Capítulo 5

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La seriedad con la que Ares habló hizo que su voz se escuchara más grave. Sus iris se habían oscurecido y las facciones de su rostro estaban tensas. Coriolanus se colocó de puntillas para quedar a la misma altura y le sujetó los antebrazos para que lo soltara.

—Quiero conocerla —dijo con una seguridad que lo hizo dudar sobre si mentía o decía la verdad—. Es una gran chica.

—Conocerla no es darle un beso en pleno desfile —respondió Ares, molesto—. ¿Quién te crees que eres?

—Coriolanus Snow —respondió—. Vigilante de los Juegos del Hambre.

—¡Ares!

Ares lo soltó en cuanto escuchó la voz. Coriolanus dio un paso atrás y se puso en guardia por si quería golpearlo. Vio a Minerva, que los observaba a la distancia. Esta negó con la cabeza y dio algunos pasos hasta que llegó con su hermano.

—Ya te dije que ese beso no significa nada —dijo, molesta—. Deja en paz a Coriolanus, ¿quieres?

—Pero...

—Te prometo que nada sucede entre nosotros —lo interrumpió—. Vamos a casa.

Coriolanus notó como Ares se relajó al instante. Le puso su abrigo a su hermana y ambos salieron por la parte de atrás del escenario. Él acomodó el cuello de au camiseta y alcanzó a su familia. Agradeció que Tigris ya no tocara el tema del beso porque, luego de las palabras de Minerva, no tenía sentido seguir hablando de eso. No significaba nada, ella misma lo dijo. ¿Por qué buscarle un motivo? Se dejó llevar por el calor del momento, por lo atraído que se sintió hacia ella y su boca. Esa boca que volvería a besar si pudiera. Pero, tenía que concentrarse en la Dra. Gaul. Mañana le presentaría su idea y debía hallar una explicación para justificar su participación en el desfile.

La voz de la Abuelatriz marcó el inicio de su día. Se alistó y guardó la presentación que tenía preparada para la Dra. Gaul. Salió, despidiéndose de Ma, y encontró a Tigris esperando abajo.

—¿Qué haces aquí? —preguntó.

—Estoy esperando a Minerva, Fabrizia quiere hablar con nosotras.

—¿Sobre el desfile?

—Supongo —Tigris lo miró—. ¿Por qué la besaste?

—Me pareció buena idea para el espectáculo —respondió—. Ella era la novia, yo el novio.

—¿Sólo por eso?

—No significó nada, sí es lo que te preocupa —dijo, recordando las palabras de Minerva—. Debo irme.

No esperó a que Tigris respondiera. Subió al auto que ya esperaba por él y se alejó. Divisó un auto que venía en sentido contrario y supo de inmediato que era el de Minerva. Escondió la cabeza entre sus hojas, como una excusa para no encontrarse con ella, y se relajó al ver el Palacio de Poder. Guardó sus hojas, bajó del auto y se dirigió a la entrada.

—Lo siento, muchacho. Nada de visitas.

—La Dra. Gaul solicitó mi presencia —anunció.

—Nada de visitas —repitió el guardia—. ¿Quieres dejar un mensaje?

—Entreguele esto —pidió, entregando su informe—. Dígale que es de Coriolanus Snow.

—Se lo diré —dijo el guardia, tomando las hojas.

Coriolanus regresó al auto y le dijo al Avox que regresara a casa. Necesitaba caminar para despejar sus ideas. ¿Y sí la Dra. Gaul ya no iba a ayudarle? Quizá Ares, con toda su influencia, logró que lo hicieran a un lado. Ya no solicitarían su presencia en los Juegos del Hambre. Ya no sería vigilante. Adiós Presidente Snow. Se reprochó ser tan impulsivo. Tan idiota. ¿Acaso no aprendió la lección? Dejarse llevar por los instintos primitivos siempre era problemático.

—Coriolanus Snow —lo recibió Festus—. ¡Vaya espectáculo el que diste anoche!

—No fue para tanto —dijo molesto.

—¿Fue tan intenso como se vio? —le preguntó.

—¿Cómo voy a saber eso?

—Debiste sentir algo —insistió Festus.

Coriolans guardó silencio. Si pensaba de nuevo en sus labios unidos a los de Minerva una leve descarga eléctrica recorría su cuerpo. Además, la había visto semidesnuda e imaginarla en un plano íntimo había elevado su líbido de una manera que pocas veces experimentaba. Aún así, el beso de anoche no le pareció intenso. Apresurado era la palabra correcta. Necesitaba más tiempo para averiguar lo que Minerva le hacía sentir.

—Solo fue un beso sin importancia —dijo, cansado—. Tengo cosas más importantes de las que ocuparme.

Festus encogió los hombros y se dio la vuelta para tomar asiento. Coriolanus hizo lo mismo y se sentó a tomar clases. Hubiera sido una jornada normal para él si Minerva y Ares Blacksail no estuvieran dentro de la ecuación del poder en el Capitolio. ¿Era buena idea involucrarse con Minerva? Se prometió no volver a dejar que el amor lo invadiera, pero estaba seguro de que lo sentía por ella no era amor. Estaba interesado en ella de otra forma. Deseaba su poder. La posición que le daría ser su novio. Ares no tendría otra opción que invertir en cada una de sus ideas y apoyarlo. Estaba seguro de que Minerva lo era todo para Ares. Y sí Coriolanus se convertía en el todo de Minerva, tendría el poder Black Sail en la palma de su mano.

Al salir, ya estaba convencido del primer paso. Confrontar a Minerva. Le preguntaría sobre el beso, lo que derivaría en una discusión, el momento perfecto para mostrarse herido e interesado. Antes de eso, debía aprovechar la cercanía de Tigris con Minerva. Si convencía a su prima de que el interés que tenía por su aprendiz era genuino, lo ayudaría a conseguir una cita. La palabra le pareció extraña. ¿Aún existían esas cosas? Debía preguntarle a la Abuelatriz sobre técnicas de cortejo. Necesitaba ser el hombre perfecto en toda la extensión de la palabra. Quizá un acercamiento con una rosa le daría puntos extras. Eso le funcionó con Lucy Grey.

Recordar el nombre hizo que su boca se llenará de bilis. Si algo había aprendido es que el mundo es una arena y cualquiera puede matarte ante el mínimo error. Esa ave cantarina no volvería a atormentarlo. La Dra. Gaul se había asegurado de ello. Lo mejor es que todos aceptaron olvidarse de esa edición y actuaban como si nada hubiera pasado. Él prefería hacer lo mismo. De vez en cuando venía a su memoria y le ayudaba a mantenerse en su centro. A recordar lo que le importaba y cuál era su única meta.

Conseguir poder. 

Snow lands on topWhere stories live. Discover now