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13 de Agosto, 1651.

República Dominicana, Santo Domingo.

N/A: Pido disculpa si se siente ofendidas/os en este capítulo.

Hoy tendré que hacer el almuerzo. Cocinar no es algo que se me haga fácil, soy muy descuidada y olvidadiza, algunas veces se me pasa de cocción la comida. Mi madre insiste en que debo aprender a hacerlo ya que mi marido querrá encontrar una buena cena en casa después de un largo día de trabajo.

Si supiera.

Doy unos últimos arreglos a mi vestido negro, tiendo a usar colores oscuros por mi color de piel, a veces tan pálida. Mis amistades y familia siempre hacen bromas sobre mi, por mi elección de colores, como "¡Freen! Aún no te haz casado y ya estás de luto por tu no fallecido marido". Y otros sólo dicen "Ser viuda te sienta bien".

Arreglo mi sombrero también, el cual hace juego con mi vestido.

Si, definitivamente, y no es por tratarse de mi misma, sería una de las viudas más guapas de Santo Domingo.

Salgo de mi habitación y me dirigió a la cocina escaleras abajo. Me encuentro con la Señora Rosa, ella ha estado trabajando en mi casa mucho antes de que yo naciera. Es una mujer baja y regordeta, tiene unas mejillas tan adorables que dan ganas de apretarse las todo el día, ella es muy amable y cariñosa, y al igual que a mi no le agrada nada mi prometido.

—Buen día Rosa - Le llamo por su primer nombre ya que ella me lo ha pedido. Al verme sonríe, se apresura a abrazarme.

—Buen día niña Freen - Me dice en medio del abrazo el cual le correspondo, luego me aparta sutilmente para arreglar un poco mi sombrero —¿Te gustaría tomar el desayuno?

—Me temo que no, hoy es mi turno de preparar el almuerzo y debo salir para comprar algunas cosas, mi madre dice que debería aprender a cocinar al menos lo básico para atender a mi futuro marido, sus locuras habituales - finalizó con una sonrisa a la que ella se une y termina en discretas carcajadas.

—Nadie puede estar más triste con ese matrimonio que yo.

—La más triste por todo esto soy yo mi estimada Rosa.

—Es verdad, no veo un buen futuro para ti mi niña y eso me rompe el corazón.

—Es mi destino, y tengo que aceptarlo - afirmó con tristeza —Con gusto seguiremos esta conversación luego, se me hace tarde para ir al mercado, nos veremos en un rato.

—Cuídate mi niña - me dio un beso en la frente. —Recuerda que la vida está llena de decisiones difíciles.

—Lo tendré en mente - lo guardaré en mi memoria, sus palabras para mí pesaban más que el oro.

Me gusta dar paseos por el pueblo, siempre disfrutar del aire fresco y sorprendente con las novedades de cada día. Me gusta escuchar las risas de los niños y también escuchar a las madres gritándoles desde dentro de las casas para que fuesen a comer; el rocío de la mañana, el olor de un nuevo día. Es un pueblo muy lindo y realmente me gusta vivir aquí.

Después de una caminata corta divisó el mercado, pienso preparar una sopa, ya que es sencilla y sorprendentemente me sale muy bien.

Compro algunos pimientos, tomates, apios, calabacín, una berenjena, y por supuesto un poco de perejil y hierbabuena. Teniendo en posesión todo lo que necesito me dirijo muelle para conseguir pescado fresco, me es fácil trabajar con ello. Espero no me pase de sal esta ocasión.

Hago mi camino muy rápido hacia el muelle, donde hay una pequeña pescadería. La brisa de las mañana es agradable, lo es más cuando se está cerca del muelle y el romper de las olas parece dar en la cara, el salpique del mar me da una pisca de la libertad que nunca tuve. En mi trayecto veo a un hombre, un amigo se podría decir, esta hablando con otros dos hombres uniformados. Mi curiosidad siempre ha podido más que yo, así que me acerco, desde que conozco a ese hombre nunca lo he visto en problemas y me agrada lo suficiente para meter a medias la mano al fuego. Mientas me voy acercado los dos hombres se retiran dejando a mi conocido con una sonrisa ganadora.

—Señor Nau, que alegría me da verlo- Se sorprende un poco al verme, sigue sonriendo a pesar de mi repentina aparición.

—Señorita Sarocha ¿Cómo está? ¿Cómo la trata la vida? - Dice lleno de júbilo con su gracioso acento.

Conocí al señor Nau hace unos meses cuando llego aquí con el ejército francés. Jean David Nau es su nombre, él es un hombre alto con cabellos largos hasta los hombros, y un bigote un poco gracioso, a simple vista no se veía como un hombre agradable, pero cuando lo conoces puede llegar a ser bastante amable.

—No tan bien como a usted le ha tratado señor Nau. Me pareció verlo hablando hace un momento con la guardia, aun que no veo que haya sido algo desagradable, no quiero ser una entrometida tampoco pero ¿Puedo saber el motivo de su alegría?

—Desde luego que puede saberlo - Se gira sobre su eje, hasta adoptar una postura erguida, característica de él —La buena noticia es que me han confiado un pequeño navío para combatir a los asquerosos españoles-

Otra cosa claves obre Jean David es que odia a los españoles como todo buen francés en estos tiempos, la primera vez que me habló de ellos confesó que estaría dispuesto a comerlos vivos si es necesario acabar con ellos. La mejor parte es que le creo. Comprendo que quiera acabarlo, España quiero conquistar todas las tierras.

—Es una increíble noticia, ¿Cuándo zarpa hacia el horizonte?

—El 15 de Agosto al amanecer.

—Veo con tristeza que no podrá asistir a mi boda-

—Lamentablemente no, pero le deseo la mayor felicidad.

—Muchas gracias - no queda más, él no sabe lo infeliz que seré junto a él -Imagino que lo veré cuando regrese de su batalla.

—Imagina usted mal señorita Sarocha, hay una alta probabilidad de que no vuelva o en el peor de los casos no sobreviva - Me perturbaba lo tranquilo que se oía al hablar de su realidad.

—Entonces esto es un adiós - dije sintiendo un poco de tristeza la verdad, el era uno de los pocos hombres que no se me había insinuado.

—Me temo que sí.

—Le deseo mucha suerte y que terminé con todos esos asquerosos españoles - Sonreí con lo último que dije.

—Así será- asintió, en manera de reverencia. Dio media vuelta para retirarse e hice lo mismo.

Camino a casa no podía dejar de pensar en que las personas van y vienen de un día a otro, de como un día puede amanecer soleado y acabar en tormenta. Tampoco pude dejar de pensar en lo que me dijo Rosa al salir de casa.

"Recuerda que la vida está llena de decisiones difíciles"

Esas palabras rondaban en mi cabeza en todo el camino a casa, también la partida del Señor Nau que extrañamente es el día de mi boda.

Tal vez esto sea una señal, tal vez esto sea mi escape hacia mi libertad. Tenía que intentarlo, tengo que intentar montarme en navío del señor Nau para evitar mi trágico destino.

De todas maneras, no tengo nada que perder.

Mar Dorado - FreenbeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora