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—Siempre llevas colores oscuros y tristes- comentó mientras me abotonaba mi camisa negra de espaldas a ella, una de las muchas que tengo.

—No necesariamente el negro tiene que ser triste, los colores pueden significar lo que quieras que signifique para ti.


—¿Entonces para ti el negro es felicidad?

—El negro puede ser lo que yo quiera, en este momento es comodidad, seguridad, mi piel, a pesar de haber agarrado color estos meses, es muy pálida para otros colores.

—Toda la vida he creído que el negro es dolor, tristeza, sufrimiento.

—Hay cierta idea de que los colores opacos son los tristes y los brillantes los felices. Mira esta mañana, el día necesariamente no está triste porque llueva o está feliz porque el Sol ilumine, aunque parezca raro, lo niños les hace feliz cuando llueve, juegan en la lluvia y sonríen cuando el día está gris.

—También lo hacen cuando el Sol está presente.

—Exactamente. Un color no define tu estado de ánimo, puedes definirlo tú misma, tú puedes decidir si reír un día gris o llorar en un baño de luz dorada.

—Eres increíble- me dedicó una de esas sonrisas que me encantan-. Por cierto ¿A donde crees que vas?

—Que atrevimiento de su parte hacer dicha pregunta Patricia¿Se le olvida quien es la que manda aquí?- mi tono autoritario no tardó en aparecer.

—Perdoneme mi señora, no debí ser atrevida con usted- siguió el juego como siempre. Sonreí y luego me acerqué a ella.

—Tengo que bajar a buscar la crema para tus brazos, traeré el desayuno también.

—Señorita Sarocha déjeme hacerlo, soy sirviente después de todo.

—Una sirviente muy guapa- acune con ambas manos su precioso rostro-, a la que tengo que cuidar mucho porque le adoro con mi vida- un pequeño beso en su nariz de mi parte le hizo arrugarla de esa forma tan linda que me gustaba-. Volveré antes de lo que crees.

—Freen- pronunció mi nombre. De inmediato volteé, sorprendiéndome por el besote que plantó en mis labios-. Voy a estar extrañándote.

—Y yo a ti- le di otro beso antes de marcharme. Nunca obtendría lo suficiente de los besos de Rebecca, siempre queda esas ganas de más, es adictivo.

Es raro como realmente la extraño cuando acabo de dejarla, estoy pensando en ella durante todo el día, es mi primer pensamiento cuando me levanto y el último cuando me acuesto. Es bastante extraño, pero me gusta pensar en ella, en lo delicioso que huele su cabello, en el chocolate de sus ojos, en su sonrisa, en lo coloradas que se tornan sus mejillas cuando le hago algún cumplido, en sus labios... me encantan sus labios, los suaves que son, lo carnoso, el color que tienen, su exquisito sabor; fácilmente podría pensar en Rebecca todo el día y las cosas que me gustan de ella, que son todas, porque no hay ninguna cosa que no me guste de ella.

—Freen ¿Está oyendome?- preguntó Marta a mi lado ¿En que momento había llegado a la cocina?

—Sinceramente no, discúlpeme, ¿Qué decía?

—Le decía que le tengo la crema que me pidió. Debe aplicarla de una manera generosa, le dormirá los brazos a Rebecca Patricia pero el dolor se irá más rápido- en sus manos reposaba la mitad de un coco, adentro estaba una crema blanca con un olor muy agradable.

—Se lo agradezco mucho Marta.

—Es lo menos que puedo hacer- replicó ella con una sincera sonrisa.

—¿Puedo ser indiscreta con usted Freen?- Izolda interviene al otro lado de la cocina. Yo asentí por supuesto -¿Qué ha pasado con el hombre que intento abusar de Rebecca Patricia?

—¿Qué ha oído usted Izolda?- probablemente ya todos sabían.

—Que lo han ejecutado.

—Eso es lo que pasó, rompió una regla de oro y el Capitán tiene sus métodos para castigar- tan sólo recordar a ese hombre se me revuelve el estomago-. Con su permiso- abrí y cerré mis manos puesto que se sentían tiesas y tomé la bandeja, colocando la mitad de coco en ella.

—Freen - me detiene Izolda-. Espero y no la haya molestado mi indiscreción.

—Para nada, no es su culpa tener curiosidad- les di la espalda y me dispuse una vez más a hacer camino a la habitación.

—Te lo dije Izolda, no le iba a gustar tal indiscreción de nuestra parte- alcancé a escuchar antes de salir del todo de la cocina.

Por supuesto que no tendría que enfadarme con ellas por una simple pregunta, ellas no tienen la culpa de nada de lo que pasó, soló la tuvo ese hombre, aunque la solución no fue una de mi agrado ya ha pagado por lo que ha hecho.

Cuando entré y la vi sentada, expectante hacia la puerta, toda mi molestia por los recuerdos de aquel día desapareció, se esfumo como el humo de los tabacos o el polvo que hace la tierra al levantarse, lo reemplazó una felicidad que con palabras no se podía describir. Le sonreí y ella a mi, como dos tontas.

—¿Has traído agua de coco? Yo quiero.

—Es tu crema para tus brazos, no es agua de coco- aparto la bandeja de su alcance.

—Que mala Marta e Izolda que hacen eso, me ilusionan- hizo exactamente como hacen los caballos, su boca vibrante se veía muy graciosa.

—Deja de hacer berrinches, esto también te beneficia- coloqué la bandeja en nuestro escritorio multifuncional y cogiendo la mitad del coco-. Trata de estirar tus brazos-. Y así lo hizo, aunque el dolor no fuera el mismo de ayer aún le costaba.

Embarre por completo mis dedos de crema, era blanca y con algo de grumos, olía a coco obviamente, y también a menta; había un olor que no podía describir pero hacía una gran armonía entre ellos. La apliqué de manera generosa tal y como Marta me había dicho, con mucha delicadeza, no quiero que le duela más si me comporto torpe.

—En unos días no dolerá según Marta, la aplicaremos cada mañana ¿Te hice daño?- hablé despacio señalando sus brazos.

—No, tú nunca podrías hacerme daño. Ven acércate, te has ganado un premio- gustosa me aproximé, nunca rechazaría uno de esos premios, sus labios eran la mejor recompensa.

Sin estar satisfecha por ese pequeño premio fui yo la que profundice nuestro beso, y me sentí tan frustrada como ella cuando no pude tocarla para no llenarla de la crema que traía en mis manos. Creo que entre mi frustración de no poder tocarla la estaba ahogando puesto que ella mordió mi labio inferior muy duro.

—¡Salvaje! me mordiste- pasé el dorso de mi mano por mi labio, aliviada al ver que no estaba roto.

—Es la única manera que encontré para detenerte, pensé que me ibas a comer.

—Basándome en tus actos pareciera que la que me va a comerme eres tu.

—Yo quiero comer algo que esta humeando en el escritorio. A ti te puedo comer luego- a medida que lo decía se acercaba a mi, provocadora.

—Solamente si permito que lo hagas- reté a una distancia nula de nuestros labios. Con mucha fuerza de voluntad me hice para atrás y me puse de pie-. Iré a lavar mis manos, puedes esperar sentada en la mesa, no me tardo- su bonito ceño fruncido adornaba su rostro.

La crema no era muy fácil de quitar, gastemé como toda la barra de jabón tratando de sacarla, bueno no toda, pero si la usé como unas cuatro veces hasta que no se sintió baboso del todo; sequé bien mis manos y salí. Rebecca eestaba sentada y con su brazo en el escritorio, en su plato había un trozo cortado y su cara era de total molestia y frustración.

—¿Estás intentando comer?- pregunté cautelosa sentándome a su lado.

—Ni que quisiera lo haría, no puedo comer yo sola.

—Preciosa mía, para eso estoy yo, te ayudaré hasta que puedas.

—Pero quiero hacerlo yo- su cara estaba complemente roja, una vena asomaba por su frente.

—Rebecca mírame, mírame mi Sol- me miró con sus ojos llenos de oscuridad, pronto, empezaban a formarse lágrimas en ellos-. Lo harás en dos o tres días, si te fuerzas a hacer cosas tardarás más en recuperarte ¿Es eso lo que quieres?-negó detenidamente con su cabeza- Entonces déjame ayudarte.

Asintió resignada. Limpié las lágrimas de furia que ella derramó con el dorso de mi mano; tomé el cubierto con el trozo de tortilla de maíz acercándolo a su boca, inmediatamente la abrió y dejó pasar el alimento, masticando rápido, tan característico de ella.

—Para no poder mover tus brazos hiciste un gran trabajo cortando esto- sonreí buscando que me sonriera de vuelta mas no lo hizo. -Siempre haces las cosas bien, no hay una cosa que no hagas bien para mi ahí estaba, esa sonrisa que me hacía suspirar había aparecido. Corté otro trozo y lo acerque a su boca-. Me gusta mucho cuando sonríes, te ves más hermosa si eso es posible y volvió a sonreír de nuevo, esta vez su sonrisa fue más amplia.

—¿Cuando vas a comer tú?- cuestionó con esa vocesita que había utilizado el día que hablo conmigo por primera vez, su dulce pero temeroso tono de Voz.

—Después, tú comes muy rápido así que no se me enfriara la mía, tranquila- se preocupaba por mi e intentaba ponerme de primera en todo, y lo entiendo totalmente, yo también hago lo mismo.

No quiso hacerme más preguntas, y yo no tenía tiempo para comentarle nada porque tragaba muy rápido para que yo pudiese comer, me pregunto si realmente esta masticando o sólo traga lo que le doy. Cuando le di su agua para que la tomará se ahogó, todo por mi culpa.

—Lo siento, no debí darte el agua tan rápido, fue mi culpa- tosía, y yo le daba palmadas en su espalda, justo como mi madre hizo la vez que intente aprender a nadar y tragué mucha agua, y eso que estaba en la orilla.

—No te preocupes, yo quería terminar más rápido, así tú puedes comer- aún tosía mientras intentaba hablar.

—Te dije que lo haría después de ti, eres muy terca- no quería regañarla en este momento pero era lo que me provocaba, siempre nos llevábamos la contraria para cuidar la una de la otra y terminábamos en situaciones como estas.

—Come. Estaré en el balcón- estaba muy seria. Se fue a un paso lento, afuera el día estaba gris y tenía pinta de una tormenta.

Sabía porque se iba y no me acompañaba a comer, se sentía encerrada y agobiada de estar aquí, quién no lo estaría. Desde que llegamos lo único que le consuela es poder mirar por el balcón para imaginarse en otro lugar que no fueran estas cuatro paredes. Comí muy rápido, creo que batí mi récord personal, pero nunca lo haría tan rápido como ella. Me puse de pie para acompañarla a el balcón, sólo acompañarla, su presencia ocupaba toda mi atención y no necesitábamos palabras para comunicarnos.

Estaba recostada en una esquina viendo hacia arriba con ambos brazos caídos y apoyada en el suelo con una sola pierna, la otra estaba apoyada en la pared, se veía criminalmente hermosa mirando al cielo. Dudando me posicioné a su lado apoyando mis codos en el muro de nuestro balcón, mirando hacia el horizonte; de vez en cuando miraba hacia abajo, al jardín que esta allí, está muy bien cuidado y las flores desde aquí lucen sanas y con mucha vida.

—¿Te gustara si me faltase un brazo?- habló para el viento. no obstante yo sabía que su pregunta iba dirigida a mi.

—Me gustarías igual o mucho más- la encaré-. No me gustas porque tengas todas las partes de tú cuerpo, me gustas por quien eres, tú personalidad y tú forma de pensar, la manera en la que me haces sentir, todas esas pequeñas cosas y algunas otras, son las razones por las que me gustas- hice una pausa, acercándome hacia ella Incluso si nunca me hubieras hablado me gustaras en secreto, estoy segura de eso.

—¿Y si fuera hombre te gustara?- arrojó la pregunta más relajada.

—No lo sé, siempre soñé con el hombre ideal pero realmente nunca hubo un rostro, ni siquiera recuerdo que me gustara alguno en realidad nunca había pensado en ello hasta ahora, y sinceramente el único hombre que ha estado más cerca de gustarme es Kirk, y ya sabemos como termino todo.

—Quizás porque en tu sueño tu hombre ideal no tenía rostro, porque nunca existió tal hombre, en cambio pudo haber el rostro de una mujer, sólo que nunca lo supiste.

—Muy buena su observación Patricia ¿Tiene alguna idea de quién puede ser esa encantadora mujer de la que habla?- coloqué una de mis manos en la pared por encima de ella para mantener mi equilibrio, estaba muy inclinada hacia sus labios y en cualquier momento caería en ellos.

—No puedo tener todas las respuestas que busca señorita Sarocha- musitó cerca de mi boca, tentándome, retandome como siempre.

—Puede que tenga una idea de como es esa mujer.

—¿Ah si?- enarco una ceja. Si, está retandome.

—Ella es morena, tiene una bonita y brillante melena castaña, unos preciosos ojos marrones, los más preciosos que he visto en mi vida, una sonrisa cautivadora y unos labios tan tentadores como el diablo- suspire-. Sin contar que es una mujercita muy terca e inteligente, ingeniosa y misteriosa, tan tímida y atrevida a la vez. No exagero cuando digo que me cela hasta del viento, sin embargo me parece adorable que lo haga, yo también lo haría. Una combinación exótica realmente cautivadora ¡Ah!- fingí haber olvidado un detalle-Y también es baja de estatura, una enana.

—Yo no soy celosa, y mucho menos enana, soy un pelo más baja que tu, insoportable.

—También es algo peleona, siempre me discute todo, ¿Pero sabes algo?- rocé su boca tanto como podía, su aliento se mezclaba con el mio.

—¿Qué?

—Me encanta- sólo nuestros labios juntos hablaban, una muy interesante y placentera platica.

De un momento a otro ella comenzó a agacharse no sé porque, y terminó rompiendo nuestro beso.

—Aquí no podemos, pueden vernos desde afuera- me recordó alarmada. Olvidé por un momento dónde estábamos y lo expuestas que nos encontrábamos. Así que la tomé de la mano con mucha delicadeza y la lleve adentro.

—¿Te gustaría dar un paseo conmigo esta noche?- pasé la mano por mi nuca, estaba realmente nerviosa.

—¿Un paseo?- mordía su labio, se le notaba un sonrojo leve.

—Si claro... si tú quieres repetí mi acción en mi nuca sintiendo el calor en toda mi cara.

—Encantada de ir a donde sea contigo- retomó esa confianza que la caracterizaba a pesar de que hace unos segundos se veía nerviosa.

—¡Bien!- reí e hice un pequeño brinco de celebración, por lo que ella rió. Dios, ¿Por qué me haces pasar estas vergüenzas frente a ella?-. Supongo que no habrá problema con tú periodo, debe haber desaparecido ya.

—Es lo más seguro.

—Nos iremos después de la cena. Uhmm... puedes ir a revisar si aún estas en tus días- ella sacaba a relucir mi lado nervioso, la persona titubeante que nunca había sido.

—Lo haré, ya vuelvo.

Saldré con Rebecca esta noche, por fin, pasearé en compañía de luz de la luna ¿Adonde la voy a llevar en este lugar? No lo sé, no me preocupa. Quizás y le recoja algunas flores en el jardín.

Mar Dorado - FreenbeckyWhere stories live. Discover now