Extra: 9.5

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—¿Puede entenderme? — la suavidad de sus dedos tocaba mi barbilla. No la había sentido llegar, ni acercarse a mí. Miro directo a mis ojos y me fue inevitable no quedarme perdida en los suyos, no sabía que tenía la mujer ángel que me había dejado muda —¿Al menos puede escucharme? Si me escucha por favor parpadeé dos veces.

Reaccione a lo que me pidió, era una orden que debía cumplir. Parpadear me permitió detallar un poco más su cara bronceada por el sol que pasaría a ser de porcelana, de la más fina, en unos días por el sereno. Tenía cejas muy oscuras y gruesas, su nariz redonda de una forma que hacía que se viera delicada, las manzanas de los cachetes poco pronunciadas. Dejé el recorrido cuando oí que me hizo una pregunta, no tenía idea de lo que me había dicho, sin embargo, debía decirle sí a todo, era mi deber.

Y luego rio, de la forma más dulce, que provocó que quisiera parar de respirar porque el hecho de inhalar creaba mucho ruido, y solamente quería escucharla a ella.

La seguí con la mirada a discreción, hasta que desapareció con una tela de baño por una puerta dentro del camarote. Traté de recordar lo último que me había dicho, y creo que estaba hablando de que debía darme un baño y cambiar mis trapos desgarrados. Finalmente me hallo en la situación de que he estado ocupando su espacio, su cama y no debería hacer eso. Pero tampoco sé que hacer, no me ha ordenado nada a pesar de que el camarote está hecho un desastre, es muy extraño, y me siento muy confundida al respecto. Me levanto con apuro y me quedo a un lado de la cama, debería arreglársela y ordenar un poco para ella aunque no me haya dicho nada, no la conozco del todo, y estoy muy cansada con todo lo que me ha pasado que no quiero un castigo más, hoy no.

—Ya le toca a usted— me asusta su voz y lo demuestro al pegar un pequeño brinco que me avergüenza y mantengo mi mirar al suelo. Y me habla de usted, como si me respetara, no tiene por qué hacerlo. —Disculpe, no quería asustarla, ya puede ir a tomar el baño, si necesita ayuda con algo no sé, puede dar dos golpes fuertes, y en el mejor de los casos puede llamar por mi nombre el cual es Freen.

Si algo me queda claro ya es que ella es muy amable y que quiere que me bañe. Asiento con calma y conservando distancia me voy hacia el cuarto de baño. Me deshago de lo que queda de mi ropa con la mirada en el suelo, aún es de día por lo que puedo ver a través de la madera, y no quisiera encontrarme con algún espejo, no hoy, ya he pasado por mucho y ya me odio lo suficiente. Nunca me había bañado con agua de mar, el olor es extraño y pica en los ojos, sin embargo, me aseguro de asearme bien, con jabón, me lavo una y otra vez, sintiéndome igual de sucia que al principio, me han tocado tanto tanta gente con sus manos sucias y rusticas, asquerosas.

Tocando mis cicatrices se me empieza a apurar la manera de respirar, y no quiero llorar, boto aire por la boca, mucho aire, y me toco, y no me gusta, y me odio, y odio que me hayan tocado. Me muerdo la boca por dentro y me agarro la cara respirando mucho más rápido porque no me puedo controlar, me mareo, no quiero abrir los ojos. Y su voz me salva, ella me trae de regreso, me pregunta si estoy bien y que toque a la puerta. Lo hago, respirando lento para calmarme, no quiero más cosas malas hoy. Abro la puerta y ella que casi cae hacia mí, se había puesto nerviosa con la idea de que yo pensara que me estaba espiando. Luego me llevó a donde estaba lo que iba a ponerme, una camisa y calzones, prometiéndome que me conseguiría luego más ropa.

Su risa acompañaba sus palabras mientras yo la observaba, además, nunca nadie había mirado a mis ojos con tanto afinque, era intenso, un café al que no podía describirlo, que me gustaba y a la vez le temía. Me dio privacidad para vestirme, con la cara roja disculpándose y llamándome señorita. Esta mujer ángel es un poco extraña, pero de cierta forma me hace recordar a Yuki, ella también era muy buena conmigo y nunca pasó nada malo. No debería temerle a ella, no se ve mala, pero me da miedo confiar, la vida me ha enseñado que no puedo hacerlo. Además, sólo conmigo se ha comportado así, porque con los otros es tan dura, como les habla y como los mira, me da miedo equivocarme y que me trate de esa manera porque ella ha sido lo único bueno que me ha pasado en el día. Viéndome de arriba abajo con sus ojos intensos me dice que me veo pálida y me ofrece comida, tengo casi dos días sin comer nada, ya estoy acostumbrada a pasar hambre, pero ese no es su asunto así que asiento a lo que me dice. También, señalando la cama, me dice que puedo tomar una siesta.

Mar Dorado - FreenbeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora