casarse con él.

—¿Eso aún es válido?

—Supongo que para Ares sí —respondió Tigris—. ¿Tu y ella...?

—Aún no —la interrumpió—. Lo haremos cuando llegue el momento.

Tigris ya no insistió, pero Coriolanus sabía que su prima era demasiado lista. Se regañó por ser tan iluso. Seguro los escuchó. Aunque, tenía forma de explicarlo. El placer no solo era penetración. Ambos lo sabían. Además, Tigris no tenía el derecho de juzgarlos. Ella también había hecho cosas cuestionables.

—Deberías apresurarte —soltó Tigris antes de irse—. Dante no se va a rendir tan fácil.

Dante, Dante, Dante. Ese hombre estaba siendo un dolor de cabeza. Comenzaba a interferir en su camino. Él y Ares. Le pareció buen momento de ir planeando formas para deshacerse de ellos. Aprovecharía la visita con la Dra. Gaul para ver qué sustancia nueva le sería útil en caso de necesitarlo. Terminó de escribir el listado, se vistió y desayunó deprisa para no llegar tarde. Una vez en el Palacio de Guerra, espero por la Dra. Gaul. Le sorprendió verla llegar con el presidente.

—Presidente, le quiero presentar a Coriolanus Snow, nuestro Vigilante más prometedor.

—Es un gusto —dijo el Presidente—. La Dra. Gaul me ha hablado mucho de usted.

—El gusto es mío —respondió Coriolanus—. Dra. Gaul, tengo la lista que me solicitó.

—La veré después —le indicó—. Iremos a ver al señor Blacksail, ¿quiere acompañarnos?

Coriolanus asintió. La Dra. Gaul lo invitó a subir al auto con ellos y prefirió quedarse en silencio. El Presidente lo felicitaba por el evento y la idea tan excelente que tuvo para darles a los tributos más importancia dentro de los juegos. Eso le daría más público al evento y por ende mayores ganancias. Los Juegos se estaban convirtiendo en una forma sencilla de conseguir capital y mejores resultados por parte de los Distritos. El auto se detuvo y Coriolanus se encontró frente a una gran mansión. Intentó no parecer sorprendido ante la grandiosidad del lugar y caminó detrás de la Dra. Gaul y el Presidente. Un Avox los guiaba por el sitio y los dejó en una habitación con un gran ventanal que daba a un jardín. Pudo reconocer la silueta que estaba ahí sentada y se acercó para que lo viera. Minerva alzó la vista y lo saludó con la mano antes de ponerse de pie y dirigirse hacia ellos.

—Hola —lo saludó—. ¿Qué haces aquí?

—Vine con la Dra. Gaul y el presidente —le explicó—. ¿Y tú, qué haces aquí?

—Aquí vivo —respondió Minerva—. Disculpa por irme sin avisar, no quería molestarte.

—Me molesta más que hagas cosas sin decirme —dijo Coriolanus—. ¿No confías en mí?

—Mientras menos sepas, mejor —dijo ella.

La frase no lo alivió. Ni mucho menos ver que Ares entraba acompañado de Dante. Le pareció extraño el tiempo que pasaban juntos y distinguió un brillo en los ojos de Dante al verlo. Cuando se trata de poder, tener gustos específicos era una debilidad. No era raro que Dante intentara algo con Ares sabiendo que Minerva ya no era alguien viable. Pero, el plan de los dos era que ella se casara con Dante. ¿Acaso querían mezclarla en una especie de trío?

—Presidente, Dra. Gaul, les presentó a Dante Scolari —habló Ares, ignorando a Coriolanus—. Maneja el centro de entrenamiento del Distrito 2.

—¿Qué lo trae al Capitolio, señor Scolari? —preguntó la Dra. Gaul.

—Negocios —respondió Dante—. Quisiera instalarme aquí. Ayudar a los míos.

—Seguro ya conoce al señor Snow —dijo la Dra. Gaul—. Es parte de los Vigilantes de los juegos.

—Nos hemos topado un par de veces —mintió Dante, con descaro.

—El señor Blacksail y su hermana son cercanos al señor Snow —comentó la Dra. Gaul—. Si quiere ser importante aquí, debe conocer a las personas correctas.

Coriolanus sonrió, complacido de que alguien lo pusiera en su lugar. Más que ello, el hecho de que la Dra. Gaul lo reconociera cómo alguien importante dentro del Capitolio y su funcionamiento lo ponía en una posición de superioridad. No podían saltarlo si querían lograr algo. Él estaba más cerca del poder de Panem que ninguno de ellos. Se regañó mentalmente por dejarse amedrentar por ellos y buscó la mano de Minerva. Ella entrelazó sus dedos con los de él y se quedó a su lado. La acción no pasó desapercibida para ninguno de los presentes.

—Por aquí, por favor —habló Ares, señalando una puerta.

Todos se adentraron a la habitación, que tenía una larga mesa con varias hojas de papel. Ahí estaba todo un plan de modernización para Panem y los Juegos. El plan incluía a los Agentes de la Paz y los Distritos en un intentó de seguir manteniendo el orden. La idea de hacer de los Juegos un espectáculo era algo que podía explotarse. Coriolanus lo sabía. Desde el día uno que Lucy Gray llamó la atención de sus compañeros, algo dentro de él entendió que mientras más gente te siguiera, más importante eras. Lucky Flickerman era un ejemplo de ello. Si Lucky lo decía, era verdad. No por nada estaba interesado en él y Minerva. La presentación duró una hora y terminó en un apretón de manos que cerraba el negocio. El primer paso era abrir una boutique para que los diseñadores pudieran comenzar a vender sus prendas. Coriolanus y Ares estaban a cargo del proyecto.

—¿Podrá hacerlo, señor Snow? —lo cuestionó la Dra. Gaul, al salir de la mansión Blacksail.

—No la decepcionaré —prometió.

—Ya sabe lo que hago con los que me decepcionan —le recordó antes de subir al auto—. Sería un desperdicio perderlo, señor Snow. 

Snow lands on topDonde viven las historias. Descúbrelo ahora