Capítulo 7.

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No saber qué sucederá o sentirte perdida son sentimientos inquietantes y molestos. Tras esa visita médica, dos hombres nos condujeron a una habitación. Aseguraron que eran órdenes del Rey y que el personal había dejado productos de higiene para que nos diéramos un baño. No entiendo esta clase de juego, si es que se le puede llamar así. Casi matamos a su segundo al mando y, sin embargo, nos tratan como si fuéramos invitadas de honor. Mis ojos intentan cerrarse por el cansancio, pero no me lo permito. Resistiré y averiguaré qué desean.

Leah, por otro lado, no se ha movido de los pies de la cama. Mira fijamente a la puerta, sosteniendo su arma (una Glock G19) entre sus manos. Sospecho que tiene mil pensamientos dando vueltas en su cabeza, o quizás esté armando un plan para intentar escapar. Mientras nos traían hacia aquí, pude observar las paredes adornadas con cuadros históricos, quizás de antepasados. Las paredes y el suelo están hechos completamente de madera pulida con nudos del color de la miel. Vigas pesadas corren a lo largo del techo. Las puertas también son de madera, al igual que la cama en la que estoy acostada, que parece tallada a mano. Hay varias mantas de lana de colores oscuros en la cama. Los muebles son sencillos, rústicos y también tienen esa sensación de tallado a mano. No hay computadora, televisión o reloj en la habitación, pero sí una estantería y una chimenea.

A pesar de la belleza rústica de la habitación, no puedo evitar sentir una sensación de inquietud. El fuego de la chimenea proyecta sombras danzantes en las paredes de madera, creando un ambiente casi irreal. Leah y yo estamos atrapadas aquí, en este lugar desconocido, a merced de personas que no conocemos. Pero no nos rendiremos. Juntas, encontraremos una manera de salir de aquí. Después de todo, hemos superado obstáculos antes y lo haremos de nuevo. No importa lo que nos depare el futuro, estamos preparadas para enfrentarlo.

A pesar de la incertidumbre y el miedo, una parte de mí siente que estamos en el lugar correcto. Es una sensación extraña, como si mi corazón estuviera tratando de decirme algo. No puedo evitar pensar en Boris y Alexey. Sus rostros aparecen en mi mente, sus voces resuenan en mis oídos. Sus trabajados y calientes cuerpos. Tengo ansiedad de verlos, aunque sea unos minutos. Es absurdo si acabo de conocerlos, pero se siente como si.... Algo me lanzará a ellos.

Suelto un bostezo. La cama se siente tan cómoda para echarme una siesta. Además, que huele a colonia de hombre. ¿De quién será esta habitación?

—Duerme un rato. Yo vigilo.

La voz fresca y clara de Leah se escucha, me echa una mirada por encima de su hombro. Niego con la cabeza. No dejaré que ella custodie por ambas.

Ley.

—No está en discusión.

—Bien. Por lo menos date un baño.

—¿Acaso me estás diciendo que huelo mal? Porque amiga, esa eres tú.

Después de no sé cuentas horas, escucho la primera risa divertida de Leah, lo que me hace reír también. Sé que aunque le pida perdón muchas veces, dirá que está bien. Ella es así, me ve como su hermana pequeña a la que debe proteger y lo entiendo, perdió a su padre y vivir con un padre que tenía que arriesgar su vida por su trabajo, temiendo que alguien desconocido llame a la puerta para decirle que no estaría más en su vida a partir de ese momento. No soy alguien que cree en las casualidades o destinos, pero debe haberla, creo que llegue a su vida para traerle tranquilidad y amor. Somos familia. Nos tenemos la una a la otra. A veces pienso en que llegue una persona para devolverle todo el amor, protección y seguridad que me da a mí.

—Sigue engañándote. Creo que tu olfato falla. Ve.

—Iré, no porque tú me dijeras.

—Claro.

LeyraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora