Capítulo 20

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Coriolanus mantuvo silencio hasta que lo dejaron en las universidad. No quería mostrarse preocupado por las palabras de la Dra. Gaul. Sabía que decepcionar era peor que morir. Era convertirse en un rumor, desaparecer de Panem y su historia. Todo su esfuerzo no valdría la pena si sucedía eso. Por más que odiara la idea, debía llevarse bien con Ares e intentar una especie de tregua con Dante. Al menos ya tenía a Minerva de su lado, aunque no estaba seguro de sí eso era una ventaja. Se despidió del presidente y la Dr. Gaul y fue a sus clases.

Intentó concentrarse, pero terminó dejando que su cabeza se enfocara en ideas para la boutique. Lo primero que hizo fue contactar a los diseñadores. Les pidió que escogieran una prenda para comenzar a trabajar si se realizaba una inauguración. A Tigris le daría la tarea de diseñar el interior de la boutique y sacó una cita con Lucky Flickerman para sacar provecho de su relación y obtener algo de atención por parte del presentador. Al volver a casa, Tigris lo recibió con una carta que venía a su nombre. Era una invitación a una reunión que se celebraría la noche siguiente en la mansión Blacksail. Coriolanus le relató lo sucedido con la Dra. Gaul y los planes que ya tenía en mente para que le ayudara. Tigris coincidió en que lo mejor era hacer las paces con Ares por el bien del proyecto.

La mañana siguiente transcurrió sin novedades. Coriolanus fue a sus clases, intentó visitar a la Dra. Gaul pero no estaba disponible y volvió a casa a la hora de la comida. Ma lo recibió con un festín que agradeció y ayudó a Tigris a armar un conjunto formal para la reunión. Ambos prepararon sus ideas para la boutique y se alistaron para partir. Tigris exclamó sorprendida al ver la mansión Blacksail. A Coriolanus le pareció 10 veces más imponente debido a la cantidad de luces que la iluminaban. Estaba tan acostumbrado a la oscuridad de la noche que la luz artificial lo hizo sentir insignificante. Un avox los recibió y los llevó adentro. Les ofreció asiento y unas bebidas mientras esperaban a los demás.

—Cuando seas presidente —le dijo Tigris—. Deberías vivir en un lugar así.

Coriolanus asintió. Tener una mansión reflejaba un poder que nadie más tenía. El jardín era espacioso y sería perfecto para un invernadero de rosas. Abuelatriz ya no tendría que subir al tejado para cortar flores y le haría bien tomar un poco de aire fresco. Claro que, para acceder a todo eso, debía casarse con Minerva y no estaba del todo seguro de sí debía hacerlo. La espera le pareció una eternidad y se levantó, ansioso por que la noche terminara pronto.

—Espera aquí —le pidió Coriolanus a Tigris.

—¿A dónde vas?

—Quiero ver si encuentra a Minerva.

Tigris hizo un sonido de desaprobación con la boca y volvió a hundirse en su asiento. Coriolanus caminó alrededor hasta desaparecer de la vista de su prima. El lugar era demasiado grande, lo que le fastidio. ¿Dónde estaba Ares? Pensó en que todo era un plan para humillarlo y sintió como las orejas se le ponían calientes por el enojo. Estaba decidido a irse cuando distinguió la voz de Minerva. La siguió, con la esperanza de verla, hasta dar con una puerta doble que estaba cerrada. La voz de ella y su hermana era apenas audible, así que pegó el oído y respiro más lento para escuchar mejor. Le avergonzaba espiar pero debía saber lo que Ares podía estar tramando.

—Le prometí que se casaría contigo.

—Estoy con Coriolanus, dile que no se me acerque.

—Entiende Minerva, Dante nos conviene.

—Te conviene por las armas, yo no quiero eso. Estoy harta de luchar.

—Aquí en el Capitolio todo es un guerra —le recordó Ares—. Coriolanus no podrá protegerte si algo sale mal.

—¿Me estás amenazando?

Un fuerte ruido hizo que Coriolanus se separara de la puerta. Temeroso de que alguien lo hubiera visto, caminó de regreso con Tigris. Ares quería armas. Ares lastimaría a su propia hermana por eso. ¿Qué más sería capaz de hacer para obtenerlas? ¿Para qué las quería? Su mente iba rápido. Los Blacksail ocultaban algo y él ya estaba demasiado relacionado con ellos. Lo meditó por un momento. No podían ser rebeldes. Sus padres murieron a causa de la guerra, ¿qué sentido tenía?

—¿Coriolanus?

Se giró y vio a Minerva. Llevaba una blusa blanca y una falda tableada en color azul. Le sonrió al verlo y lo saludó con un un beso que electrizó cada parte de su cuerpo. Entrelazó sus dedos con los de ella y volvieron a donde estaba Tigris.

—¿Encontraste el baño? —preguntó Tigris.

—Este sitio es demasiado grande —respondió, agradecido con la mentira.

—¿Aún quieres ir? Te digo donde está —dijo Minerva.

—Puedo esperar —respondió Coriolanus—. ¿Dónde está tu hermano?

—Arreglando algunos detalles, pero podemos pasar al comedor.

La siguieron hasta donde un festín los esperaba. Minerva les pidió que tomaran asiento y un par de avox comenzaron a servirles comida. Minutos después, Ares y Dante se unieron. Saludaron de manera formal y Ares empezó a hablar de los planes que tenía con la boutique. Coriolanus le contó lo que tenía en mente y acordaron reunirse con la Dra. Gaul para mostrarle lo que acordaron.

—Ya tengo el lugar. Justo al centro del Capitolio —avisó Ares—. Tigris nos ayudará con el interior y ya me he comunicado con varios diseñadores para que preparen nuevas prendas.

—¿En cuánto tiempo estará listo?

—Un mes, la Dra. Gaul quiere ver si realmente va a funcionar para implementar la idea en los juegos.

—Lo hará —dijo Coriolanus, demasiado seguro.

Al ver que todo iba viento en popa, Coriolanus bajó sus defensas. Se relajó y disfrutó de cada bocado. La comida no era tan buena como la de Ma, pero estaba sabrosa y ayudaba a mitigar la comida. Al terminar, Ares le pidió a Coriolanus y Dante que lo acompañaran a otro espacio mientras las damas se ponían al tanto. Se dejó guiar hasta una estudio con sillones de piel donde había varias carpetas encima. Detectó que Ares cerraba la puerta con llave y tragó saliva.

—¿Quién era Lucy Gray? —lo cuestionó Ares.

Snow lands on topWhere stories live. Discover now