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Tardamos mucho cerrando nuestro trato, si nuestros labios fueran como las suelas de los zapatos de seguro ya estarían desgastados. Todo el ambiente que creamos en medio de nuestra negociación se rompió cuando tocaron la puerta. Siempre interrumpiendo. Pero eso nos hizo volver a la realidad y de estar completamente relajadas pasamos a estar tensas y asustadas porque nos descubriesen.

—Voy- grité a medias para que dejaran de tocar. Acomodé un poco mi camisa y mi cabello, y me levanté a abrir a quien sea que estaba tocando. Abrí la puerta sólo mostrando mi cara, nunca se sabe que te puedes encontrar tras ellas.

—Freen, ya estamos cerca- era mi gran amigo Kirk-¿Estabas durmiendo?

—Si claro- podemos llamarle así por ahora. —Dame un momento, ya subo- y aunque no fue la forma más educada de decir que se vaya le cerré la puerta en la cara.

Me giré para comenzar a vestirme, Rebecca estaba sentada con las piernas cruzadas y no paraba de mover sus manos mientras se las veía, como si no pudiera creer que las tuviera. Me acerque a ella, pues esa no se parecía en absoluto a la expresión que tenía hace instantes, y le tomé las manos, desviando su atención nuestra unión.

—¿Entiendes ahora lo que digo? Él siempre está ahí, cerca.- dijo bajito y sin despegar la vista de nuestras manos.

—Yo le he dicho que viniera a avisarme en cuanto estuviéramos por llegar acerqué sus manos a mis labios y las besé. No hay nada de que preocuparse.

Me senté para colocarme las botas, hasta que me di cuenta de que las había traído puestas todo este tiempo, que despistada estaba. No sabía cómo despedirme de ella con el hecho de que nos habíamos besado, todavía tenía las dudas, las palabras van y vienen como lo hace el viento, no sabía con certeza si tenía ese derecho totalmente a besarla cuando quisiese.

—Este... yo voy a subir un momento, no tardo.

Y dejé un pequeño beso en su nariz. Hizo un gesto muy gracioso arrugando su nariz a lo cual no pude evitar sonreír. Me di media vuelta y salí de la habitación, no sin antes dar un vistazo a Rebecca, por ella miraría atrás las veces que sean necesarias, quien miraba aún sus manos pero ahora tenía una sonrisa en sus labios.

Salí a cubierta y todos se movían de un lado a otro. Para tener mejor vista de donde estábamos por llegar me dirigí a la proa. El muelle no se veía tan lejos, cerré mis ojos y disfrutaba el viento chocar con mi cara, disfrutaba el contacto que el Sol hacía con mi piel y lo bien que era el olor del mar, cosas pequeñas que tenía tan cerca y que no había aprovechado en absoluto. Me gustaría que Rebecca estuviera aquí para que lo disfrutase tanto como yo.

El tiempo pasó volando, cuando me quise dar cuenta ya estaban soltando las anclas y amarrando las velas, de las personas que pude ver miraban hacia nuestros barcos extrañados, y por supuesto que deberían. También pude divisar a un par de niñas, estaban riéndose de algo, luego se pusieron serias y una soltó una cachetada a la otra. Me horrorize ante tal acto, más los que le siguieron me mostraron algo abstracto a la realidad, la otra niña giró su cara y aplaudió, no la había golpeado, pero desde otro punto de vista se pudo haber visto como si lo hubiese hecho. Ambas rieron de nuevo y lo repitieron dejándome ver que una hacía el movimiento y la otra fingía, suponiendo que el aplauso era el sonido que soltaba al momento del impacto. Brillante.


Dejé de verlas y me centré en que ya habíamos llegado y no era precisamente para hacer una visita amistosa. Bajaron el tablón que se utilizaba para descender del barco y me apresuré a ponerme al tanto de los planes.

—NOS APODERAREMOS DE ESTE LUGAR Y SUS TESOROS, MATEN A TODOS LOS QUE SE INTERPONGAN ¡AL ATAQUE!- gritó el Capitán y todos le siguieron el grito.

Empezaron a bajar corriendo, y de los otros barcos llegaron al nuestro mediante sogas y se unieron al ataque, como salvajes, las personas que se encontraban cerca empezaron a correr y todo era un caos.

—FREEN- escuché al Capitán llamarme fuerte. —Vendrás conmigo esta vez, si quieres puedes venir con tu sirviente.

¿Ir con Rebecca? Claro que no. Estoy segura de que sólo vera muerte y dolor, y no dejaré que viva con eso en su cabeza, no lo merece. Y quizás yo lo merezco, aunque nunca había bajado del barco ya era cómplice por estar con ellos.

—Ella se queda capitán - respondí con un tono de voz dura, similar a la que él usó conmigo.

—Mejor, ella sólo estaría de más. Kirk, Francisco ¡Vengan! - al momento Kirk y el señor Alejos estaban a nuestro lado-. Elijan cada uno a dos hombres más para que vengan con nosotros, estaremos por nuestra cuenta asistieron y se fueron a cumplir las órdenes.

En el tiempo que ellos hacían su trabajo, yo me escabullí a la cocina, y me encontré solamente con Izolda, quien se veía un poco asustada por lo que estaba pasando.

—Buenas Izolda me gustaría hacerle una petición- asintió en señal para que continuara. Verá, bajaré del barco y me gustaría que usted y Marta se quedarán abajo con Rebecca y que no saliesen hasta que vuelva.

—Lo haremos Freen. La verdad es que todo este alboroto me tiene muy asustada.

—Lo sé, a mi igual, y agradezco su ayuda. Están esperando por mi, espero verla luego- antes de dar la vuelta recordé algo importante. —¡Ah! Y llévese algo con lo que puedan defenderse, no es por asustarla más pero nunca se sabe- mis palabras empeoraron todo pues su cara era todo de terror.

La realidad era que me gustaría quedarme y tratar de calmarla pero no tenía tiempo, así que salí al encuentro con el Capitán y todos los demás. Para mi sorpresa también estaba José, el marido de Marta, con nosotros, estoy más que segura que eso ha sido idea de Kirk. Ellos estaban reunidos hablando mientras suponía que me esperaban y me acerque aún más rápido.

—Sarocha no tenemos todo el día para esperarla- se quejó el señor Alejo. No soporto ese hombre para nada.

—Ya estoy aquí, no lo veo moverse Alejos.

—No es momento para discutir, es ahora de atacar. Freen, ten esto- estiró su mano, mostrándome un cuchillo-, puede que lo necesites, no necesariamente tendrás que usarlo es solo para seguridad - concluyó el Capitán.

Y lo tomé. Lo admiré un momento, esta cosa podría acabar con una vida en un instante y ahora lo tenía en mis manos. Saqué mi camisa de mis pantalones y la dejé por fuera, metí al cuchillo entre mis pantalones corriendo el riesgo de caerme y enterrarlo yo misma, lo cubrí con la camisa negra que traía para que no fuera visible.

Bajamos del barco, Kirk como siempre iba detrás mío y los demás estaban un poco más esparcidos. En medio de todo este desastre nosotros íbamos caminando muy tranquilos como si no pudieran tocarnos, mientras que todo a nuestro alrededor se iba destruyendo y quemando. Gritos de dolor venían de todas direcciones, y yo sin poder nada, si los ayudaba me acusaban de traidora y me asesinarían, o si no terminaría muerta de todas maneras, no sabría como actuar cuando alguien está a punto de atacarme.

Llegamos a una gran casa, una gran construcción de piedra en donde las personas salían corriendo, y por contradictorio que fuese nosotros entramos caminando. Al entrar muchos hombres que parecían cuidar el lugar al vernos se lanzaron a atacarnos sin dudar. Kirk se puso delante de mi y se dispuso a atacarlos también. Era como una masacre ante mis ojos, ocho contra aproximadamente veinte y a cada parpadeo caía alguien del bando enemigo.

Alguien vino de afuera y apareció tras de mí, cuando me di cuenta ya era demasiado tarde y había levantado su brazo, en su mano tenía un cuchillo con el cual pensaba atacarme. Me hizo caer al suelo con él encima de mi, comenzamos a forcejear, él quería enterrar su arma en mi pecho y tenía que hacer algo pronto si no él lograría su cometido. Piensa Freen, no puedes usar el cuchillo que te dieron porque al quitar la fuerza que ejerces con tus manos el lograra su objetivo. Y decidí usar mis rodillas, las cuales las he encontrado inútiles toda mi vida. Subí rápidamente ambas piernas impactándole fuertemente, en una segunda vez provoqué que se doblara y la fuerza que ejercía en sus manos disminuyera.

Aproveché para cerrar mi mano en un puño y golpearle en la cara, repetí la acción una vez más. Maldición, dolía como el infierno. Pero al parecer a él le dolió más, su nariz empezó a sangrar y se veía un poco mareado. Me lo quité de encima y me puse de pie como pude, mi mano dolía y sangraba levemente. Uno de los nuestros apareció de la nada y le enterró el cuchillo en su espalda repetidas veces, el grito de dolor del sujeto inundó mis oídos, y el color rojo era parte de su cuerpo. Esta escena se quedará para siempre en mi cabeza.

—¿Estás bien?- Kirk llegó a mi lado.

Por supuesto que estaba bien, estaba de lo mejor, casi me asesinan y vi como más de veinte personas fueron asesinadas brutalmente, este día ha sido el mejor de mi vida ¡Hurra! Menuda pregunta estúpida había hecho.

—Perdóname, no pude asistir a tu rescate, gracias a Dios que has sabido como defenderte sino no me lo hubiera perdonado nunca- sus disculpas eran sinceras, Kirk siempre me ha protegido de todo y de todos-. Dejame ver tu mano- le echo un vistazo y luego dio un beso en ella-. Sanará en unos días, no es nada grave, no debes usarla para nada.

—Kirk, Sarocha, muévanse no tenemos todo el día para sus cursilerías gritó el señor Alejos.- no pensé en decir esto jamás pero como odiaba a ese hombre.

Subimos por unas escaleras un poco estrechas pero el recorrido fue corto. Al llegar arriba se expandía todo el lugar, mostrando muchas habitaciones a las cuales entramos de una en una para asegurarnos de que no hubiese nadie en el lugar. Luego bajamos y tomamos otro camino, en cual nos llevaba al comedor y posteriormente a la cocina. Después de haber inspeccionado todo el lugar volvimos a donde habíamos entrado, y esta vez me pude percatar de todo el desastre que había, cuerpos sin vida y sangre por todos lados, esto es como una de las peores pesadillas que podrías tener en tu vida pero ahora la estás viendo en tiempo real.

—Nos quedaremos aquí el tiempo que estemos en Maracaibo, hagan saber a los otros que pueden adueñarse de cualquier casa y que estaremos aquí, también hagan que alguien recoja los cuerpos y los queme, ¡Muévanse ya!- terminó el señor Nau.

Que mala suerte la mía, quedarme en el mismo lugar donde casi me habían asesinado y habían muerto muchas personas por quien sabe cuánto tiempo. La buena noticia era que ya era seguro para traer a Rebecca.

—Capitán, ¿Necesita que haga algo? pregunté, deseando que no me necesitara.

—No Freen, permítame felicitarla por la manera en la que se ha defendido, ya para la próxima vez será más fácil lo dijo de una manera, como si fuera a estar enfrentándome con todos cantidades de veces- Kirk, escoltala al barco.

—A la orden Capitán- para Kirk no fue molestia acatar esa orden.

—Siendo así los veré en un buen rato.- nos dio la espalda directo hacia las escaleras, imagino que para subir a la habitación que pensaba tomar.

Kirk y yo hicimos el recorrido de vuelta al barco bastante rápido y sin hablar, el lugar estaba completamente en ruinas y los cuerpos de personas sin vida estaban regados por todos lados. Hombres, mujeres y hasta niños. Unas ganas inmensas hicieron que me diera ganas de llorar. Sólo solté una lágrima. Soy parte de algo horrible e inhumano, merezco ir al infierno por ser parte de todo esto.

El barco estaba silencioso y rápidamente Kirk se puso en alerta, nos dirigimos hacia la parte de abajo donde estaban los camarotes, hacia el mío exactamente. Nos acercamos con lentitud y en silencio para no levantar sospechas, por si alguien infiltrado estaba cerca. Llegamos a la puerta y nos detuvimos frente esta.

Tocamos dos veces y al esperar un tiempo prudente no hubo ningún sonido dentro, tocamos dos veces más. Nada. No había ninguna señal de que estuviera alguien dentro, seriamente comenzaba a preocuparme.

—Está bien si abren, ya están a salvo- se me ocurrió hablar en voz alta a lo cual Kirk pareció no estar de acuerdo ya que abrió los ojos mucho, supongo para que no lo hiciera de nuevo.

Izolda abrió la puerta y sentí que la vida volvía a mi cuando pude ver a Rebecca al fondo, estaba sentado en la cama abrazando sus piernas, se veía pequeña y asustada.

—Gracias a Dios que están bien- habló Izolda.

—Aún no es seguro que salgan, iré a dar una vuelta para asegurarme de que todo esté en orden, no salgan por ningún motivo- ese fue Kirk, que luego salió y cerró la puerta.

Me acerqué hasta Rebecca y me senté en a su lado, ella se escondió un poco más en sus piernas, supongo que no quiere mostrase afectuosa frente a ellas, más yo muero por darle un abrazo y entrelazar nuestros cuerpos bajo las sábanas.

—Freen ¿Sabe algo de mi José?- la preocupación era evidente en la voz de Marta.

—Él está bien, estuvo conmigo todo este tiempo, de hecho no deben tardar en venir, nos iremos a quedar a una gran casa no muy lejos de aquí expliqué brevemente. Mis ojos no se apartaban de la pequeña cubana de mi lado.

—Dios ha escuchado mis plegarias- levantó sus brazos al cielo en alabanza.

Nos quedamos en silencio, yo trataba de calmar el dolor que había en mi mano sobándola suavemente y sin tocarla mucho, también la soplaba y el dolor desaparecía por poco, pero el ardor volvía casi al instante. Mi brazo impactaba con debilidad las piernas recogidas de ella. Pude ser capaz de disfrutar arañazos suaves de sus uñas en mi espalda, cada vez cedía más a recostar mi peso en ella y cerrar mis ojos, no tenía idea de que eso pudiera relajarme tanto.

—Freen, déjeme ver su mano- Izolda interrumpió nuestro momento. Rebecca dejó de arañar la parte baja de mi espalda, su pierna le tembló un poco.

—No es nada, sólo es un pequeño raspón-Intente excusarme.

—No digas tonterías, hay que limpiar eso sino se te puede poner peor, ¿Tendrás agua limpia en tu baño?- asentí.

Fue al baño unos instantes y salió con una toalla un poco mojada. Se sentó al frente de mi y comenzó a pasar la toalla mojada por mi mano. Mi primera reacción fue quitar mi mano, ella volvió a tomarla con libertad y siguió con su trabajo, quejas de mi parte no faltaron y mordí un poco mi lengua para no gritar.

—Creo que así estará bien, aunque con un poco de ron sería más efectivo.

—Déjalo así, creo que si vuelves a pasar eso por mi mano voy a llorar- era en parte cierto.

Tocaron dos veces la puerta y luego la abrieron. Apareció Kirk junto a José lo que era una buena señal y ya era seguro estar afuera. Marta se lanzó a los brazos de su marido y le besó. Mi atención la tuvo Rebecca, ella también miraba como se besaban, y no sé si fue instinto de que volteara a verme a mi, mirar mis labios con esos ojos vidriosos y oscuros. Que envidia que ella pueda hacer eso enfrente de todos.

—Todo está seguro, recojan sus cosas que en poco tiempo iremos al lugar donde nos quedaremos por tiempo indefinido- anunció Kirk y se fue. Los demás le siguieron y también se marcharon dejándome sola con Rebecca.

Me levanté a cerrar la puerta, ya que nadie se había molestado en hacerlo, es una muy mala costumbre. Cuando giré tenía a Rebecca enfrente de mi. Iba a decirle algo pero sus brazos se aferraron a mi espalda y escondió su cara en mi cuello, ella sollozaba, le devolví el abrazo y comencé a acariciar su cabello.

—Rebecca ¿Qué pasa? ¿Por qué lloras?

—Eres una inconsciente ¿Cómo te vas a enfrentar a esa gente? Pudieron haberte hecho mucho daño- No pude evitar sonreir. Ella estaba preocupada por mi.

—No me ha pasado nada, estoy bien, mírame, estoy entera.

—Claro que te ha pasado algo, tu mano está herida- sacó su cara de su escondite y me miró.

—Eso es algo pequeño, no voy a morirme por eso no le doy la importancia que no se merece.

—Dijiste que volverías rápido, luego llegaron ellas y dijeron que te habías ido, tardaste mucho en regresar y no te imaginas todo lo que pensé que te había pasado- quitó uno de sus brazos con los que me abrazaba y me dio un golpe.

—¡Oye! ¿Por qué me golpeas?

—Eso es por preocuparme tanto, estoy muy enojada contigo- dijo sería y frunció el ceño, como si eso fuera a darle más credibilidad.

—De haber sabido que ibas a recibir así me hubiera quedado afuera, allá estoy más segura que contigo- quise agregarle un poco de gracia. Esta mujer nunca está para chistes

—No seas exagerada, eso te lo merecías.

—¿No puedo merecer algo mejor?- me atreví a decir. La simple idea de no verla más, presenciar sus ataques momentáneos de volcán en erupción, sostenerla así como lo hago ahora me da el valor de atreverme, porque debo ser agradecida de que la tengo de la manera que sea.

—¿Algo mejor como qué?

—Mmm... nos implica a nosotras, y la unión de algo que cada una tiene- la maravilla de sentir sus labios sobre los míos.

—¿Un abrazo? – Niego. —¿Quizá un apretón de manos?- Vuelvo a negar.

—Hablo de esto- acorte el espacio que había entre nosotras a nada. Debía atreverme sin pensar.

Tomé sus labios en un beso apasionado. Dios, no había pasado ni medio día y ya extrañaba sus labios, sus suaves y carnosos labios que me encantaban los cuales fui tomando con movimientos lentos y delicados. Sus manos tomaron mi cuello y me empujó hacia adelante, nuestro contacto era mayor aumentando todo lo que sentía al doble. Nuestras respiraciones se hicieron más pesadas y acabamos separándonos, ambas sonreímos al mirarnos.

—¿Sigues enojada conmigo?

—Un poco, aún no me decido si perdonarte o no.

—Crees que necesitas un poco más de motivación entonces.- era más como afirmación que como pregunta.

—Cállate, me preocupaste mucho. Y ahora mira tú manita, está rota- tomó mi mano al decirlo-. Son unos salvajes, mira como te le dejaron- subió mi mano hasta sus labios y comenzó a besar cada una de mis heridas con mucha delicadeza.

—En realidad yo la use contra alguien, me atacaron desprevenida y no sabía que hacer. Me defendí lo mejor que pude.

—¿Y dónde estaban todos con los que te fuiste cuando eso paso?- su tono molesto y regañón volvió.

Esta mujer era una locura, primero lloraba, luego se molesta y me golpea, nos besamos y la contento, de un momento a otro comenzó a ser dulce y ahora estaba molesta de nuevo, va a volverme loca.

—A mi no me dejan pelear, el que me atacó apareció de un lugar atrás de todos y pude verlo a tiempo. Caímos al suelo y forcejamos un poco hasta que pude quitármelo de encima- di vagas explicaciones, no pasó a mayores.

—No puedes ir a esos encuentros de nuevo, no te dejo que vayas, ¿Con quién crees que voy a dormir si te vas? volvió a abrazarme- Y si te vas entonces yo te seguiré.

—¿Estás demente? No voy a ponerte en peligro, ellos no pueden hacerte daño aquí adentro, pero si sales no creo poder defenderte- la abracé con más fuerza, nadie va a lastimarla, ni lo permitiré.

—Freen ¿Qué tienes en tú abdomen? Se siente raro.

Comenzó a toquetearme, sin pedirme permiso subió mi camisa revelando el cuchillo que traía guardado y un poco de sangre que tenía por haberme cortado no sé cuándo. Ella abrió sus ojos con sorpresa y luego me miró, buscando una explicación.

—Era para emergencias, no pensaba usarlo- apresuré a decir.

—Mira el daño que le han hecho a tu piel, estás toda cortada- Sacó el cuchillo de mis pantalones y lo lanzó al suelo ¿No te habías dado cuenta de esto o no querías decírmelo?

—No lo sabia lo juro, ni siquiera recordaba que lo traía conmigo.

Se separó de mí y entró al baño a gran velocidad. A los segundos salió con la misma toalla que tenía Marta para limpiar mi mano, y con un recipiente donde traía más agua.

—Acuestate en la cama y saca los botones de la parte de abajo de tu camisa-se escuchó como una orden la cual cumplí de inmediato.

Hice lo que me pidió, me acosté en la cama y saqué los botones de mi camisa, acto seguido la subí para que tuviera más acceso a mi abdomen para poder limpiar mis heridas. Pasó la toalla delicadamente sobre mi piel, ardía un poco, pero no podía pensar en dolor cuando estaba concentrada mirando sus labios, luego subía la mirada a sus ojos y me perdía nuevamente.

En eso estuve todo el tiempo que limpió mis heridas, contemplándola, porque, aunque estuviera mal pensar de esta manera, ella es la mujer más hermosa que he visto en mi vida.

Mar Dorado - FreenbeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora