26

65 4 0
                                    


La miraba mientas dormía. No sé cuánto tiempo llevo haciéndolo. Su respiración era suave y tranquila, como si no tuviera ningún problema con el que lidiar. Sus labios se veían un poco secos, aún así las ganas de besarla eran las mismas, e incluso mayores. Comenzó a hacer ese movimiento con la nariz, como si recuperará el olfato o algo le molestase, era señal de que ya estaba despertando. Le ayudé a despertase, con cuidado puse mis labios entreabiertos en los suyos, y después ella los entreabrió, comenzó a moverlos lentamente, como si se le hiciera difícil, y yo seguía su ritmo. Dejó escapar un suspiro cuando me separó, respiraba pesadamente, inhalaba y exhalaba por la boca. Cuando calmó su respiración y abrió sus ojos.

—Que bonita manera de despertar- una sonrisa adorna sus labios.

—Los vi un poco secos, es mejor prevenir que lamentar, sé agradecida Patricia.

—Que generosa señorita Sarocha, discúlpeme- su manera de contestar un poco ¿Coqueta? No lo sé, pero me gusta que use ese tono.

—De hecho, creo que aún están un poco secos, permíteme Patricia, es por tu bien- me incliné hacia abajo de nuevo, atrapando sus labios. Esta vez el beso no fue flojo, sin embargo, yo llevaba el ritmo; chupe su labio inferior con intensidad antes de separarme, dejándolo de un rojo intenso al igual que las mejillas de Rebecca, y posiblemente las mías también-. Buen día mi preciosa mortal.

—Buen día mi hermosa diosa.

—Mira tú carita, está un poco hinchada por culpa de ese animal recorrí sus mejillas con el revés de mis dedos.

—Dejalo, le diste una memorable paliza- su cara era puro pánico; vi sus movimientos, quería mover sus brazos, y en su intento el dolor apareció en su rostro. —Freen no puedo moverlos, es como si fueran de piedra, pesan demasiado- se desespero.

—Y ahora más que nunca quiero darle otra- murmuré entre dientes-. De acuerdo, ¿Puedes sentir esto? Perdóname Rebecca.

Toda ella mostraba signos de confusión, pero al momento cambió cuando mi mano impacto su brazo, no tan fuerte claro. Ahogó un grito de dolor mordiendo sus labios, en sus ojos se veía el rastro de lágrimas que empezaban a surgir.

—¿Por qué hiciste eso? Me duele mucho más ahora- hizo un pequeño puchero, para luego mover sus piernas como loca, golpeándome.

֫—Mantén la calma- frene sus pierna con las mías. —Lo hice para ver si podías sentir, imagínate si no hubieras sentido nada, pueden hasta amputar tus brazos- tratando de controlar sus piernas usé mis brazos.

—Está bien, lo siento- bajó la mirada triste hasta las sábanas.

—¿Qué te sucede? No va a pasarte nada malo, ya lo verás.

—No es eso, es sólo que...-esperé por su continuación escuchando un gran suspiro desde el fondo de su ser- si cuando podía usar mis brazos no hacía nada, qué será de mi ahora que no los puedo ni levantar, seré aún más inútil- su rostro reflejaba frustración.

—No digas eso, tus brazos no dolerán para siempre. —Además nunca has sido inútil, y te dije que no pensaba separarme de ti, podemos aprovechar este tiempo para hacer muchas cosas útiles, como que aprendas a leer por ejemplo- sacaba a relucir aspectos positivos. Ser privada del uso de una parte de tu cuerpo no debe ser agradable.

—De ninguna manera, tienes cosas más importantes que hacer, como trabajar en los asuntos de la tripulación.

—Que se pudran, no creo que me necesiten. Estás primero que todos ellos, eres mucho más importante Rebecca, lo dejaría todo por ti su sonrisa se amplió, y yo sonreí con ella.

—Uhmm... no creo que pueda salir a ver al doctor- dijo mientras me colocaba las botas.

—No veo el problema, aún puedes usar tus piernas, lo he comprobado hace un momento- hice memoria de los golpes que me dio, puede dejar mal herido a alguien con esa fuerza que tiene. —Parecías un caballo desbocado- imité sus movimientos, que consistieron en lanzar patadas como loca.

—No es que no pueda- decía entre risas-, es que, bueno, no sé si recuerdas pero aún tengo mi periodo, realmente necesito cambiarme por cierto. Supongo que el doctor puede venir, así no tendré que salir con esa deformidad en los pantalones- estaba muy nerviosa, se veía en la manera en la que sus manos se movían de una manera lenta y las veces que se mordía su labio inferior mientras hablaba —Me dio vergüenza anoche porque alguno fue capaz de verme así.

—¿Así cómo? ¿Tan adorable? Preciosa- le di un beso en la mejilla, no dejaré que se denigre-. Comprendo. No vamos a necesitar a el doctor entonces, y no vas a tener que salir hasta que ya no esté tu periodo- quité las botas de nuevo y comencé a remangar mis pantalones hasta más o menos mis rodillas, la atenderé como a una reina, eso se merece-. Vamos a cambiarte ahora mismo.

Mar Dorado - FreenbeckyOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz