Capítulo 14.

272 37 6
                                    

El vino tinto se desliza por mi garganta, dejando un rastro de calidez que se siente reconfortante. No acostumbro a beber alcohol a menudo, pero en noches como esta, un vaso de vino o un cigarro mentolado pueden ser mis aliados contra el estrés. Esta noche, sin embargo, el vino es solo un pretexto para calmar el incesante tamborileo de mi pierna. No es la primera vez que ceno con hombres, pero Boris y Alexey tienen algo diferente; no son intimidantes, pero hay algo en su mirada que me hace sentir observada, analizada.

—Es hermoso este lugar —digo, intentando cambiar el enfoque de su intensa atención. La sorpresa que han preparado es realmente encantadora. Nunca había cenado en un lugar tan cercano a la naturaleza. Después de recogerme, seguimos un sendero que nos llevó a una puerta casi oculta. Al cruzarla, nos encontramos en este rincón secreto. La vista desde la ventana mediana es espectacular, y la cabaña está adornada con luces que le dan un toque mágico, destacando la comida dispuesta en la mesa y la gran cama en el piso superior.

—Gracias. Lo construimos nosotros —dice Boris con un tono de satisfacción.

—Es como un refugio —comento, admirando cómo la madera y la piedra se entrelazan para crear un ambiente cálido y acogedor.

—Ahora es nuestro refugio —agrega Alexey con una sonrisa amable.

La conversación fluye naturalmente, y pronto, la curiosidad se hace presente en sus voces. Él se inclina ligeramente hacia adelante, sus ojos no dejan de observarme, como si intentaran descifrar cada pensamiento que cruzara por mi mente.

—Dime, ¿qué te llevó a elegir ser criminóloga? —pregunta con genuino interés, rompiendo el silencio que se había instalado cómodamente entre nosotros.

Respiro hondo, buscando en la calidez del vino la valentía para compartir un fragmento de mi vida. —Siempre hubo algo en los misterios que me llamó la atención, el desafío de resolverlos. Pero más allá de eso, es la justicia lo que me mueve. Dar voz a aquellos que ya no pueden hablar por sí mismos —mi respuesta fluye con una honestidad que rara vez permito mostrar.

—Es una profesión que requiere mucha fortaleza —comenta su compañero y amigo, su voz baja y reflexiva.

Asiento, sintiendo cómo la mirada del primero se intensifica, como si cada palabra mía añadiera una nueva capa a la tensión que nos envuelve. 

—Requiere fortaleza, sí, pero también pasión y... —hago una pausa, buscando la palabra correcta— ...y una cierta obsesión por la verdad.

El silencio vuelve a caer sobre nosotros, pero esta vez está lleno de palabras no dichas y deseos apenas contenidos. Puedo sentir la atracción mutua, un deseo que se extiende más allá de la simple curiosidad profesional o la admiración por la elección de una carrera.

—La verdad es importante —dice él finalmente, su voz un susurro que parece acariciar la distancia entre nosotros. Un chispa pasa por los ojos de Alexey —. Pero esta noche, hay verdades más... personales que me gustaría explorar.

Sus palabras cuelgan en el aire, una invitación tácita que promete descubrimientos más íntimos y revelaciones que solo la noche puede guardar.

—A mí me gustaría explorar unas curvas —dice Boris con un tono juguetón, una sonrisa traviesa asomando en sus labios.

—Ya decía yo que estabas tan silencioso —respondo, no pudiendo evitar una sonrisa ante su comentario.

Alexey suelta una carcajada divertida, su risa resonando en la cabaña y disipando cualquier atisbo de seriedad que pudiera haberse formado. Yo también me río, contagiada por su alegría. Mi cumpleaños está terminando mucho mejor de lo que pensaba. Seguimos hablando y disfrutando de estas horas, compartiendo historias y risas bajo el cálido resplandor de las velas. Llegó el momento en que pedí mis tres deseos, cerrando los ojos con fuerza, esperando que, de alguna manera mágica, se hicieran realidad. Al abrirlos, vi la mirada expectante de Alexey y Boris, supe que, sin importar lo que pasara, este sería un cumpleaños para recordar.

LeyraWhere stories live. Discover now