Capítulo 4

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La insinuación lo molestó. No podía negar que era una chica guapa. Además, seguía siendo un hombre con necesidades básicas y primitivas que no le habían pasado por la cabeza hasta ver a Minerva semidesnuda. Bajó la vista a su entrepierna. Estaba un poco excitado, pero no se le notaba.

—¡Tigris, ayúdame! —pidió Minerva.

Su prima fue con ella. Estaba intentando ponerse un vestido que dejaba a la vista sus hombros. Coriolanus se acercó al ver que Tigris no podía atar el corsé y le ayudó. Otra idea vino a su mente, idea que tuvo que descartar antes de dar otro tipo de espectáculo en el desfile. Minerva era diferente a él en muchos aspectos. Desde pequeña creció en el privilegio, se daba el lujo de no aprovecharlo como debía y no quería tomar la responsabilidad de ser una Blacksail, lo que sea que significaba eso para su hermano. Tigris le dio un sombrero y un bastón para que se lo pusiera e hizo lo mismo con Minerva.

—¡Cinco minutos! —gritó una voz—. Necesitamos a los modelos en la línea.

Ambos caminaron hasta el final de la fila. Conforme avanzaban los modelos, el vacío en el estómago de Coriolanus comenzó a hacerse más grande. Estaba nervioso. ¿Y sí el plan no funcionaba? ¿Y sí hacía el ridículo? Miró a Minerva. Llevaba los labios pintados de un tono rojo oscuro y los ojos estaban enmarcados con delineador negro. Sus iris le recordaron la miel fresca con la que solía acompañar algunos panecillos. Con ella a su lado sorprendería a la Dra. Gaul, probaría su punto de que necesitaban de la moda para hacer de los Juegos un buen espectáculo y lograría que Ares invirtiera en lo que sea que él quisiera.

—Un paso a la vez. Vamos a ir lento, pero firmes —le indicó.

—Entendido.

Ella puso su mano sobre la suya e intentó sonreír para parecer relajado. Dio un pasó al frente y sintió como Minerva se aferraba a su brazo. Era su soporte, así que necesitaba recomponerse y ser el de siempre. Era su oportunidad. Cruzó la cortina y quedó deslumbrado por las luces. Se concentró en Minerva, en el ritmo que marcaba para caminar y se enderezó lo más que pudo para verse más grande. Pudo notar que la arena ya no tenía techo y que la gente estaba en la parte de abajo. Al final de la pasarela, reconoció a la Dra. Gaul, Ares y Fabrizia. Decidió mantener su atención en el agarre de Minerva y dieron vuelta para regresar. Al entrar, los dos corrieron hacia donde Tigris los esperaba con las prendas que Coriolanus había visto el día anterior. Minerva fue la que más se tardó en vestirse. Cuando vio el conjunto completo de Minerva entendió lo que ambas habían planeado para el desfile. El ramo de rosas, el velo de red que le cubría la mitad del rostro. Él con su pañuelo de seda en el bolsillo del saco, el moño atado en su camisa, el cuello alto, el saco largo. Un conjunto romántico con un poco de tragedia.

—Deja que él salga primero —le indicó Tigris.

Coriolanus se adelantó. El ritmo que hizo fue más lento, dando un paso y deteniéndose. A mitad de la pasarela se detuvo y giró. Le ofreció su mano a Minerva, que la tomó entrelazando sus dedos con los de él y caminaron juntos hasta el final. Antes de dar media vuelta, la jaló hacia su pecho y la tomó de la barbilla para que lo mirara. Minerva se inclinó hacia él y abrió ligeramente los labios, como si quisiera decirle algo. Coriolanus siguió su instinto y le plantó un beso que duró un par de segundos antes de que se separaran para salir de ahí.

—¿Qué fue eso? —le reprochó Tigris.

—Denle un fuerte aplauso a las personas que hicieron posible este desfile —lo salvó la voz de Fabrizia.

Minerva se aferró al brazo de Tigris y la jaló hacia el exterior. Parecía que iban hablando, pero Coriolanus no pudo detectar palabra alguna debido al ruido. Vio a Lucretius, intentando subir a la pasarela. A Ares, caminando hacia ellos. A la Dra. Gaul mirándolo con un brillo de expectativa en los ojos. Ma y la Abuelatriz también estaban ahí, aplaudiendo el éxito de Tigris. Ella merecía la atención y él se la había robado con un beso. Aún sentía los labios calientes por el roce. Se los acarició y notó el color carmín en la punta de sus dedos. Pasó la manga del saco por su boca para limpiarla y buscó a Minerva, deseoso de ver cómo se le había corrido su labial.

—Coriolanus Snow —lo interceptó Lucretius—. Vigilante de los Juegos del Hambre y ahora modelo. ¿Cómo te sientes?

—Ha sido una experiencia maravillosa —dijo con emoción fingida—. Mi prima, Tigris Snow, ha sido la mente maestra.

—¡Tigris! —la llamó Lucretius—. ¿Qué opinas de ese beso? ¿Era parte del plan?

—Estoy igual de sorprendida que tú -confesó-. No era parte del plan, pero Minerva siempre ha sabido dar un buen espectáculo.

-¿Minerva es la modelo que acompañó a tu primo?

-Sí, y diseñadora. Ella hizo el saco que lleva Coriolanus.

Tigris la señaló, lo que hizo que Lucretius corriera hacia ella, que estaba hablando con Ares. Coriolanus notó enseguida que discutían. No necesitaba ser un adivino para saber el motivo. Vio la oportunidad perfecta para irse hasta que la Dra. Gaul le hizo señas para que se acercara. Bajó de la pasarela y caminó hasta donde se encontraba.

—¿Le gustó ser modelo, Sr. Snow? -lo recibió.

—Me ayudó a confirmar una teoría —respondió.

—Me gusta que lo que hace siempre tiene un motivo —lo felicitó la Dra. Gaul—. Lo espero mañana a primera hora en el laboratorio para discutir su teoría.

—Claro.

La Dra. Gaul se dio media vuelta y caminó hasta perderse en las sombras. Las palabras que le dijo resonaron en su cabeza. Su único motivo siempre fue el poder. Ser presidente de Panem. Cada acción que planeaba lo acercaba más a eso. Sabía que ser parte del desfile lo pondría en buena posición con la Dra. Gaul y Ares... Pero ese beso. ¿Qué lo motivó? ¿Minerva? ¿Dar un buen espectáculo? Tigris tenía razón. El poder del apellido Blacksail era muy atractivo. Minerva solo era el camino más directo hacia él. Era la única forma de explicarse el interés que tenía hacia ella. Levantó la vista para buscarla, y la encontró hablando con Lucretius. Ella se percató de que la miraba, así que le hizo un gesto para que se acercara. Al hacerlo, lo primero en lo que se fijó fue en el labial. Parte del color se había desvanecido, sobre todo en el centro. De verdad la había besado.

—La pareja del momento —anunció Lucretius—. ¡Venga, tomaremos una foto!

Coriolanus sostuvo a Minerva de la cintura para pegarla a su cuerpo. Tigris se abrazo de Minerva, mientras Ares se colocaba a su lado. Sintió como deslizaba un brazo por encima de sus hombros y el peso que ejercía sobre él. Lucretius se agachó en medio y abrió los brazos en una pose exagerada. El flash los iluminó y se separaron. O eso intento Coriolanus. Minerva se fue con Tigris y Ares lo jaló para separarlo del grupo. Lo tomó con ambas manos del cuello del saco para quedar frente a él.

—¿Qué pretendes con mi hermana? 

Snow lands on topDonde viven las historias. Descúbrelo ahora