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14 de agosto, 1651.

República Dominicana, Santo Domingo.

Mi madre vino a despertarme muy temprano esa mañana, al parecer ella está más emocionada que yo por mi propia boda. Dijo que tenía que hacerle los últimos detalles a mi vestido. Era algo sencillo, pero a la vez hermoso, con la tela de encaje y una cola corta.

Poco tiempo paso para que llegara la diseñadora de mi vestido para darle los últimos toques. La verdad era que estos nuevos vestidos me apretaban mucho en todo mi pecho, al parecer la nueva moda no va conmigo.

— Si se sigue moviendo tanto tardaremos más de lo debido señorita Sarocha- esa era la costurera y confeccionista, Madame Rosé.

Al igual que el señor Nau, viene de Francia. Ella huyó de su país por la guerra que había contra España. Lleva mucho tiempo aquí y se ha hecho conocida por sus llamativos y modernos vestidos, siendo sincera casi todo mi armario está lleno de ellos.

—Perdoné usted Madame Rosé, pero tener agujas cerca de mí cuerpo no es exactamente mi cosa favorita— Admito aguantando la respiración.

—Por lo mismo, si se mueve corre el riesgo de que una de estas agujas la pinché, y no quiere tener el cuerpo adolorido el día de su boda mi Frambosie.

—Por supuesto que no - finalice, casi rendida acerca de mi destino.

Terminó bastante rápido para mí agrado y bienestar. Luego mi madre irrumpió mi habitación para informarme que íbamos a ir a ver el salón de la recepción y a verificar el banquete que "habíamos" preparado para después d ella ceremonia.

Si no me equivoco asistirán más de 300 invitados casi todo el pueblo, pero sólo conozco a 35 los cuales son miembros de mi familia y algunos amigos, el resto son invitados de mi prometido entre familia y comerciantes que están asociados con los negocios de su familia.

Llegamos al gran salón, bastante amplio y hermoso, hay personas trabajando en su decoración, con mi madre quedamos de acuerdo en que sería algo sencillo con el color blanco y dorado resaltando el lugar.

Pasamos a la cocina a ver con nuestros propios ojos lo que había ordenado, quedé atónita al ver tanta comida, sin ser exagerada creí que todo esto acabaría con el hambre del país.

—Bienvenidas damas Chankimha, espero que lo que hayan visto hasta ahora sea de su agrado - Habló un hombre a nuestra espalda, voltee a verlo y me encontré con el Sr.Landcaster.

—Desde luego que sí, mi hija y yo estamos más que satisfechas con todo su trabajo- agregó mi madre con una sonrisa.

—Me alegra, también le he conseguido los vinos más exquisitos de los siete mares.

—Siempre tan eficiente señor Landcaster, permítame darle mis felicitaciones - se dieron un corto abrazo.

—Muchas gracias tristemente me veo obligado a retirarme, tengo que afinar algunos detalles, mañana es un gran día. - su vista reposaba en mi al recitar esas palabras.

Yo solo asentía y sonreía a todo lo que decían, no podía importarme menos.

—Nosotras pasamos a retirarnos también, nuevamente muchas gracias y nos vemos mañana.

—Adiós señor Landcaster- Conseguí decir con una sonrisa.

La única cosa buena que me ha pasado este día es esa estúpida tradición, no la considere estúpida luego del gran beneficio que me dio, consiste en que los novios no se vean un día antes de la boda porque da mala suerte, la dura realidad es que la mala suerte siempre va estar ahí, acompañándome como mi sombra.

Después de la cena voy a mi habitación a descansar, por que mañana será un día muy agitado. Despojo mis vestiduras para colocarme mi camisón para dormir. Me siento enfrente de espejo para cepillar mi cabello, el cual es negro como la noche. Mientras cepillaba mi cabello no paraba de pensar en si debería arriesgarme a escapar, si podría hacerlo.

Pienso en todas las posibilidades si he de fallar en el intento, pero no logro pensar en lo que pasaría si tengo éxito.

Es por eso que decido hacerlo, y si no funciona entonces me conformare con mi destino y con mi nueva vida. Tomo un frasco de tinta, una pluma, un pedazo de papel y comienzo a escribir, en caso de que tenga éxito quiero hacerles saber mis razones por las que hui. Dobló un poco el papel y lo dejo sobre mi mesa de noche.

Me apresuró a tomar una pequeña valija y guardar algunas prendas de vestir y algunas joyas, por si las cosas se ponen difíciles, recurro a su venta. Guardo la valija debajo de mi cama para que nadie se entere lo que tengo pensado hacer. Apago las velas que yacen en el candelabro y la habitación queda sumida en la oscuridad, luego me acuesto en mi cama. Esperare a que todos duerman para poner en marcha mi plan.

Esperare el momento perfecto para huir.

Mar Dorado - FreenbeckyWhere stories live. Discover now